miércoles

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - DESATANDO A LA MUJER FUERTE (43)


MUCHOS TIPOS DE PRISIONES:
LA MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA SEÑORA
DETRÁS DEL MURO”

Cómo la herida generacional de ser despojados de
la Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan agachadas como si aun los estuvieran
aplastando cuando ahora son, de hecho, libres (5)

La capillita Sixtina de Nuestra Señora de Guadalupe (6)

El lugar correcto para nuestra Santa Madre es… en todos lados, así como el lugar para el amor es… en todos lados, incluyendo a los que están encarcelados y los que están libres


En el caso de que la Madre Santísima sea tomada como una “distracción”, como al menos uno de quienes planearon la “remodelación” dijo que fue una queja que escuchó, simplemente en comparación hay más de cinco mil enormes basílicas, catedrales e iglesias de tamaño mediano y pequeño en el mundo, veneradas y honradas en el tiempo, donde María, la Santa Madre, la Madre de Dios, ocupa un lugar central en el altar. Su imagen está en el punto medio exacto, a la derecha del altar o instalada en un nicho decorativo o en una humilde silla o en un ornado domo arriba de todo el altar, como la figura más alta, más destacada.

Una basílica así está en Roma, a tiro de piedra del Vaticano, y es una de las cuatro basílicas papales. Es la venerada Basílica de Santa María Maggiore, en la cual la ubicación de la Madre de Dios, como se le nombró por mandato de un decreto expedido por el Concilio de Éfeso en 431 d. C., es tan sólo un ejemplo de cómo Mary, María, Mir-yam está justo en medio no nada más de la iglesia sino de la gente, y que esta colocación ha sido aprobada y apoyada por un papa tras otro, obispos y cardenales durante casi mil quinientos ochenta años, hasta el presente.

Vaya trayectoria. Qué precedente tan vinculante para que María ocupe el punto medio, sin distraer sino reuniendo, junto, atrayendo al centro de todos los Corazones Sagrados. Con tales ejemplos de la Santa Madre aprobados en sus múltiples lugares en todo el mundo, parece extraño que sea cubierta en una iglesia católica en aparente oposición a los estándares establecidos por el papado mismo desde tiempos inmemoriales. Me sigo preguntando dónde están todos los hechos de lo que sucedió, el pensamiento en sí, o quizás los accidentes de pensamiento detrás de todo esto.

La iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte de Denver se formó entre los que vinieron de la opresión, de ser los desaparecidos, ellos mismos negados al no ser percibidos como valiosos en la cultura dominante. De nuevo, como la hija de refugiados e inmigrantes, comprendo muchas capas de la lucha, pues me empapé de las creencias tribales de mi familia superpuestas a sus creencias religiosas, y su posterior desgarramiento al ser literalmente masacrados, mutilados y puestos en fuga por dos ejércitos enemigos durante la “larga guerra negra”.

También veo la concordancia aquí con las familias que tienen parientes en la cárcel, pues con frecuencia es lo mismo. Cuando alguien dirige, alguien con el fuego verdadero del Espíritu Santo dentro de su cabeza, cuando ese, o más, se levantan en un esfuerzo diario por ser disciplinados y examinarse espiritualmente, cuando se paran al frente y dicen “¡En nombre de todo lo Sagrado, no ahora, no de nuevo, nunca, nunca más!”, entonces puede ocurrir algo, despertar algo decente que había sido puesto a dormir accidental o indebidamente, hace mucho o poco.

Sé también que, como el sistema carcelario que puede ofrecer respuestas humanitarias a los presos y no demasiado duras o negligentes, también quien sea que ordenó el cubrimiento del mural sagrado de Nuestra Señora puede en cualquier momento reconsiderar para ofrecer una respuesta amorosa a la gente que ama a Nuestra Señora y su Hijo Salvador, a los ángeles y a los santos. Cualquiera que sin ver con claridad y/o cualquiera que ordenó la destrucción también puede ordenar la restauración. Eso lo sé.

Y tengo esperanza de esto: que se descubra el mural de Nuestra Señora, que los arreglos necesarios tengan lugar y por tanto la buena voluntad, el entendimiento franco y verdadero hacia todos, y así avancemos juntos en la celebración de todas las personas involucradas. Entretejidas, sin que nadie ponga mala cara sino uniéndonos de nuevo en la pureza de su Inmaculado Corazón, recordando el linaje que compartimos con Nuestra Madre y su Divino Hijo que no trajeron conflicto sino aceptación de “los más pequeños de todos” en este mundo, el amor por las mujeres y los niños, protección para quienes se esfuerzan por amar. Por esto rezo.

Pues tengo la certeza de que muchos padres y prelados son madres ellos mismos. Quieren amar y ayudar mucho más que crear barricadas o dividir. Como madres verdaderas van todos los días con los oídos pendientes del latido del corazón de la familia, siempre viendo cómo le está yendo a todos. Los que encabezan familias de creyentes no olvidan los dolores de cabeza y del corazón y lo reconfortante de la vida parroquial familiar cotidiana.

Y como nosotras las madres de familia también sabemos: la madre marca la pauta para todos en la mesa. La madre marca la pauta para la familia entera. Si da consejos amables; si es amarga y resentida; si está tan ocupada tratando de subir por la escala laboral en lugar de estar cerca de sus hijos; si es de apoyo en lugar de rencorosa; si es receptiva y ayuda felizmente de formas reales, o está llena de lugares comunes, promesas rotas, y repite el cliché de que “tengo las manos atadas”, en lugar de resolver de verdad los problemas, guiadas por su corazón roto e intuitivo; si se mueve en el amor, siempre en el amor, no sólo moviendo la boca con la palabra “amor” de forma manipuladora; si tiene una suave fiereza en ella; si no tiene ataques de resentimiento porque insiste en recordarles a todos que deben preocuparse por ella, antes incluso que ocupar de su propia alma; si está dedicada a aprender y enseñar en lugar de amonestar y castigar, esto último es una manera segura de tener siempre a los demás “en menos”; si una madre hace que su mesa sea una de bienvenida, entonces sus hijos tendrán más posibilidades de crecer, de nutrirse y nutrir a otros, de ser aceptados y aceptar a otros, de serle fiel a lo más sagrado en uno y en los demás y amarlo y tenerle lealtad.

Pero si no, como ha ocurrido a lo largo de la historia, atestiguando que los esfuerzos por borrar verdaderos seres humanos bienamados al desdeñar y cubrir lo sagrado como “tumbas sin nombre”, sólo han provocado que las madres y los padres, los hermanos y las hermanas, los amores y amigos de los desparecidos busquen sin tregua a sus propios Santos, sin parar. Por todo el mundo, es un imperativo de la psique tener este tipo de lealtad de familia sanguínea con los seres amados y con los Santos bienamados. Las sentencias, decretos y órdenes en contra de lo sagrado no pueden subvertir esta clase de pureza que una Fuerza Mayor da, esta afirmación: “jamás hubo un amor más grande”. Ni siquiera las paredes y las prisiones pueden evitar que la gente ame y siga lo Santo, ni que lo Santo deje de amar y guiar a la gente.

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