martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (163)

 ¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores

calor y luz dan junto a su Querido!

DECLARACIÓN

28 / Cuanto a lo primero es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y, si ella le envía a él sus amorosos deseos, que le son a Él tan olorosos como la virgulica del humo que sale de las especies aromáticas de la mirra y del incienso (Cant. 3,6), Él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae y hace correr hacia Él (ibíd, 1,3), que son sus divinas inspiraciones y toques; los cuales, siempre que son suyos, ven ceñidos y regulados con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios. Y así ha de entender el alma que el deseo de Dios en todas las mercedes que le hace en las unciones y olores de sus ungüentos, es disponerla para otros más subidos y delicados ungüentos, más hechos al temple de Dios, hasta que venga en tan delicada y pura disposición que merezca la unión de Dios y transformación sustancial en todas sus potencias.

29 / Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales que no puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son, todo su principal cuidado es saber que no ponga obstáculo al que la guía según el camino que Dios le tiene ordenado en perfección de la ley de Dios y de la fe, como decimos. Y este impedimento le puede venir si se deja guiar y llevar de otro ciego. Y los ciegos que la podrían sacar del camino son tres, conviene a saber: el maestro espiritual, y el demonio, y ella misma. Y por que entienda el alma cómo esto sea, trataremos un poco de cada uno.

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