Pintar
Nueva York (2)
El lenguaje publicitario
forma parte del lenguaje visual de Nueva York, tanto por su incesante presencia
que puede tomarse como manchas de colores sobre el entramado urbano, como por
sus mecanismos semánticos. A Torres García le resulta interesante -a pesar de
sus fines- y lo integra a su arte. Buena cuenta de ese afán da la gran cantidad
de elementos gráficos tomados de la prensa que el artista acopia desde su
llegada a Nueva York y con los que posteriormente realizará una extensa serie
de collages. Algunos de ellos los interviene gráficamente, tanto dando
notas de color a la gráfica en blanco y negro, como para generar una unidad
visual por medio de una estructura, en un procedimiento que remite tanto a los
dibujos estructurados del año 17 como a su obra constructiva que está por
venir. Fundamentalmente recopila anuncios, caricaturas y fotografías, entre las
que priman las impactantes vistas de edificios y de la ciudad, personajes
insólitos y vehículos; barcos, ferrocarriles y aviones, estos últimos, íconos
favoritos de un progreso que todavía era visto con los lúdicos; en 1920 el
avión no era tanto un medio de transporte como un juguete nuevo que se prestaba
a las acrobacias aéreas y exorbitantes pruebas circenses con personas caminando
sobre sus alas en pleno vuelo. Sin perder la fascinación que tamaño espectáculo
de ciudad y máquinas le generaba, Torres García sin embargo advertía la amenaza
que los modos intrínsecos de operar de la sociedad que lo hacía posible representaban
para aquello de la existencia humana que le resultaba más caro. Porque
América es una organización: los business -los negocios - por encima de
los americanos indígenas – de raíz holandesa, inglesa y escocesa – por encima
de todo – como fórmula mágica. (…) Y la cabeza libre de toda intelectualidad.
Porque aquí se piensan cosas. La idea no existe. No es posible, por esto, el
goce espiritual – y es sustituido por el placer material – baseball –
regatas – juegos luminosos en el teatro – sonidos musicales mecánicos – pick
nicks – ice cream – sports – baile -ingenios mecánicos de pasatiempo
– cinematógrafo… Y el ideal común: dollars! New York – la ciudad de los
business – de los negocios. (…) -aquí no hay nada más. Todo es negocio – el trabajo,
el arte, cualquier actividad. Todo es algo industrial. – Y el hombre ha creado
esta industria – tal como existe aquí – ahora es formado por esa
industria (45).
Esa intensa actividad de
apropiación visual también está presente en los álbumes de acuarelas que
realiza en 1920, donde se alternan rápidas impresiones de Nueva York con
estrellas de cinco puntas, bosquejos de anuncios publicitarios, objetos comunes
a los que superpone precios, etc. En estas acuarelas Torres García va mucho más
allá de la mera colección de vistas o impresiones. En ellas, la ciudad siendo
el tema dominante no impone sus condiciones a la obra, sino que es estilizada
por Torres García en un juego de trazos y sugerencias muy gestual y personal, y
mediante la estampación de grandes letras negras el molde integra el lenguaje
visual del reclame publicitario a la obra.
Torres García había
llegado a Nueva York convencido que la ciudad moderna, a la que aun nadie había
visto como él, era el modelo del nuevo arte. Al principio de su estadía creyó
confirmarlo, y la importancia de la obra que realiza, no tanto por su cantidad
sino por lo que descubre en los menguados dos años que vive en la gran ciudad,
es también confirmatoria. Pero a los dos años de su llegada decide volverse a
Europa, ya que -a pesar de la amabilidad de los americanos, que nunca deja de
agradecer- le resulta imposible congeniar con la forma de vivir en Nueva York.
Torres García escribe que El reloj ha de ser el servidor del hombre, y no
este de él, que le hizo. Y como servidor ha de servirle, y mucho le servirá,
que si se muere a veces por curanderismo o brujería, se muere aun más por
medicina, y hasta por exceso de higiene, y esto hasta los médicos lo saben.
Todo está previsto -está bien-, pero sólo hasta un límite, ¿y después? El
instinto y el alma van más allá. (46)
Notas
(45) JTG 1921. p.69.
(46) JTG 1936, p.172.
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