Pintar Nueva York (1)
“Me di cuenta entonces de
que si bien es cierto que aquello que constituye la esencia del arte griego,
esto es, la estructura y no la imitación, la intuición y no la sensación, por
ser lo esencial también de todo arte grande no puede ni debe variar a través
del tiempo, y es por esto que lo podríamos llamar el elemento fijo; no así
aquello que toma el artista de la realidad viviente, que ha de marchar a compás del tiempo. Por esta
razón, pues, varié de rumbo y en vez de marchar de cara a la arqueología le
volví la espalda para observar cuanto había en la realidad en la que vivía. Y
entonces entré de lleno en un mundo nuevo, inagotable. Todo me pareció
interesante, fuese lo que fuese -y lo es- pero en los casos vivientes descubrí
otra armonía, otra música, otro ritmo; y entonces fue cuando por primera vez
pensé en esta gran ciudad de New York, la ciudad más ciudad, en la que más intensamente
se siente el tiempo presente. (…) Y ahora ya no tengo que decirle para qué he
venido a Nueva York. He venido para realizar esa idea de arte nuevo, ese
moderno clasicismo en la ciudad también más moderna
(41).”
Convencido de que el
artista debe poner su obra al compás del tiempo en que vive, Torres García se
establece en Nueva York entre 1920 y 1922, buscando la ciudad que le descubra
una nueva forma de pintar, la forma que correspondiera con su contemporaneidad.
No emprende un viaje de estudios ni de turismo; al igual que la primera vez que
el artista cruzó el Atlántico se trata de una emigración, ahora con su esposa y
sus tres hijos, hablando muy poco inglés y en condiciones económicas poco
favorables. El deslumbramiento que le provoca la ciudad más moderna y dinámica
de su tiempo está bien documentado en su libro “New York (42)”, que en sus
primeras páginas es una vertiginosa expresión de poesía visual en la que
formas, colores, letras y cifras desfilan frente a los ojos del artista. Casas
rojas, amarillas, grises. – Anuncios - fijos, móviles, luminosos, acústicos,
bajando, subiendo, vibrando siempre, sin dejar reposo a la sensibilidad. - El
puerto - visión extraordinaria - realidad cubista - futurista -geometría –
rojo, negro, ocre – humo, agua oleosa, cables, sirenas, banderas, señales - mil
rostros humanos asomados en el gigante transantlántico – mil lenguas diversas
en letras - brea – alquitrán – millones de chimeneas humeando.
Lo que la ciudad moderna
tenía para enseñarle y que Torres García había vislumbrado en Barcelona, en
Nueva York adquiere su máxima expresión; es la quintaesencia de la conjunción
de una arquitectura urbana fuertemente estructurada y prismática -en la que se
alterna la rítmica aparición de las aberturas de los edificios con el caos de
los carteles- y el incesante movimiento de la gente y vehículos. Si las Calles
de Barcelona están construidas en un equilibrio estático, en el que el
movimiento callejero se organiza-podríamos decir que para siempre- en una
estructura ortogonal, en las calles de Nueva York Torres García cumple la
premisa de atrapar pictóricamente el dinamismo de la ciudad moderna. En New
York de 1920, el movimiento de personas, carros y caballos se impone a la estructura
de la ciudad. Respetando siempre la premisa de que todos los elementos deben
estar sujetos en el plano, la sensación de profundidad -que nace más del
escorzo de los objetos que de las fugantes- se compensa mediante la entonación
del color. Aparece la línea negra con una función que será cada vez más
relevante en la obra de Torres García, no solamente para dibujar contornos de
objetos, sino para representarlos gráficamente.
En Síntesis de New
York se produce un paso más en esta dirección. En un entramado visual
urbano que ahora sí es totalmente plano, todos los objetos han sido reducidos a
formas muy simplificadas. Lo que dibujan las líneas es a la vez la
representación de objetos y un grafismo que parece una escritura, y esa ambigüedad
se potencia con la inclusión de letras, números y palabras, de las cuales
BUSINESS domina el centro de la obra, y no por casualidad.
Es que ese trozo del mundo
que Torres pone frente a sus ojos para crea un cuadro, ahora no está mudo. La
ciudad no está ahí simplemente para ser vista, para ser objeto de arte;
no está despojada de discurso, sino que este es parte inextricable de la urbe y
de la sociedad que la hace posible. El anuncio publicitario -ineludible- pesa
tanto y más que la arquitectura. El anuncio invade la pared - en las anchas
fachadas - en lo alto de las altas casas – en cualquier muro – en cualquier
superficie alta o baja – en mil formas – en mil dimensiones. – Invade el
periódico -sin dejar espacio para otras cosas, invade las revistas – sin que
quede lugar para nada más. – Ocupa hasta el más pequeño espacio aprovechable en
los tranvías elevados y subterráneos – en los ómnibus – en los ferry-boats.
Decora toda suerte de vehículos, llena las vitrinas de los grandes bazares y de
las pequeñas tiendas (43).
La fiesta luminosa de
Broadway, cada noche, es el grito, en competencia, de cada anunciante. Una
belleza bien nueva – una locura. Aquí todo es negocio – un billón de dollars –
cada año – en anuncios. Tres cuartas partes del capital para el anuncio, una
parte para la industria (44).
Si en New York de
1920 el cartel de anuncio aparece solamente como un elemento más del paisaje
urbano, en Síntesis de New York de 1921 las palabras tienen un cometido
bien diferente. No expresan ya lo que la ciudad tiene para decirle al que la
vea, sino lo que el pintor piensa que es su esencia. Desde su concepción el
tratamiento de la obra es radicalmente otro, ya que no se trata de esa pintura visual
que Torres venía haciendo, sino que ahora la operación además de plástica
también es conceptual. Ya no hay una traducción de lo percibido por medio de
equivalentes plásticos, hay una reconstrucción libre, indudablemente una síntesis.
Y en esa síntesis, Torres García le devuelve a la ciudad el mensaje con que
esta tanto machaca los ojos de quien quiera mirarla; BUSINESS. Porque el
anuncio publicitario no tiene otro origen ni otro cometido que ese.
Notas
(41) “El pintor J Torres
García habla de su arte y de sus proyectos”, La Prensa, Nueva York, 10 de marzo
de 1921. En Cecilia de Torres, Torres García en Nueva York 1920-22 del
catálogo Torres García Trazos de New York, Museo Torres García /
Artepadilla / Caixa, Río de Janeiro.
(42) JTG 1921.
(43) JTG 1921. P. 81.
(44) JTG 1921. P. 70.
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