miércoles

LA PATRIA Y LA TUMBA (12) Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General - RICARDO AROCENA


5 DE JULIO. Muñoz continúa recorriendo el Departamento de Colonia, pero enfrenta un día con altibajos. A cada paso lo asalta una de cal y otra de arena. Llega a Rosario en pleno desalojo de una empresa metalúrgica y uno de los dirigentes le comenta:


-Aunque repriman, la gente sigue en la calle. Hace tres días hicimos un acto de desagravio a decenas de estudiantes de Magisterio que fueron detenidos. La población los paseó en andas cuando los soltaron, además los médicos hacen paros de 48 horas.


La noticia lo alegra y lo preocupa. Y desde Rosario viaja a Carmelo, en donde acaba de consolidarse un frente antifascista, también de médicos, que está vinculado a la Asociación Médica del Oeste y quiere coordinar con ellos, como ya lo hizo en Cardona, adonde galenos del Frente Amplio y el Partido Nacional vienen organizando la resistencia. Pero conversando con uno de ellos se entera que según fuentes oficiales los servicios de ómnibus Colonia – Santiago Vázquez y Carmelo – Tarariras - Santiago Vázquez, se han normalizado. Y nervioso vuelve a la capital departamental, adonde le avisan que un conocido dirigente local de su partido, médico de profesión, acaba de volver de Argentina. Decide visitarlo. No le tiene mucha confianza, ya ha tenido muchas agachadas en el pasado, pero es un momento diferente y piensa apelar a las mejores tradiciones partidarias para contar con su concurso. Sabe que tiene algún arrastre entre la población y una relativa ascendencia en la Junta Departamental, pero que aunque es muy allegado a la familia Beltrán, nunca pudo avanzar en el aparato partidario. Debió conformarse con puestos secundarios, cosa que le ha envenenado el alma. Una empleada lo hace entrar y lo conduce hasta el escritorio, adonde lo espera sentado el caudillo con un enorme retrato de Herrera detrás. Luego de escuchar a Muñoz y de leer el documento político firmado por los médicos colonienses del Frente Amplio y del Partido Nacional, el político deja caer pomposamente y con frialdad:


-No debemos buscar coincidencias con los que nunca podrían querer lo que queremos los nacionalistas. Deberíamos mantenernos limpios de imposibles conmistiones.


Dicho esto rompe provocativamente la declaración.


Muñoz debe contenerse. ¡Lo que faltaba! Realmente es un día para olvidar. E indignado, por un instante piensa decirle que no es momento como para declaraciones abstractas de principios, cuando esos mismos principios están justamente en juego. Pero está furioso y se limita a responder.


-La declaración refleja la opinión mayoritaria del Partido Nacional y no me importa lo que digan dirigentitos de cuarto orden, incapaces de comprender, por su chatura política, que en algún momento una columna incontenible de hombres libres recuperará las libertades perdidas. Solo espero que ese día no pretenda usted arrimarse, porque me encargaré personalmente que no le crea nadie.


Al caudillo no se le escapa lo de “dirigentes de cuarto orden”, pero no se le mueve un músculo. Y levantándose del sillón camina hasta la puerta, dando por terminada la entrevista.


-Mis respetos a su padre –dice con afectación.


Muñoz ni siquiera gira su cabeza en dirección a su interlocutor. Y contesta con malhumor:


-Eso es algo que él nunca sentirá por usted.


***


Pablo López perdió la cuenta de las veces que lo llevaron detenido, pero esta vez es diferente. Lo aprisionan junto a sus compañeros de sección a la salida de FUNSA. Les colocan la capucha y a golpes son subidos a un camión, adonde son tirados en el piso. Apretado entre varios cuerpos, soporta como puede el olor a combustible y los saltos del camión cuando recorre terreno escabroso. Siempre tuvo problemas de espalda y la mala posición en que se encuentra agrava sus dolores, hasta tornarlos insoportables. Finalmente llegan a destino y los detenidos son tirados como sacos sobre el pasto. Pablo queda esperando. A su alrededor resuenan las órdenes, el ruido de motores, los quejidos, y a lo lejos el trinar de los pájaros. Pero un golpe lo trae a la realidad y como puede se levanta. Inesperadamente para Pablo, un custodia le recrimina al de la patada:


-¡Pará! No tenés por qué pegar…


-No entiendo para qué se meten si saben lo que les esperan… -es la respuesta.


Pablo registra las dos voces. Siente a su lado la presencia de sus compañeros y eso lo tranquiliza. La orden es caminar hasta un galpón o algo parecido. Al igual que los demás Pablo es colocado contra una pared, pero no puede tocarla y mucho menos recostarse en ella. Cada tanto le parece que uno de los guardias se detiene a su lado y que lo mira, pero como no pronuncia palabra no sabe de cuál de los dos se trata. Finalmente el guardia carraspea. Pablo se da cuenta que es el de la patada y se queda tieso, pero el dolor de espalda aumenta. La pierna derecha se le está acalambrando, por lo que se apoya en la otra pierna. Para colmo una corriente fría entra desde algún lugar.


-Este está temblando como una hoja -dice el guardia de la patada, con tono burlón.


Nadie responde, pero Pablo asume que hay otro u otros en torno suyo. Confirma que es así, cuando el guardián que protestó que lo golpearan, responde:


-Dejalo en paz que bastante tiene.


Pablo ha perdido la noción del tiempo, no sabe si es de día o de noche, cuando siente voces que lo rodean y preguntan. Quieren saber el tiempo que durará la huelga, adonde se escondieron los dirigentes proscriptos, qué es lo que esperan conseguir al ocupar las fábricas. Y Pablo se anima a responderles. Al principio lo hace con cuidado, pero luego gana confianza. Y les habla de la rosca banquera y latifundista que saquea el país, de la carestía, de los bajos salarios, de la escasez de alimentos por causa de la especulación. Y agrega que concuerda con los comunicados 4 y 7 del 9 de febrero, cuando los militares afirmaron que no estaban dispuestos a ser el brazo armado al servicio de nadie. Y concluye que servir a un gobierno democrático es obligación de las Fuerzas Armadas, pero que Bordaberry dio un golpe de estado y apoyarlo es traicionar a las instituciones y a la patria. Mientras habla otros detenidos intervienen apoyando sus palabras. Pero el intercambio es interrumpido abruptamente:


-Están haciendo huelga a los que les dan de comer –reprocha una voz.


-Nadie nos regala nada. Cada peso lo ganamos con nuestro sudor –responde Pablo con dificultad por la capucha.


-Sin los que ponen la plata las fábricas no andan –contesta la voz.


-No los precisamos para hacerlas funcionar -retruca Pablo casi sin aire. Pero se arrepiente, no es oportuna la respuesta.


-¿Y de donde van a sacar ustedes la nafta, los repuestos, las chapas? –pregunta el militar.


Pablo se da cuenta que frente suyo hay un reaccionario que tiene muy claro del lado en el que está. Y calla.


Los militares conversan entre sí, hasta que inesperadamente se alejan. Nuevamente el silencio gana el lugar, el dolor reaparece y Pablo no puede evitar un quejido. Sorpresivamente el guardia que lo defendió de la patada lo recuesta contra la pared y le dice que si alguien entra le va a avisar. Y luego de unos instantes agrega:


-Estate atento. El silencio y la soledad son tus mejores compañeros.


***


Para Andrea vienen siendo días ajetreados. Una mañana debe interceder para impedir el ingreso de tiras al Clínicas, por la tarde muchas veces tiene que coordinar con el resto de los Hospitales y Mutualistas aspectos puntuales de la huelga o discutir en el Sindicato Médico una posible concertación opositora, nunca falta a las movilizaciones obrero-estudiantiles generales o de la zona, pero además cada día debe atender un turno de emergencia, como en este momento, que le traen a un obrero de TEM que ha sido herido de bala por el Ejército en una pierna. Mientras lo atiende el hombre le cuenta que estaban reunidos en Asamblea y fueron baleados y que otro de sus compañeros que estaba en el local sindical con sus dos hijos fue desmayado a culatazos. Casos como este le llegan permanentemente y suele extender el horario de atención, pero esta vez piensa escaparse del Hospital ni bien termine su turno, quiere vivir otras experiencias relacionadas con el conflicto, y por eso su hermano la va a pasar a buscar para ir hasta el Estadio Centenario adonde juegan Uruguay y Colombia. La idea es transformar la fiesta deportiva en un acto de masas y por tal motivo el régimen viene amenazando con que “será inflexible con los que aprovechando la aglomeración de público, quieren promover desórdenes o festejar realizando manifestaciones callejeras, que están específicamente prohibidas por las normas vigentes”. Ni bien sube los escalones de la Tribuna Ámsterdam, a la que han convocado los sectores organizados, se encuentra con una enorme cantidad de conocidos, que están por lo mismo que ella, pero en general todos saludan con discreción, guiñando los ojos o con un gesto de cabeza, ya que es previsible que el lugar esté siendo vigilado.


-La CNT intentó que los jugadores no se presentaran, en señal de protesta, pero no lo consiguió -le comenta su hermano.


Pero ella está encandilada por el mar de banderas celestes, la euforia y el clima combativo que respira. No es muy amante del fútbol y pocas veces ha concurrido al Estadio, por eso lo que ve la hechiza. Por un momento imagina a aquel mar humano marchando por las calles y olvida el frío congelante, sobre todo cuando al ejecutarse el Himno Nacional el público entona más fuerte el “Tiranos Temblad”, estribillo que pasa a ser consigna una vez que termina de cantar. Andrea y Carlos gritan hasta quedarse sin voz, al igual que el resto de la tribuna, con el puño en alto. La muchacha siente que en aquella estrofa está su alma, sus convicciones, los sinsabores de los últimos días y piensa en sus padres, que tanto vienen sufriendo desde que comenzó la huelga. El griterío comienza a amainar, pero cuando los altoparlantes transmiten “Oriental, ahora es diferente. Póngale el hombro al Uruguay”, la multitud estalla con una rechifla generalizada e interminable, que suena a música a Andrea y Carlos. Los cánticos se repiten y durante el entretiempo es colgado a lo largo y ancho de la Tribuna Ámsterdam un enorme cartel con la consigna “¡NO A LA DICTADURA!”, mientras llueven volantes que Andrea mira fascinada como si se tratara de miles de mariposas que bailan al compás del viento. Carlos está entusiasmado y le comenta a su hermana:


-Han de estar arrepentidos porque obligaron a transmitir en directo por televisión y esto lo está el viendo el Uruguay entero.


Una vez terminado el partido se dirigen de nuevo al Clínicas, Andrea está exultante, pero nota a su hermano circunspecto, lo conoce bien y por eso nada dice, sabe de antemano que es porque Uruguay perdió 1-0.


-Mañana a las 10 y 45 es la reunión abierta del Consejo Directivo Central de la Universidad y no puedo faltar, se trata de que se transforme en otro acto de masas.” –informa la muchacha antes de despedirse y entrar al Hospital, con la esperanza de poder compartir otra jornada con su hermano. Pero Carlos responde que es imposible, que va a reunirse con la Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza. Y la urge, extendiendo su mano hacia una ambulancia:


-Apuráte, que están entrando a una paciente, que por lo que veo no está nada bien.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+