Veo
el mundo; Barcelona
Por puro azar… (no, sino
emergiendo de lo más hondo suyo) no por puro azar, entonces, sino obedeciendo
inconscientemente a una interna visión, puso, decimos, en esa primera obra, y
en sus nichos respectivos, una Casa (como esas que dibujan los niños) un Barco,
un Áncora, la letra B, un Hombre, un Pez… Y mostró ese cuadro, como solía y
entre otros, a un amigo el cual se estuvo largo rato contemplándolo sin decir
palabra. Dijo al fin: veo yo aquí algo muy grande: el mundo… Torres casi no le
dejó acabar, porque los dos, en aquel momento, habían comprendido algo.
Así describe Torres la génesis
de su Universalismo Constructivo (39), donde las cosas del mundo y del hombre
están representadas por medio de formas gráficas, tanto símbolos arquetípicos
como signos que evocan ideas u objetos de la contemporaneidad del artista. La
estructura que los contiene, regulada por la sección áurea, ha ido buscando una
concordancia con la estructura del universo. “Pues la estructura del
Universo, la estructura del hombre y la estructura del Arte son idénticas. (…)
Y entonces ya no se pinta un cuadro, se busca realizar otra cosa: Una
estructura (40). Ese será el otro extremo de un periplo signado por la
abstracción y la representación, que comienza en el Arte Mediterráneo; de la
idealización de la forma humana y de la representación también idealizada de tipos
humanos -hombre, madre, viejo- arriba al grafismo como formulación plástica
de la idea.
En las calles de
Barcelona que Torres García pinta a partir de 1917, y las de Nueva York de unos
años después, el mundo en cambio aparece solamente como un pretexto, como algo
contingente a partir de cuya visión el artista construirá la obra. Se trata ahora
de pintura visual y no pintura mental. La observación de la realidad concreta
antecede la mayoría de las obras, aunque estas son realizadas bajo la premisa
de que el arte no debe imitar la realidad. La visión de las personas, vehículos
y edificios reales, en el cuadro no tendrá su correlato en elementos que
intenten imitarlos sino por otros elementos también reales -y por esto,
concretos- de una verdad de carácter plástico, línea, forma y plano de color,
organizados en una estructura. Torres-García consigue transformar entonces el
caótico espectáculo de la ciudad, con sus diversos espacios y sus múltiples
líneas de fuga en una composición de formas que se resuelven en el plano. A
diferencia de los frescos, esta es “pintura de caballete” realizada generalmente
al óleo, lo que permite un tratamiento de la forma diferente y más radical. Los
objetos ya no están descritos por la línea sino que devienen en manchas de
color; se produce la fragmentación de las formas y del espacio por la
superposición y el consiguiente troquelado mutuo de los objetos. Ya no se trata
de un proceso de idealización, como en los frescos, sino de abstracción.
La obra Calle de
Barcelona es un buen ejemplo del uso del tono como medio de lograr una
resolución de la obra en el plano, sin elementos que se salgan o se hundan. El
pintor logra que la sensación de profundidad que impone la mirada “normal”
quede anulada por el uso del color. Sobre el lado derecho, la casa, el tranvía
y el auto que está en el primer plano, parece que estuvieran apilados el uno
sobre el otro y no situados en planos diferentes. Abajo a la izquierda, debajo
de la copa del árbol es donde se produce la mayor tensión; en virtud de la
muchedumbre callejera que está representada se establece una lejanía, el ojo
quiere ver líneas de fuga y un “cerca y un lejos”. Pero el tono o valor con que
está pintada la columna de aluminio que está en primerísimo plano es mucho más
bajo que el adyacente inmediatamente a su izquierda, y que corresponde a algo
que está mucho más lejos. Asimismo, todo el color del fondo que corresponde a
ese “lejos”, está puesto con un tono bastante alto (exactamente al revés que en
las lejanías azuladas que se inventaron en el renacimiento). De esta forma se
restablece el equilibrio y la obra queda resuelta en el plano. La organización
de la obra está claramente dirigida por una estructuración ortogonal que
articula todas las formas, que tienen su valor sin importar si son objetos,
sombras o trozos de fondo. Esta independencia de la función plástica se hace
evidente por la construcción de una especie de vallado o ritmo de verticales
que atraviesa por el medio el cuadro en forma horizontal.
Notas
(39) Torres García pintó
su primera obra constructiva en 1929, en París.
(40) JTG, 1947. P 57
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