martes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 51


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Pero también a veces la pasábamos bien con Gene, por ejemplo. Él era un año mayor que yo y había sido amigo mío en el barrio y tenía un compañero, Harry Gibson, que una vez peleó (y perdió) en un ring profesional. Una tarde estábamos fumando con Gene y sus hermanos mayores, Larry y Dan, y apareció Harry Gibson con dos pares de guantes de boxeo.

Harry Gibson era un agrandadito.

-¿Alguien se anima pelear conmigo? -preguntó.

Nos quedamos todos callados. El hermano mayor de Gene, Larry, iba a cumplir 22 años. Era el más corpulento, aunque medio subnormal y demasiado tímido. Era petiso, cabezón y muy musculoso, pero se asustaba de todo.

-Yo no quiero pelear -le contestó de golpe al agrandadito.

Entonces todos miramos a Dan, el hermano del medio, que era un genio para la música y hasta casi se había ganado una beca. Y él no tuvo más remedio que ponerse los guantes para pelear…

Harry Gibson era un hijo de puta que parecía moverse sobre ruedas y cuando se puso a bailotear con precisión, aplomo y gracia, el sol le brillaba en los guantes. Dan levantaba los brazos y esperaba. Hasta que el primer golpe de Gibson resonó como el tiro de un rifle y espantó a dos gallinas. Dan quedó tirado en el pasto con los brazos abiertos como si fuera un Cristo barato.

-Yo me voy a casa -dijo Larry, y desapareció.

Gibson se quedó mirando a Dan con una muequita y Gene se agachó para levantarle un poco la cabeza.

-¿Te sentís bien, Dan?

El otro se sentó sacudiendo la cabeza muy despacio.

-Jesucristo, este tipo tiene un arma mortal en los brazos. ¡Sáquenme los guantes!

Gene le desabrochó un guante y yo el otro. Dan se levantó y empezó a caminar hasta la puerta del patio como si fuera un viejo.

-Voy a acostarme… -dijo.

Harry Gibson recogió los guantes y miró a Gene:

-¿Querés probar vos?

Mi amigo escupió en el pasto.

-¿Querés noquear a toda la familia, carajo?

-Yo sé que vos sos el que peleás mejor, Gene. Aunque igual te puedo ganar muy fácil. Y sin usar todos los golpes que sé.

Entonces Gene me miró y yo le puse los guantes como si fuera un experto.

Marcaron un cuadrado y Gibson empezó a bailotear girando hacia la derecha, al revés que Gene. Después uno se agachó y el otro se inclinó un poco, hasta que Gibson dio un paso adelante y tiró un gancho de izquierda que aterrizó justo en el medio de los ojos de Gene. Mi amigo retrocedió unos pasos y Gibson lo siguió hasta acorralarlo contra el gallinero. Allí lo inmovilizó con otro gancho suave en la frente y le encajó un derechazo en la sien. Gene resbaló sobre el alambrado hasta darse contra un poste y no quiso seguir peleando. Entonces Dan salió de la casa con un pedazo de hielo envuelto en un paño. Se sentó en la escalera del porche y se lo puso en la frente. Mi amigo se fue retirando contra el alambrado, pero Harry lo acorraló contra el garage y después de hacerlo doblarse con un gancho al estómago le encajó un uppercut en la mandíbula. Eso no me gustó nada. Aquel no era el juego limpio que nos había propuesto y grité:

-¡Pegale de verdad a ese hijo de puta, Gene! ¡Jugá sucio! ¡Pegale!

Gibson bajó la guardia, me miró y se acercó.

-¿Qué dijiste, tarado?

-Estaba alentando a mi compañero -contesté.

Dan ya estaba sacándole los guantes a Gene.

-¿Acabás de decir que yo jugaba “sucio”?

-Es que vos dijiste que no ibas a usar todos los golpes que sabías.

-¿Me estás tratando de mentiroso?

-Lo que estoy diciendo es que no mantuviste tu palabra.

-¡Vengan y pónganle los guantes a esta basura!

Gene y Dan se acercaron a ponérmelos.

-Tranquilo, Hank -me dijo mi amigo. -Y aprovechá que quedó medio cansado de pelear con nosotros.

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