1ª edición WEB: Axxón / 1992
2ª edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes / 2019
EPÍLOGO
DOS (2)
Durante un rato largo
todos se inclinaron sobre la mesa y manejaron concentrados sus placas. Sus
colores fluctuaban lentamente, como siguiendo una pesada respiración, pero no
eran ya los colores vivos del principio. Las posibilidades y los cálculos y demás
pensamientos los agobiaban, y el agobio penetraba en sus cuerpos menoscabando
su vida.
-Creo que todos estamos
de acuerdo, y establecidos esos hechos, debemos rever nuestras actitudes
-afirmó Cinco-. Tengo algunas propuestas positivas.
-Por el momento, hay once
propuestas -dijo Veintiuno-. Pero pueden adicionarse más a medida que estudiemos
la estrategia… Cinco, si desea, puede empezar usted con el análisis.
Cinco ojeó durante unos
segundos su placa. Luego alzó la cabeza.
-Debemos corregir graves
como el de Procardus y el del piloto de la burbuja orgánica. No tuvimos control
sobre el instante del cipheado en el caso de Procardus. No previmos la
necesidad de crear un ojo exterior adjunto. Debemos establecer una comunicación
para establecer el momento exacto del cipheado. Así, no ciphearemos a nuestros
miembros en momentos inadecuados, produciendo accidentes de ese tipo. Lo de Procardus
ha sido espantoso… Y luego, entre otras cosas, el asunto de confiar
absolutamente en nuestros cálculos acerca de las reacciones humanas. Habían
calculado que el militar no iba a beber el vaso, y de repente lo hizo. El
piloto ha causado un desastre involuntario, aunque la pérdida ha sido de apenas
un humano. Igualmente eso afecta nuestro historial. Ahora él está moribundo y
el resto de la tripulación está enferma y desenergizada. No debemos fijar
precedentes en el Códex Galáctico. No debemos modificar el curso humano en
absolutamente nada, ni siquiera por un accidente semejante. Además, por otro
lado, hay que considerar que ahora perciben mucho más que hace una centuria,
cuando no veían nada. Debemos tomarlos en cuenta. Podrían hacernos algún daño,
remotamente tal vez, y siempre sería inaceptable. Bastante daño nos hace el
tener que estudiarlos, el tener que pensar en lo que son y observar con
neutralidad lo que hacen, y en estar continuamente en guardia salvaguardando el
Códex en el Sistema Solar…
Los seres estudiaron sus
placas y movieron con lentitud sus largos dedos para registrar nuevos datos.
-Todos están de acuerdo.
Esa es la política -afirmó Veintiuno-. Se ha aprobado la corrección de los
detalles erróneos. Puede continuar.
-Tal vez habría que
retirar de inmediato a todos nuestros observadores. Si están en peligro, por el
cipheado, y, si no lo están, por otros medios menos evidentes.
-No estoy de acuerdo
-manifestó Quince.
-¿Qué propone?
-Que los que no están en
peligro se queden para facilitar una sustitución.
-Lo he calculado -dijo
Cinco-. Pero el hecho es que esta es otra gravísima falla nuestra. No hemos
cambiado nuestra apariencia. Hemos buscado, sí, miembros parecidos a los
terráqueos, con cráneos esféricos, y los hemos cipheado a su tamaño, pero ni
siquiera hemos modificado su visión, aunque les hayamos quitado las articulaciones
de las manos por evidentes. Serán detectados por los tremendos anteojos. Y los
que usen anteojos de contacto podrán ser detectados fácilmente por los archivos
de los oculistas. Todos tienen el mismo defecto ocular, y hay muy pocos
terráqueos con esa clase de visión. Además, si desconfían de alguno, o lo
tuvieran bajo vigilancia, podrían hacerlos entrar en contacto sexual y observar
la indisimulable diferencia. El caso de Procardus los habrá llevado a pensar
hacia eso. No tengo duda.
Ninguno dijo nada, ni
digitó su placa, pero muchos movieron sus rígidos cuellos para mirar a los
costados, pacientemente.
-Es verdad -afirmó Quince,
y sus colores rosados parecieron apagarse repentinamente-. Tal vez podríamos
salvar algo.
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