AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA
(13)
LA TOTALIDAD TEMPORAL DEL
HÉROE
(el problema del hombre
interior o el alma) / 1
1) El hombre en el arte
es hombre integral. En el capítulo anterior hemos definido el cuerpo externo
como el momento estéticamente significativo y el mundo de los objetos como el
entorno del cuerpo externo. Hemos convenido que el hombre exterior como valor
plástico figurativo y el mundo que le es correlativo y que se combina con él
estéticamente transgreden una autoconciencia posible y real del hombre, su yo-para-mí,
su conciencia viviente y capaz de vivenciar; no pueden, por principio, ubicarse
en su actitud valorativa hacia sí mismo. La comprensión estética y la figuración
del cuerpo externo y de su mundo son el don de otra conciencia (la del
autor-observador con respecto al héroe), que no es una expresión suya desde
adentro de él mismo, sino una actitud creativa y constructiva, que establece el
autor en tanto que otro con respecto al héroe. En el presente capítulo
hemos de fundamentar lo mismo también en relación con el hombre interior, con
la totalidad interna del alma del héroe como fenómeno estético. También el alma
como algo dado, como una totalidad de la vida interior del héroe
vivenciada artísticamente, que transgrede su orientación vital semántica, su
autoconciencia. Nos hemos de convencer de que el alma como una totalidad
interior que está en proceso de formación en el tiempo, como una
totalidad dada, existente, se constituye mediante categorías
estéticas; se trata del espíritu tal como este se ve desde afuera, desde
el otro.
El problema del alma es
metodológicamente un problema estético y no puede ser el problema de la
psicología, que es una ciencia causal carente de valoraciones, puesto que el
alma, a pesar de que se desarrolle y se forme en el tiempo, es una totalidad
individual, valorativa y libre; tampoco puede este problema pertenecer a la
ética, puesto que el sujeto ético se presenta frente a sí mismo como un valor y
por principio no puede ser dado, existir, ser contemplado: se trata de un yo-para-mí.
También el espíritu del idealismo es pura suposición, que se constituye con
base en la vivencia propia y de una actitud solitaria hacia sí mismo; el yo trascendental
de la gnoseología también tiene un carácter puramente formal (basado también en
la vivencia propia). No tocamos aquí el problema religioso y metafísico (la
metafísica sólo puede ser religiosa), pero no cabe duda de que el problema de
la inmortalidad se refiere precisamente al alma, no al espíritu, o sea a
aquella totalidad individual y valorable que transcurre en la temporalidad de
la vida interior, que vivenciamos en el otro, que se describe y se
representa en el arte mediante la palabra, el color, el sonido; esto es, al
alma que se ubica en un mismo plano de valores que el cuerpo externo del otro y
que no se separa de ese cuerpo en el momento de la muerte o de la inmortalidad
(resurrección de la carne). Dentro de mí no existe el alma como una totalidad
de valores ya dados y existentes en mí, en mi actitud hacia mi persona yo no
tengo nada que ver con el alma, y mi reflejo propio, puesto que es mío, no
puede generar un alma, sino tan sólo una subjetividad mala y desarticulada,
algo que no debe ser; mi vida interior que transcurre en el tiempo no puede
concretarse para mí en algo de valor, algo que debería ser guardado y permanecer
eternamente (desde dentro de mí mismo en mi actitud solitaria y diáfana hacia
mi persona se entiende intuitivamente sólo una condenación eterna del alma, y
únicamente con ella puedo yo ser solidario internamente), el alma desciende
hacia mí como la gracia hacia un pecador, como un don inmerecido e inesperado.
Es dentro del espíritu donde yo puedo y debo solamente perder mi alma, y esta
puede ser conservada únicamente gracias a las fuerzas que no son mías.
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