martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (58) - MIJAIL. BAJTIN


 LA TOTALIDAD TEMPORAL DEL HÉROE

(el problema del hombre interior o el alma) / 17

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De todo lo dicho se sigue que el alma y todas las formas de representación estética de la vida interior (el ritmo), así como las formas del mundo dado correlacionado estéticamente con el alma, por principio no pueden ser formas de la autoexpresión pura, expresión de uno mismo y de lo suyo, sino que aparecen como formas de actitud hacia el otro y a su expresión propia. Todas las definiciones estéticamente significativas transgreden la vida misma y la dación del mundo vivida desde su interior, y sólo este carácter transgresivo fundamenta su fuerza e importancia (así como la fuerza y la importancia del perdón y de la expiación de los pecadores es creada por el hecho de que sea el otro quien los realiza; yo no puedo perdonarme mis pecados, en tal caso y el perdón y la expiación carecerían de valor); en caso contrario serían falsos y vacíos de contenido. La actividad del autor que está por encima del ser es la condición necesaria para darle una forma estética a la existencia. Para que el ser sea confiadamente pasivo, yo debo ser activo; para que el ser sea ingenuo para mí, yo debo ver más que el ser (y para obtener ese excedente valorativo de visión, yo debo ocupar una posición fuera de un ser que se interpreta estéticamente). Yo debo ubicar mi acto creativo fuera de las pretensiones a la belleza, con el fin de que el ser se me aparezca como bello. La actividad creadora pura que emana de mí empieza allí donde termina en mí cualquier existencia, donde se acaba en mí todo ser como tal. Puesto que yo encuentro y comprendo algo como dado y determinado, en el mismo acto de determinación me coloco yo por encima de este algo (y por lo tanto la definición valorativa evalúa por encima de él); en esto consiste mi privilegio arquitectónico: partiendo de mí mismo, encontrar un mundo fuera de mí. Por eso yo soy el único que, estando fuera del ser, lo puede aceptar y concluir por encima del sentido. Es el acto absolutamente productivo de mi participación. Pero para ser realmente productivo y enriquecedor del ser, este acto debe estar ubicado completamente por encima del ser. Yo debo abandonar valorativamente el ser para que en él no quede nada verdaderamente valioso para mí; nada mío que esté sujeto a la aceptación y conclusión estética; hay que limpiar todo el campo del ser dado para el otro, hay que impulsar la actividad de uno hacia adelante (para que no se desvíe hacia la propia persona de uno, en el sentido de querer colocarse también dentro del campo de visión); sólo entonces el ser aparecerá como algo necesitado, débil y frágil, como una criatura solitaria e indefensa, pasiva y santamente ingenua. El ya-ser significa necesitar: necesitar una afirmación desde el exterior, un cariño y protección desde fuera; estar presente (externamente) significa ser femenino para la efectividad pura y afirmativa del yo. Pero es necesario colocarse absolutamente fuera del ser, para que este se revele frente a mí en toda su pasividad femenil.


El ser en su carácter existente, expreso, enunciado, ya se ha dado a mi actividad pura en la atmósfera de necesidad y vacío no completable por principio desde el interior de uno mismo, mediante sus fuerzas propias; y toda su actividad resulta ser pasiva para la mía; todas sus fronteras semánticas son dadas de una manera clara y palpable; y esta actividad de extraposición debe realizarse en la plena afirmación del ser por encima del sentido por el ser mismo, y en este acto la pasividad femenil y la ingenuidad del ser existente se tornan belleza. Si yo mismo, con toda mi actividad, caigo en el ser, en seguida se destruye su belleza expresada.

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