por Alberto López
El poeta chileno renegó de cualquier encasillamiento vanguardista para
crear un movimiento en el que las palabras cobran vida llevadas al extremo de la
expresividad
Nacido en el seno
de una familia aristocrática, los continuos viajes que pudo hacer Vicente Huidobro desde niño le permitieron conocer
las vanguardias europeas, y que formase su propia visión del mundo. Fue un
prolífico escritor desde joven por influencia de su madre, también poeta, y
creó un movimiento literario, el creacionismo, para utilizar las palabras hasta
el límite de la creatividad. Es considerado uno de los poetas chilenos más
destacados junto con Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Pablo de Rokha, además del
impulsor y divulgador vanguardista más influyente en Hispanoamérica en el
primer tercio del siglo XX.
Vicente García-Huidobro
Fernández nació en Santiago, la capital de Chile, el 10 de enero de 1893, en
una familia adinerada, relacionada con la política y la banca. Su padre,
Vicente García-Huidobro, era el heredero del marquesado de Casa Real, y su
madre, María Luisa Fernández Bascuñán, una activa feminista y organizadora de
numerosas veladas literarias.
Los primeros años
de su vida los pasó en Europa y publicó su primer poema con 12 años. Al
regresar a Chile en 1907, Vicente empezó a estudiar en el Colegio San Ignacio
de Santiago, perteneciente a la Compañía de Jesús, del que fue expulsado por
llevar un anillo que según decía era para casarse. Años después criticó en sus
obras la enseñanza jesuítica.
Empezó estudios de
Literatura en la Universidad de Chile, que no terminó, y publicó Ecos del alma en 1911, una obra con tendencias
modernistas. Al año siguiente se casó con Manuela Portales Bello y comenzó a
editar la revista Musa Joven, en la que apareció
parte de su libro posterior, Canciones en la noche,
así como su primer caligrama, Triángulo armónico.
Vicente Huidobro, nombre que adoptó para firmar sus
obras, decidió muy pronto abrirse camino en el mundo de las letras, pero a la
vez se negó a reducir su atmósfera literaria a Chile y se mudó a París en 1916,
donde participó en todos los movimientos de vanguardia del momento, aunque
pronto se distanció de manera voluntaria de todos ellos y empezó a crear su
propia corriente, conocida como creacionismo.
Para Huidobro el
artista no debía limitarse a imitar la Naturaleza, sino que tenía que mantener
con ella una especie de competición en la que podía mostrar el vitalismo de su
propia obra. Esta famosa tesis la sintetizó en la fórmula "¿Por qué cantáis
a la rosa, ¡oh poetas!? "Hacedla florecer en el poema". Esta
propuesta llevaba aparejada la necesidad de crear nuevas imágenes y un novedoso
lenguaje poético capaz de romper con todos los niveles de la lengua y de
generar también su propia sintaxis. La yuxtaposición de oraciones, vocablos y
sonidos extrañamente puestos en contacto se convirtió en una de las
características más destacadas de este nuevo movimiento.
Los creacionistas,
con Huidobro a la cabeza, cerraron filas en torno a estas propuestas tan
originales como a veces delirantes, y aún hoy alabadas por la mayoría pero
también con un gran sector crítico que lo acusó de mero prestidigitador de las
palabras. Con esta estética viajó a Madrid en 1918, donde fundó un destacado
grupo de poetas creacionistas dedicados a la redacción de textos que siguieron
fielmente los principios del ya por entonces respetado y prolífico maestro
chileno. Huidobro se expresaba igual de bien en castellano que
en francés y por eso los editores competían para publicar sus obras. En la
capital de España se relacionó con refugiados, participó en tertulias y
continuó publicando cuatro libros más.
Su interés por el
conocimiento y la naturaleza fue en aumento y realizó diversos cursos sobre
ciencias en diversas universidades, además de acercarse a lo exotérico:
alquimia, astrología, cábala antigua y ocultismo en general.
Al regresar a París
unos años después, en 1925, Vicente Huidobro continuó
su febril proceso de creación poética, también enriquecido con un curioso acercamiento
al género narrativo-cinematográfico. Sin embargo, su interés por la política,
donde conoció el fracaso, trastocó su vida personal con un extraño suceso con
una joven de 15 años: Ximena Amunátegui.
El gran poeta a los
ojos de todo el mundo conoció a Ximena, una joven estudiante, y decidió dejar a
su esposa, con quien llevaba 15 años casada, y a sus hijos. Ximena no solo era
menor de edad, sino que era hija de un poderoso chileno que se oponía a su
relación con Huidobro. El poeta se fue a París para olvidar el desengaño, cerró
la casa en Montmartre donde había residido con su familia de niño y se mudó a
Nueva York, donde también tuvo éxito como escritor de guiones.
Sin embargo, en
1928, cuando Ximena Amunátegui acababa de alcanzar la mayoría de edad, el poeta
regresó a Chile y la secuestró de la escuela secundaria donde estudiaba. La
pareja se mudó a París y vivieron felices en el distrito de Montparnasse en
unos años de plenitud amorosa y creativa para el poeta.
Huidobro estaba en
el apogeo de su fama y disfrutaba del éxito alcanzado por su novela
cinematográfica Mio Cid Campeador (1929), en
la que el poeta mismo, que se jactaba de ser descendiente de Rodrigo Díaz de
Vivar, identificó su aventura con Ximena Amunátegui como una reencarnación moderna
de la pareja formada por El Cid y Doña Jimena.
Tras este éxito de
su versión del Cid Huidobro decidió reanudar un proyecto largo y ambicioso que
había comenzado diez años antes: Altazor o el paseo en
paracaídas, la obra maestra del creacionismo universal, que junto
con Temblor de cielo constituye el mayor legado a la
poesía de su tiempo y cuyo valor poético continúa siendo incalculable.
En 1931 viajó de
nuevo a Madrid para gestionar la publicación de Altazor y Temblor de cielo. Allí asistió al recital de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, y también se generó en esa época
una breve disputa epistolar con Luis Buñuel por motivos políticos. Regresó
de nuevo a su país en 1932 presionado por la crisis económica mundial y vivió
una intensa actividad política en favor del Partido Comunista de Chile.
En 1934 nació su
quinto hijo, y sus convicciones políticas eran tan fuertes en este momento que
lo llamó Vladimir en honor a Lenin. En estos años alternó sus nuevas obras con
la fundación de revistas y la crítica cinematográfica en diversas
publicaciones.
Entre Huidobro y
Pablo Neruda se desató una polémica en 1935 al aparecer el primero de manera
más destacada en la Antología de poesía chilena
nueva. En 1936, junto a Picasso, Arp, Vasily Kandinsky, Robert y
Sonia Delaunay, entre otros, firmó el Manifiesto dimensionista y
produjo artículos políticos antifascistas a la vez que organizó a los
escritores chilenos en solidaridad con la España republicana durante la guerra
civil.
En 1937 se acentuó
la polémica con Neruda al encontrarse ambos en España apoyando la causa
republicana. La Asociación Internacional de los Escritores por la Defensa de la
Cultura intervino desde París enviándoles una carta a ambos donde les instaba a
deponer su actitud.
De regreso a Chile,
publicó el poema en prosa Fuera de aquí contra
militares fascistas italianos que visitaban el país, lo que originó una gran
corriente de opinión en su contra. En 1938 nació el grupo La Mandrágora, un
movimiento surrealista chileno que se gestó en reuniones en casa de Huidobro.
En 1945 volvió a
Europa como corresponsal de guerra y transmitió desde la capital francesa sus
crónicas. Allí recibió una carta de su mujer, Ximena, anunciándole la
separación. Se alistó y entró con las tropas aliadas en Berlín llegando a ser
capitán, pero fue herido y dado de baja, regresando a Santiago con su tercera
mujer, Raquel Señoret.
En 1946 se instaló
en un balneario costero de la región central del país, en Cartagena, donde
nunca se recuperó de sus heridas de guerra y su salud fue decayendo. Al año
siguiente sufrió un derrame cerebral que se atribuyó a una consecuencia de esas
heridas y el 2 de enero de 1948 falleció en su casa a los 54 años.
De acuerdo con sus
deseos, fue enterrado en una colina frente al mar, y su hija mayor, Manuela, y
Eduardo Anguita escribieron el epitafio que dejó escrito y que hace honor a su
corriente creativa del creacionismo: “Aquí yace el poeta Vicente Huidobro / Abrid la tumba / Al fondo de
esta tumba se ve el mar”.
Huidobro escribió
más de una treintena de obras entre libros de poesía y de narrativa poética, de
los cuales poco más de una decena fueron publicadas de manera póstuma. El mismo
año de su muerte, Manuela publicó Últimos poemas, una
recopilación de textos inéditos y textos dispersos en revistas.
Para preservar el
legado del poeta se fundó en 1990 la Fundación Vicente Huidobro en Santiago de
Chile. Posee un Centro de Documentación y Archivo que está abierto a
investigadores, estudiantes y público general con el propósito de promover
iniciativas para el estudio y la difusión de las obras de Huidobro, así como
las de las vanguardias. La fundación, que es una institución sin ánimo de
lucro, la preside el nieto de Huidobro, Vicente García-Huidobro Santa Cruz.
Gracias también a la fundación, el 6 de abril de 2013 se inauguró el Museo
Vicente Huidobro en la que fuera su casa de Cartagena, de 320 m² y que tiene
seis salas y más de 300 documentos.
(EL PAÍS España/ 10-1-2020)
(EL PAÍS España/ 10-1-2020)
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