miércoles

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 63

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Jimmy Htcher trabajaba en una tienda de ultramarinos. Los demás no podíamos conseguir empleo, pero él siempre se las arreglaba con su carita y con su pinta.

-¿Por qué no venís a mi apartamento una noche después de cenar? -me preguntó un día.

-¿Para qué?

-A tomar cerveza. Puedo robar toda la cerveza que quiero.

-¿Y dónde la tenés?

-En la heladera.

-Mostramelá.

Fuimos caminando hasta su casa, que quedaba a una cuadra, y al entrar al vestíbulo Jimmy dijo:

-Esperá un momento, que voy a ver el correo. -Sacó su llave y abrió el buzón. Estaba vacío y lo volvió a cerrar. -Mirá, con esta misma llave puedo abrirle el buzón a la mujer de al lado.

Lo abrió, sacó una carta y se puso a léermela.

“Querida Betty. Aquí va el cheque que estabas esperando. Me atrasé porque perdí el trabajo y encontré otro donde me pagan menos. Suerte y cariños, Don”.

Jimmy rompió el cheque y la carta y se guardó los pedacitos en el bolsillo de su gabán. Después cerró el buzón.

-Vamos.

Después subimos a su apartamento y abrimos la heladera, que estaba llena de latas de cerveza.

-¿Tu madre sabe que tomás?

-Claro. Ella también toma mucho.

Cerró la heladera.

-¿Tu padre se voló los sesos por culpa de tu madre, Jim?

-Sí, la llamó por teléfono y le dijo que tenía una pistola. “Si no volvés conmigo me suicido” le dijo: “¿Vas a volver?”. “No” le contestó mi madre. Y después se escuchó un tiro.

-¿Y tu madre que hizo?

-Colgó el teléfono.

-Bueno, vuelvo esta noche.

A mis padres les dije que iba a la casa de Jimmy para hacer juntos unos deberes mientras pensaba: “Y voy a hacer los deberes que más me gustan”.

-Jimmy es un buen muchacho -dijo mi madre.

Mi padre no dijo nada.

Cuando llegué a lo de Jimmy nos pusimos a tomar cerveza, y eso sí que me gustaba. La madre trabajaba en un bar hasta las dos de la mañana. Teníamos el apartamento para nosotros dos solos.

-Tu madre es preciosa, Jim. ¿Por qué será que hay mujeres con cuerpos fantásticos y otras son deformes? ¿Por qué no pueden conseguirse todas un buen macho?

-Y yo qué sé. Capaz que si todas fueran iguales nos aburrirían.

-¿Por qué no abrís otra cerveza? Tomás demasiado despacio.

-Okey.

-A lo mejor si me tomo unas cuantas cervezas más te doy una paliza para que lo entiendas mejor.

-Somos amigos, Hank.

-Yo no tengo amigos. ¡Tomátela, carajo!

-Okey. ¿Pero por qué tenés tanto apuro?

-Porque si no te las embuchás rápido no te hacen efecto.

Abrimos algunas latas más.

-Si yo fuera mujer me pasaría levantándome la pollera para calentar a todos los hombres -dijo Jimmy.

-Me das asco, Jimmy.

-Mi madre conoció a un tipo que le tomaba la meada.

-¿Qué?

-Sí. Se pasaban la noche emborrachándose y después se tiraban en la bañera y ella le meaba en la boca. Y él le pagaba veinticinco dólares.

-¿Y eso te lo contó ella?

-Desde que murió mi padre ella me cuenta todo. Es como si yo hubiera quedado en su lugar.

-¿Y también te la-?

-No. Eso no. Pero me cuenta todo.

-¿Cosas como la del tipo de la bañera?

-Sí. Esas cosas.

-Contame alguna otra.

-No.

-Dale, tomate otra. ¿Alguno se come la mierda de tu madre?

-No me hables así.

Terminé mi lata de cerveza y la hice volar por la pieza.

-Esta es una buena dosis. Voy a buscar otra.

Y traje otro paquete de seis de la heladera.

-Soy un verdadero hijo de puta -le dije a Jim. -Tenés suerte de que te deje andar conmigo.

-Somos amigos, Hank.

Le encajé una lata en la trompa.

-¡Dale, tomá de una vez!

Y me fui a mear al baño. Era un cuarto muy femenino, con toallas de colores brillantes y azulejos rosados. Hasta el water era rosado. La madre de Jimmy se llamaba Clare y pensé que ponía su enorme culo blanco sobre aquel water. Entonces me miré la pija virgen.

-Ya soy un hombre -dije. -Y le puedo dar por culo a cualquiera.

-Necesito entrar, Hank -llamó Jimmy desde afuera.

Cuando entró al baño lo escuché vomitar.

-Mierda -dije, abriendo otra lata de cerveza.

Después de un rato apareció Jimmy y se sentó en una silla, muy pálido. Entonces le metí otra lata en la trompa.

-¡Tomala! ¡Hacete hombre! ¡Si tenes huevos para robarlas, también tenés que tener huevos para tomártelas!

-Esperá que me recupere un poco.

-¡Tomátela!

Y me tiré en el sillón. Emborracharse era fabuloso. Decidí transformarme en un borracho. La vida dejaba de ser vulgar y así era posible que uno no se convirtiera en un tipo vulgar.

Miré a Jimmy.

-Tomátela, cagón.

Y volví a tirar mi lata vacía hasta la otra punta de la pieza.

-Contame algo más de tu madre. ¿Qué decía del tipo que le tomaba la meada en la bañera?

-Decía que cada minuto nace un pelotudo en el mundo.

-Jim.

-¿Sí?

-¡Tomátela! ¡Hacete hombre!

Él levantó la lata y después salió corriendo a vomitar al baño. Cuando volvió se volvió a sentar en la silla, con una palidez enfermiza.

-Tengo que irme a la cama -dijo.

-Jimmy -le contesté-, yo pienso esperar a que llegue tu madre.

Él ya iba caminando hacia su dormitorio.

-Y cuando llegue pienso cojérmela, Jimmy.

Pero ni siquiera me oyó.

Yo fui a la cocina y volví con más cerveza.

Seguí tomando y esperando a Clare. ¿Dónde estaba esa puta? Yo era el capitán del barco y no podía tolerar esa indisciplina.

Me levanté y fui hasta el dormitorio. Jim estaba tirado boca abajo con toda la ropa puesta. No se había sacado ni los zapatos. Volví a salir.

Bueno, era obvio que ese muchacho no tenía estómago para la bebida. Y Clare necesitaba un hombre. Me senté y tomé otro trago largo. Encontré una caja de cigarrillos en la mesita y prendí uno.

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