miércoles

OCÉANOS DE NÉCTAR (LA NOVELA CAPITAL DE LA CIENCIA FICCIÓN URUGUAYA) 29 - TARIK CARSON


1ª edición WEB: Axxón / 1992
2ª edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2019

EPÍLOGO

DOS (8)

Hubo un silencio en el que los Ciphers estuvieron observando y digitando sobre sus placas. Habían pasado algunas horas desde el comienzo de la reunión y los que tenían cierta edad ya estaban encorvados en sus butacas con los brazos apoyados sobre la mesa. Las tonalidades y, sobre todo los reflejos dorados, parecían haberse debilitado. Prosiguieron trabajando sin comunicarse, cada uno mirando la placa, mientras Veintiuno, que apenas tenía ciento sesenta y nueve años, y se mostraba muy descansado, seguía con orden el curso del directorio de tareas. Estas tareas luego serían repartidas a las subcomisiones de la Tierra, de Mercurio, de Marte, de Júpiter y sus satélites, y de Saturno. Más tarde tendrían que ser aprobadas por el Códex Galático, y finalmente serían llevadas a los hechos con la mayor urgencia y precisión. Dispuestos los pormenores, dos horas después, volvió a hablar Veintiuno.

-Creo que no tendremos que consultar al Códex para rescatar a nuestros observadores en peligro.

-Pero debemos aprobarlo entre todos. ¿Están de acuerdo de saltear al Códex en este punto?

-Por supuesto, informándole del hecho después -elucidó Veintiuno, subiendo la voz-. Votemos.

Luego de este acuerdo final, los Ciphers se empezaron a levantar lentamente de sus butacas. Algunos se retiraron enseguida a sus habitaciones. Otros se reunieron en grupitos. Un grupito, que caminaba hacia las habitaciones del Circo Kurchatov, estaba integrado por Veinte, Once y Trece. Entre los tres sobrepasaban los quinientos años de vida consciente, pero todos se mantenían muy atléticos, y, cuando charlaban juntos, sus colores, opacados por el cansancio, volvían a tomar un nuevo vigor por el placer de la amistad. Veinte tenía un tono anaranjado y Once se inclinaba más al amarillo. Los tres, como el resto, habían compensado el cansancio de sus casi traslúcidos cuerpos con una mayor rigidez de la columna vertebral. Para mirar a uno u otro costado, debían mover lentamente todo el cuerpo.

-¡Qué bestialidad lo de Procardus! -exclamó Veinte, aun excitado por los perturbadores temas de la asamblea.

-Debe haber sido algo espantoso -dijo Once-. ¡Qué atrocidad hacerlo así! ¡Y para siempre!

-Yo he estudiado medicina terrestre y puedo inferir lo que sucedió -dijo Trece, y su color verde se inclinó al rojo-. La hembra lo captó. Estaba acostumbrada y Procardus pudo entrar, tal vez, con alguna ayuda. Una vez allí, fue captado y… ¡Mejor será que cambiemos de tema!

-Yo también estudié medicina -dijo Once, sin poder evitar que su amarillo también se tiñera de un rojo brillante-. ¡Les puedo asegurar que murió como un perro! ¡Como un perro terrestre en la más indigna situación!

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