por Javier Rada
13. Un “pequeño
bastardo” en Nueva York. Por invitación de Geer, Woody viajó a Nueva
York en 1940. Los círculos de folkloristas le recibieron como “el vaquero de
Oklahoma” —pese a que tenía miedo a los caballos y no se atrevía a montarlos— y
los izquierdistas le convierten en un héroe pese a que no existían grabaciones
de sus temas, que eran transmitidos de un intérprete a otro y que nadie en
Nueva York conocía. En la gran ciudad, donde Woody vivió con pocas interrupciones
desde entonces, cantó allá donde fue invitado. En el primer concierto,
organizado para recaudar fondos para los refugiados de la República
Española recién derrotada por el fascismo franquista, interpretó Jarama Valley (Pese a
que hayamos perdido la Batalla del Jarama / Volveremos para liberar este
valle). En otra actuación, en defensa de John Steinbeck, a quien la derecha estadounidense
acusaba de “socialista” y “antipatriota” por la novela Las uvas de la ira (1939)
—basada en los okies escapados de las dust bowls—,
Woody salió a escena rascándose el pelo enmarañado con la púa de la guitarra y
sosteniendo el instrumento sobre el hombro, como si fuera un rifle: “¡Dios! El
metro para llegar aquí estaba tan abarrotado que ni siquiera podías caerte.
Tuve que cambiar dos veces de tren y en ambas salí de los vagones con zapatos
diferentes”. Tras escucharle cantar las baladas sobre las nubes de polvo y la
tragedia de los desplazados, Steinbeck expresó su pasmo: “Tuve que escribir una
novela para explicarlo y este pequeño bastardo lo cuenta mejor en unos cuantos
versos”.
14. Archivando a
Woody. En el concierto, con la adrenalina igualmente disparada por la
expresiva sinceridad de Woody, la penetrante humildad narrativa de sus letras,
la pureza formal redentora de las viejas canciones tradicionales y el
componente existencial de las peripecias de tragedia y dominación que en todas
latía, estaban Pete Seeger, el veleidoso padrino del folk
entendido como material para tesinas universitarias —ejemplo de su visión:
hasta 1993, cuando publicó una autobiografía, no repudió en público su apoyo
fanático al régimen genocida de Stalin—, y el musicólogo Alan Lomax, que no dejó
escapar aquella joya y al cabo de unos días ya había metido en un estudio de
grabación al “vaquero de Oklahoma”. Aunque sólo se publicaron en disco unas
cuantas —el resto se archivaron en la Biblioteca del Congreso y no fueron editadas hasta 1964, cuando el folk era un buen producto
comercial y Woody estaba internado en un manicomio—, el cantautor no se amilanó
y entró en una fase de creatividad creciente: compuso un disco
temático, Ballads of Sacco and Vanzetti, una crónica casi
periodística basada en las actas del proceso judicial amañado que terminó con
la condena a muerte de
dos anarcosindicalistas [parte 1, parte 2, parte 3; parte 4; parte 5]; escribió 21 canciones en un mes de encierro, entre ellas tres de sus
piezas más conocidas —Roll On Columbia, Pastures of Plenty y Grand Coulee Dam—…
15. Contra la
propiedad privada. En febrero de 1940, Woody terminó en una sola tarde This Land is Your Land, una respuesta a
la patriotera y complaciente oda God Bless America que
compuso Irving Berlin y han cantado
todos los cazurros y cazurras prosistema. La pieza de Woody, socializante,
optimista y peleona, fue repudiada por los poderes fácticos por algunos versos
que se consideraron una llamada a la colectivización, la eliminación de
la propiedad privada y a la revuelta para conseguir la justicia social: Mientras
caminaba encontré un cartel / Que decía: Propiedad Privada / Pero el reverso
estaba en blanco / Ese reverso fue hecho para ti y para mí (…) En las plazas de
las ciudades, a las sombras de los campanarios / En las oficinas de ayuda
social, he visto a mi gente / Hambrienta, esperando, preguntando / ¿Es esta
tierra para ti y para mí?.
16. Cathy
de las mil danzas. En noviembre de 1945 Woody se casó con Marjorie
Mazia, una bailarina de danza moderna nacida en 1917 en una familia de judios
emigrados de Rusia. Se habían liado dos años antes y la primera mujer de
Guthrie pidió el divorcio tras enterarse del asunto. Con Marjorie, que
trabajaba como profesora en la escuela de Marta Graham, Woody vivió los momentos más felices y reposados
de su vida. Se establecieron en una casa cerca de Coney Island y el mar, en la
avenida Mermaid, donde él no dejaba de teclear poemas, reseñas y esbozos de
canciones en una máquina de escribir. Tuvieron cuatro hijos, una de las cuales,
Cathy, la favorita de Woody (“Cathy de las mil danzas”, la llamaba), murió
electrocutada a los cuatro años en un accidente doméstico que envió al
músico a una depresión aguda de seis meses. Los otros tres hijos son Joady,
Nora y Arlo, que es cantante.
17. Contradictorio
pero antifascista. Woody merece el respeto de que no obviemos sus contradicciones,
que fueron las mismas de la izquierda occidental. Apoyó a Stalin mientras este
mantuvo el pacto de no agresión con Hitler y defendió el pacifismo y la no
intervención estadounidense en la II Guerra Mundial. Cuando quedaron claras las
intenciones del nazismo, quiso reparar la inocencia alistándose en el ejército,
pero no le quisieron y se tuvo que conformar con estar unos años en la marina
mercante. Al contrario que algunos de sus compañeros en el colectivo Almanac Singers —defensores
de la idea de que “el comunismo es el nuevo americanismo”—, Woody descreyó
pronto y se situó en el más ámplio y humana militancia del antifascismo. “Mis
ojos han sido mi cámara de fotos para ver el mundo y mis canciones han sido los
mensajes que he ido repartiendo por los patios de atrás, las escaleras de
incendios, las ventanas cerradas y las habitaciones a oscuras, y ahora sé
que el fascismo es tener miedo”, escribió en 1948.
18. Una cucharada
de agua con azúcar. Los últimos años de Woody fueron tan penetrantes como el resto de
su vida. En 1952 Marjorie pidió el divorcio porque él se había convertido en un
alcohólico irresponsable que gastaba el dinero del alquiler y la comida en los
bares del barrio y, aún peor, sufría ataques de violencia que ponían en
peligro a los niños. Los médicos diagnosticaron esquizofrenia y se
equivocaron. Woody volvió a errar: se casó con la bohemia Anneke Van Kirk,
tuvieron una hija, Lorinna Lynn, y vivieron en un autobús adaptado como
casa en Florida. En 1953 sufrió quemaduras graves en el brazo derecho por la
explosión accidental de una bombona de gas y quedó impedido para tocar la
guitarra. Al año siguiente regresó a Nueva York y firmó un divorcio amistoso
con su tercera esposa. A la niña la entregaron en adopción y, como tantos hijos
de Woody, moriría prematuramente, a los 19 años, en un accidente de coche.
Desde 1956 el gran cantautor vivió hospitalizado en varios psiquiátricos de
Nueva York, con esporádicas altas para pasar en casa los fines de semana. La
enfermedad de Huntington, finalmente comprobada por los médicos, avanzó hasta
desbaratarle los movimientos y la coordinación e impedirle hablar. Marjorie le
cuidó durante este tiempo. Muchos amigos y fans le iban a ver, entre ellos un
jovencito que le veneraba llamado Bob Dylan, pero Woody no
siempre era amable con las visitas. Woody falleció el 3 de octubre de 1967,
tras beber una cucharada de agua con azúcar y escuchar, con los ojos cerrados,
como el capellán del hospital rezaba: “El Señor es mi pastor”.
19. Nuevo cofre
retrospectivo en Folkways. La obra de Woody Guthrie es amplísima, tan
difícil de abarcar como necesaria para mantener cierto nivel de fe en la
capacidad de autoredención del género humano. Lo mejor para quienes opten por
el acercamiento está en el catálogo de la discográfica Folkways, que debería ser
Patrimonio de la Humanidad. La colección de cuatro discos The Asch Recordings es apabullante
(149 temas grabados entre 1944 y 1948), pero acaba de ser editado el
cofre Woody at 100: The Woody Guthrie Centennial Collection, donde, además de
las 57 canciones de los tres discos [todas pueden escucharse
en streaming aquí] —entre ellas 21
inéditas y las recientemente descubiertas primeras grabaciones de 1939 en la
radio KFVD—, hay un libro de 150 páginas con ensayos, obra gráfica pintada por
Guthrie y muchas fotos. Una audición complementaria que permite atisbar la
exorbitante obra musical y poética del okie es la serie de
tres discos Mermaid Avenue, donde el
grupo Wilco y Billy Bragg ponen música
a letras que Guthrie dejó escritas pero sin musicar.
20. ¿Indignado a los 100? Esta foto nunca se había publicado hasta 2004, cuando apareció en la biografía definitiva de Woody, Ramblin’ Man (Ed Cray, W.W. Norton & Company). Está datada en 1958, al comienzo del tercer año de internamiento hospitalario del músico y siete años antes de la muerte. Pese a que en la imagen se adivina la cruel enfermedad degenerativa que padecía, la mirada incadescente parece rebatir el daño y me atrevo a aventurar que propone una respuesta a la pregunta que encabeza esta entrada: ¿sería Woody Guthrie un indignado de cien años? Aventuro que el rústico vendedor de diarios, pintor de brocha gorda, campesino, trovador ambulante, polizón, sintecho, pinchadiscos, agitador asambleario, columnista de un diario comunista, limpiazapatos, payaso de instituto, hombre con los genes rotos y padre de tantos hijos muertos responde con la mirada, como antes con la máquina de escribir, que sí, que siempre, que no hay otra dignidad que la indignada… “No me gustan las canciones que te hacen pensar que no eres bueno. No me gustan las canciones que te hacen pensar que has nacido para perder, que estás destinado a perder, que no eres bueno para nadie, que no sirves para nada, que eres demasiado viejo o demasiado joven o demasiado gordo o demasiado flaco o demasiado feo o demasiado esto y lo otro. No me gustan las canciones que se burlan de nosotros, de nuestra mala suerte, de nuestra vida desgraciada. Estoy aquí para luchar contra esas canciones hasta mi último aliento, hasta mi última gota de sangre. Estoy aquí para cantar canciones que probarán que este es nuestro mundo sin que importe cuánto y cuan fuerte nos hayan golpeado”.
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