El cornezuelo de centeno (3)
Me parece conveniente hacer aquí unos comentarios sobre las circunstancias
y los métodos de trabajo de entonces. Tal vez sean interesantes para la actual
generación de químicos investigadores en la industria, que están acostumbrados
a otras condiciones.
Se era muy ahorrativo. Los laboratorios individuales se consideraban un
lujo no defendible. Durante los seis primeros años de mi actividad en Sandoz
compartí el laboratorio con dos colegas. Los tres académicos, con un asistente
cada uno, trabajando en la misma sala en tres campos diferentes: el Dr. Kreis
en glicósidos cardíacos, el Dr. Wiedeman, quien había ingresado en Sandoz poco
después que yo, en la clorofila, el pigmento de las hojas, y yo, finalmente, en
alcaloides del cornezuelo. El laboratorio tenía dos “capillas” (recintos con
extractores), cuya ventilación mediante llamas de gas era muy poco eficaz.
Cuando manifestamos el deseo de sustituirlas por ventiladores, el jefe lo
rechazó argumentando que en el laboratorio de Willstätter este tipo de
ventilación había sido suficiente.
En Berlín y Munich el profesor Stoll había sido asistente del profesor
Willstätter, un químico de fama mundial galardonado con el Premio Nobel, durante
los últimos años de la Primera Guerra Mundial. Con él había llevado a cabo las
investigaciones fundamentales sobre la clorofila y la asimilación del ácido
carbónico. Apenas había discusión científica en la que Stoll no citara a su
venerado Willstätter y su actividad en el laboratorio de este.
Los métodos de trabajo de los que disponían los químicos en el terreno de
la química orgánica a principios de los años treinta seguían siendo
esencialmente los mismos que había aplicado Justus von Liebig cien años antes.
El progreso más importante alcanzado desde entonces fue la introducción del
microanálisis por B. Pregl, que permite averiguar la composición elemental de
un compuesto con sólo unos miligramos de sustancia, mientras que antes se
necesitaban algunos decigramos. Todos los demás métodos físico-químicos de los
que disponen los químicos hoy en día y que han transformado y agilizado su
labor, aumentando su eficacia y creado posibilidades totalmente nuevas, sobre
todo en la dilucidación de estructuras, todavía no existían.
Para las investigaciones sobre los glicósidos de la escila y los primeros trabajos en el campo del cornezuelo aun apliqué los viejos métodos separativos y de purificación de la época de Liebig: extracción, precipitación y cristalización fraccionadas, etc. En investigaciones posteriores me fue de gran utilidad la introducción de la cromatografía de columna, el primer paso importante en la moderna técnica de laboratorio. Para las determinaciones estructurales, que hoy día pueden realizarse rápida y elegantemente con métodos espectroscópicos y análisis estructual con rayos X, sólo se disponía de los viejos y laboriosos métodos de la desintegración y derivación química en los primeros trabajos fundamentales sobre el cornezuelo.
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