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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (116)


5. LA TRANSFORMACIÓN DE LO UNO EN LO MÚLTIPLE (1)


El giro hacia delante de la rueda cosmogónica precipita lo Uno en los muchos. De aquí una gran crisis, una grieta que divide al mundo creado en dos planos de ser aparentemente contradictorios. En el esquema de Paiore, los hombres emergen de la oscuridad inferior e inmediatamente empiezan a trabajar para elevar el cielo. (42) Son reveladas en acción con una aparente independencia. Celebran consejos, deciden, planean, asumen el trabajo de arreglar el mundo. Sin embargo, sabemos que detrás de la escena está el Motor Inmóvil, como un director de títeres.

En la mitología, dondequiera que se encuentre el Motor Inmóvil, donde el Viviente Poderoso sea el centro de atención, hay una espontaneidad milagrosa en la formación del universo. Los elementos se condensan y entran en juego por su propio acuerdo, o con la palabra más ligera del Creador, y las porciones del huevo cósmico que se rompe solo alcanzan sus destinos sin ayuda. Pero cuando la perspectiva cambia, para enfocarse en los seres humanos, cuando el panorama del espacio y la naturaleza es enfrentado desde el punto de vista de los personajes que deben habitarlo, hay una repentina transformación que oscurece la escena cósmica. Ya no parecen moverse las formas del mundo en los patrones de una cosa armoniosa, viva y creciente, sino que son recalcitrantes o cuando más inertes. Los pilares del escenario universal tienen que ajustarse, o incluso forzarse a tomar determinada forma. La tierra produce espinas y cardos; el hombre gana el pan con el sudor de su frente.

Confrontamos, por tanto, dos maneras del mito. De acuerdo con una, las fuerzas demiúrgicas continúan operando por sí mismas; de acuerdo con la otra, pierden la iniciativa y aun se ponen en contra de un avance posterior del ciclo cosmogónico. Las dificultades representadas en esta última forma del mito empiezan temprano, durante la larga oscuridad del abrazo original, que engendra las creaturas, de los padres cósmicos. Dejemos que los mahoríes nos introduzcan a este tema terrible:

Rangi (el Cielo) yacía tan cerca del vientre de Papa (la Madre Tierra) que los hijos no podían surgir de su vientre. “Estaban en una condición inestable, flotando en el mundo de la oscuridad, y esta era su apariencia: algunos se arrastraban… algunos estaban de pie con los brazos levantados… otros yacían en sus costados… otros sobre sus espaldas, algunos inclinados, otros con las cabezas bajas, otros con las piernas levantadas… otros arrodillados… otros tropezando en la oscuridad… Y todos estaban dentro del abrazo de Rangi y Papa…

Finalmente, todos los seres que habían sido engendrados por el Cielo y la Tierra, cansados de la continua oscuridad, se consultaron entre ellos y dijeron: ‘Determinemos lo que debemos de hacer con Rangi y Papa, si debemos matarlos o sólo separarlos.’ Entonces habló Tumatauenga, el más feroz de todos los hijos del Cielo y la de la Tierra: ‘Debemos matarlos.’

Luego habló Tane-mahuta, el padre de los bosques y de todos lo que los habita y de lo que se construye con los árboles: ‘No, no es así. Es mejor separarlos y dejar que el cielo quede por encima de nosotros y que la tierra yazga bajo nuestros pies. Dejemos que el cielo se convierta en un extraño para nosotros, pero que la tierra permanezca cerca, como la madre que debe alimentarnos

Algunos de los dioses hermanos trataron en vano de separar el Cielo de la Tierra. Al fin, fue Tane-mahuta, el padre de los bosques y de todo lo que los habita y de lo que se construye con árboles, quien logró el titánico proyecto. “Con la cabeza firmemente plantada en su madre la tierra, levantó los pies y los apoyó contra su padre los cielos, y estiró su espalda y sus miembros con un poderoso esfuerzo. ‘¿Por qué matáis así a vuestros padres? ¿Por qué cometéis el horrible crimen de matar s vuestros padres, de separarnos? Pero Tane-mahuta no desmayó, no tuvo en cuenta sus alaridos y sus gritos, y por debajo de él presionó sobre la tierra y lejos, muy lejos por encima de él, empujó el cielo…”

Notas

(42) Las mitologías del suroeste de los Estados Unidos describen esa emergencia con gran detalle; también las historias de creación de los berberiscos cabila de Argelia. Ver Morris Edward Opler, Myths and Tales os fthe Jicarilla Apache Indians 
(“Memoirs of the American Foklore Society”, Nº 31, 1938); y Leo Frobenius y Douglas C. Fox, African Génesis (Nueva York, 1927), pp. 49-50.

(43) George Grey, Polynesian Mythology and Ancient Traditional History of the New Zealand Race, as furnished by their Priests and Chiefs (Londres, 1855), pp. 1-3.

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