¡Oh lámparas de fuego,
en
cuyos resplandores
las
profundas cavernas del sentido
que
estaba oscuro y ciego,
con
extraños primores
calor
y luz dan junto a su Querido!
DECLARACIÓN
18 /
En cuyos resplandores,
las profundas cavernas
del sentido.
Estas cavernas son las
potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad -las cuales son tan
profundas cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos de
infinito-, las cuales, con lo que padecen cuando están vacías, echaremos en
alguna manera de ver lo que se gozan y deleitan cuando de Dios están llenas,
pues que por un contrario se da luz del otro. Cuanto a lo primero, es de notar que
estas cavernas de las potencias, cuando no están vacías y purgadas y limpias de
toda afección de criatura, no sienten el vacío grande de su profunda capacidad,
porque en esta vida cualquier cosilla que a ellas se pegue basta para tenerlas
tan embarazadas y embelesadas que no sientan su daño y echen menos sus inmensos
bienes ni conozcan su capacidad. Y es cosa admirable que, con ser capaces de
infinitos bienes, baste el menor de ellos a embarazarlas de manera que no los
puedan recibir hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos; pero cuando
están vacías y limpias es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido
espiritual. Porque, como son profundos los estómagoas de estas cavernas,
profundamente penan, porque el manjar que echan de menos también es profundo,
que, como digo, es Dios. Y este tan grande sentimiento comúnmente acaece hacia
los fines de la iluminación y purificación del alma, antes que llegue a unión,
donde ya se satisfacen; porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado
de toda criatura y afección a ella, y, perdido el temple natural, está templado
a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto, y, como todavía no se le comunica lo
divino en unión de Dios, llega el penar de este vacío y sed más que a morir,
mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo
divino y no se le comunica (lo divino en unión con Dios). Y estos son los que
penan con amor impaciente, que no pueden estar mucho sin recibir o morir.
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