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ALBERT HOFMANN LSD: CÓMO DESCUBRÍ EL ÁCIDO Y QUÉ PASÓ DESPUÉS EN EL MUNDO (2)


Cómo nació el LSD

Dans les champs de l’observation le hasard ne favorise que les esprits preparés. (*)
                                                                                                        LOUIS PASTEUR


Una y otra vez se dice que el descubrimiento del LSD fue casual. Ello es cierto sólo en parte, pues se lo elaboró en el marco de una investigación planificada, y tan sólo más tarde intervino el azar: cuando el LSD ya tenía cinco años experimenté sus efectos en carne propia… mejor dicho, en espíritu propio.

Si recorro en el pensamiento mi trayectoria profesional, para averiguar todas las decisiones y todos los acontecimientos que dirigieron finalmente mi actividad a ese terreno de investigación en el que sinteticé el LSD, ello me lleva hasta le elección del lugar de trabajo al concluir mis estudios de química: si en algún momento hubiera tomado otra decisión, muy probablemente jamás se habría creado esa sustancia activa que con el nombre de LSD adquirió fama universal. Al narrar la historia del nacimiento del LSD, debo hacer, por tanto, una breve referencia a mi carrera de químico, a la que se halla indisolublemente ligada.

Tras la conclusión de mis estudios de química en la universidad de Zurich, ingresé en la primavera de 1929 en el laboratorio de investigación químico-farmacéutica de la empresa Sandoz de Basilea, como colaborador del profesor Dr. Arthur Stoll, fundador y director de la sección farmacéutica. Elegí ese puesto de trabajo porque aquí se me ofrecía la oportunidad de ocuparme en sustancias naturales. Por eso también deseché las ofertas de otras dos empresas de la industria química de Basilea que se dedicaban a la síntesis química.

Primeros trabajos químicos

Mi preferencia por la química de los reinos animal y vegetal había ya determinado el tema de mi tesis doctoral, dirigida por el profesor Paul Karrer. Mediante el jugo gástrico del caracol común había logrado por primera vez la descomposición enzimática de la quitina, la materia esquelética que forma la caparazón, las alas y pinzas de los insectos, los cangrejos y los animales inferiores. A partir del producto de escisión obtenido en la desintegración, un azúcar nitrogenado, podía deducirse la estructura química de la quitina, que es análoga a la de la celulosa, la materia esquelética vegetal. Este importante resultado de la investigación, que duró sólo tres meses, condujo a una tesis doctoral calificada con “sobresaliente”.

Cuando ingresé en la empresa Sandoz, la plantilla de la sección químico-farmacéutica era aun muy modesta. Había cuatro licenciados en química en la sección investigación y tres en la producción.

En el laboratorio de Stoll encontré una actividad que, como químico investigador, me satisfacía mucho. El profesor Stoll se había planteado el objetivo de aislar, con métodos cuidadosos, los principios activos indemnes de plantas medicinales probadas, y de presentarlos en forma pura. Ello es especialmente conveniente en el caso de plantas medicinales cuyas sustancias activas se descomponen fácilmente y cuyo contenido de sustancias activas está sometido a grandes fluctuaciones, lo cual se contradice con una dosificación exacta. Si en cambio se tiene la sustancia activa en forma pura, está la condición para la producción de un preparado farmacéutico estable y exactamente dosificable con la balanza. A partir de tales consideraciones, Stoll había iniciado el análisis de drogas vegetales bien conocidas y valiosas como el digital (Digitalis), la escila (Scilla marítima) y el cornezuelo de centeno (Secale cornutum), pero hasta entonces sólo habían encontrado una aplicación restringida en la medicina, debido a su fácil descomposición y a su dosificación insegura.

Los primeros años de mi actividad en el laboratorio Sandoz estuvieron dedicados casi exclusivamente a la investigación de las sustancias activas de la escila. Quien me introdujo en este campo fue el Dr. Walter Kreis, uno de los primeros colaboradores del profesor Stoll. Existían ya en forma pura los componentes activos más importantes de la escila. El Dr. Kreis, había llevado a cabo el aislamiento, así como la representación pura, de las sustancias contenidas en la digitalis lanata.

Las sustancias activas de la escila pertenecen al grupo de los glicósidos (sustancias sacríferas) cardioactivas, y sirven, igual que las del digital, para el tratamiento del debilitamiento del miocardio. Los glicósidos  cardíacos son sustancias altamente activas. Sus dosis terapéutica (curativa) y tóxica (venenosa) están tan próximas, que es muy importante una dosificación exacta con la ayuda de sustancias puras.

Al comienzo de mis investigaciones, Sandoz había introducido en la terapia un preparado farmacéutico que contenía glicósidos de la escila, pero la estructura química de estas sustancias activas era aun totalmente desconocida a excepción de la parte del azúcar.

Mi principal contribución en la investigación de la escila, en la que participé con gran entusiasmo, consistía en el esclarecimiento de la estructura química de la sustancia fundamental de los glicósidos de la escila, de lo cual surgió, por una parte, la diferencia respecto de los glicósidos del digital, y, por otra, el parentesco estructural estrecho con las sustancias tóxicas de las glándulas cutáneas de los sapos. Estos trabajos concluyeron, por momentos, en 1935.

A la búsqueda de un nuevo campo de actividades pedí al Dr. Stoll autorización para retomar las investigaciones sobre los alcaloides del cornezuelo de centeno, que él había iniciado en 1917 y que ya en 1918 habían llegado a aislar la ergotamina. La ergotamina, descubierta por Stoll, fue el primer alcaloide obtenido en forma químicamente pura a partir del cornezuelo de centeno. Pese a que la ergotamina ocupó muy pronto un sitio destacado entre los medicamentos, con su aplicación hemostática en los partos y como medicamento contra la migraña, la investigación química del cornezuelo de centeno se había detenido, en los laboratotios Sandoz, después de la obtención de la ergotamina pura y de su fórmula química aditiva. Pero en el interín, durante la década del treinta, unos laboratorios ingleses y americanos habían comenzado a determinar la estructura química de alcaloides del cornezuelo de centeno. Se había descubierto allí además un nuevo alcaloide soluble en agua, que podía aislarse también de la lejía madre de la fabricación de ergotamina. Por eso juzgué que había llegado el momento de retomar el procesamiento químico de los alcaloides del cornezuelo de centeno, si Sandoz no querría correr el peligro de perder su puesto destacado en el sector de los medicamentos, que ya entonces era muy importante.

El profesor Stoll estuvo de acuerdo con mi pedido, pero observó: “Le prevengo contra las dificultades con que se encontrará al trabajar con alcaloides del cornezuelo de centeno. Se trata de sustancias sumamente delicadas, de fácil descomposición y, en cuanto a estabilidad se refiere, muy distintas de las que usted ha trabajado en el terreno del glicósido cardíaco. Pero si así lo desea, inténtelo”.

Así quedó sellado el sino y tema principal de toda mi carrera profesional. Aun hoy recuerdo exactamente la sensación que me invadió, una sensación de esperanza y confianza en la suerte del creador en mis planeadas investigaciones de los alcaloides del cornezuelo de centeno, hasta entonces poco exploradas.


Notas

(*) (En los campos de observación el azar no favorece más que a las mentes preparadas.)



Título original: LSD – Mein Sorgenkind
Ernst Klett, Stuttgart, 1979

Traducido por Roberto Bein

Editorial Gedisa, Barcelona, 1980 / Segunda edición, 1991

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