martes

JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (115)


4. EN EL ESPACIO: LA VIDA (4)

El sustrato duradero del individuo y del progenitor del universo son uno y el mismo, de acuerdo con estas mitologías; por eso es por lo que el demiurgo de este mido se llama el Yo. El místico oriental descubre su presencia profundamente reposada e imperecedera en su estado andrógino original cuando cae durante la meditación en su propio interior.

                                Aquel en quien el cielo, la tierra y la atmósfera
                               Están entretejidos, junto con la mente, y todos los alientos de la vida.
                               Aquel que se conoce como el Alma única.
                               Desdeñad las otras palabras. Él es el puente a la inmortalidad. (39)

Así, parece que aunque estos mitos de la creación narran el pasado más remoto, hablan, al mismo tiempo, del presente origen del individuo. “Cada alma y cada espíritu -leemos en el Zohar hebreo- con anterioridad a su entrada en este mundo consiste en un ser masculino y uno femenino unidos en un solo ser. Cuando desciende a esta tierra, las dos partes se separan y animan dos cuerpos diferentes. En el momento del matrimonio, el Sagrado, Bendito Sea, que conoce todas las almas y todos los espíritus, los une como antes estuvieron y de nuevo constituyen un cuerpo y un alma, formando, por así decirlo, la derecha y la izquierda de un solo individuo… Esta unión, sin embargo, está influida por los hechos del hombre y los caminos que escoge. Si el hombre es puro y su conducta agrada a la vista de Dios, quedará unido con la parte femenina de su alma que fue su parte componente antes de su nacimiento.” (40)

Este texto cabalístico es un comentario a la escena del Génesis en que Adán da nacimiento a Eva. Una concepción similar aparece en el Banquete de Platón. De acuerdo con este misticismo del amor sexual, la experiencia última del amor es el entendimiento de que por encima de la ilusión de la dualidad está la identidad: “cada uno es ambos”. Este darse cuenta puede agrandarse hasta llegar al descubrimiento de que por encima de las múltiples individualidades de todo el universo que nos rodea, humano, animal y vegetal y hasta mineral, está la identidad; por lo tanto, la experiencia amorosa se convierte en experiencia cósmica, y el amado que abrió por primera vez esta visión se magnifica como espejo de la creación. El hombre o la mujer que conocen esta experiencia poseen lo que Schopenhauer llamó “la ciencia de la belleza en todas partes. El “recorre hacia arriba y hacia abajo estos mundos; come lo que desea, toma las formas que desea”, y se sienta a cantar la canción de la unidad universal que empieza así: “¡Oh maravilla! ¡Oh maravilla! ¡Oh maravilla!”. (41)


Notas

(40) Zohar, i, 91b. Citado por C. G. Ginsburg, The Kabbalah, its Doctrines. Development and Literature (Londres, 1920), p. 116.

(41) Taittiriya Upanishad, 3. 10. 5.

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