por Alejandro
Martínez Gallardo
El libro de horas es el libro en
el que Rilke encontró su voz poética. Aunque escribió cosas antes, este libro
bien puede considerarse su libro inaugural, y por lo tanto significa un
acontecimiento mayúsculo en la historia de la poesía. Heidegger dijo de
Hölderlin que "era el poeta del poeta", el hombre que era la más pura
encarnación de la poesía. Rilke, quien aprendió de Hölderlin, es el poeta de la
poesía, el poeta puro, último avatar de esta tradición de la luz que mantiene
la antorcha del fuego-palabra, que regresa la poesía a su espíritu original:
sintonizar la perpetuidad de la creación divina y alabarla en la palabra.
Rilke dedicó el libro a Lou
Andreas-Salomé, quien fue su amante (y quien también fue amada por Nietzsche,
aunque sin reciprocidad). Fue con ella que conoció Rusia y sus vastos cielos
azules, y la hermosa fe religiosa de los campesinos. Después de este viaje
escribió este libro (abajo he traducido una selección). En su diario, Rilke
anotó sus impresiones. Podemos asistir exactamente en este recuerdo al amanecer
del ars poetica que defiendo aquí con el poeta checo:
Lo que había visto
hasta ahora no era más que una imagen de la tierra y el río y el mundo. Aquí,
sin embargo, todo es su propio ser. Siento como si hubiera sido testigo de la
creación; unas pocas palabras por todas las existencias, las cosas en la medida
de Dios, el Padre.
(1900)
El énfasis es mío. Siento como
si hubiera sido testigo de la creación. Este es el estado que
define al verdadero poeta. El punto de partida -eje y omphalos- de
la poesía. Recordemos que la palabra poiesis significa
"creación". Pero el poeta no crea; es quien percibe la creación. Es
quien desarrolla la percepción, el ritmo para sintonizar la creación. Descubre
-como los místicos- que la creación no ocurrió en un ayer remoto, sino que es
presencia perpetua. Cada instante resume la eternidad; como escribió
Simone Weil, siguiendo a su maestro Platón: "el grano de mostaza, el
instante, la imagen de la eternidad". Pero más aún, que la creación es
instaurada a través de la palabra (que es la luz), por lo cual la palabra
poética es una re-creación. Esta es la idea que me interesa desarrollar y la
cual creo que es, simplemente, lo que constituye la más pura realidad poética:
que es más una mirada, una transparencia a la continuidad del acto creativo,
una porosidad de lo inmanente a lo trascendente, y no una innovación o una
gestación individual.
*
En El libro de horas presenciamos,
somos los invitados al proceso mismo del nacimiento de la percepción poética,
lo que Blake describió como la apertura de las puertas de la percepción -la
admisión a la realidad y su infinitud-. Presenciamos en Rilke el tormentoso
nacimiento de la percepción poética, en la cual ya está la voz, como lo está en
Dios su verbo, eternamente diciéndose. Rilke siente la dicha de participar en
la obra divina, de ser la parte culminante, pues la obra necesita ser percibida
para cobrar sentido. En el primer poema del libro habla de un momento en
el que la luz se posa sobre él y lo envuelve como un anillo. Todo vibra y
ocurre una transformación: puede sentir que participa en la vida y que el mundo
es maleable, elástico, traslúcido. Como Adán en el Edén, las cosas vienen a él
y se revelan, la naturaleza se vuelve responsiva como una novia que se acerca
infinitamente; se celebra una especie de hieros gamos entre el
poeta y el mundo.
*
La creación no está completa hasta que
no es vista con los ojos del poeta. Es decir, con los ojos mismos del creador.
Como escribió Meister Eckhart: "los ojos con los que veo a Dios son los
ojos con los que Dios me ve a mí". Este es el secreto de todo verdadero
poeta, el secreta secretorum, el sine qua non de
la poesía. Lo descubre Rilke en su hora, cuando el cielo se inclina hacia él:
son los ojos del primer día, los ojos adánicos. El poeta es su mirada, su
percepción depurada. Al permitir que la percepción poética se arraigue, el
poeta descubre que la creación está ocurriendo en su interior, que el dios
oscuro, de las raíces sedientas, está surgiendo y revelándose. Hay temor y silencio,
"belleza y terror", una veneración natural en la que participa, pero
no obstante lo que suceda, "ningún sentimiento es un error". Es el
poder de un auténtico poeta, que nos hace descubrir en sus palabras nuestros
sentimientos más profundos y reconciliarnos con ellos a través de la belleza.
La palabra como resonancia curativa.
...El parto de la luz en la oscuridad
de la tierra. La divinidad se revela a través de lo que podemos sentir, en su
más profunda acepción. En un poema, Rilke recuerda las palabras dichas por Dios
a sus criaturas durante la creación, motivándolas a experimentar el más variado
espectro, ir hasta el límite de los sentidos, bebiendo de la fuente inagotable
que es la vida misma; un maná, siempre presente. Ninguna sensación o sentimiento
es final, nada que podamos sentir es concluyente, pero cada sentimiento
contiene la totalidad, cada uno bebe de esta fuente infinita. Y cuando
confiamos en esto, entonces Dios camina con nosotros, nos toma de la mano, como
se dice que caminó en el Paraíso con el hombre, en el fresco de la mañana,
recorriendo su vasta creación y nombrándola.
*
El poeta es quien siente, es el que
aguza los sentidos, el que socava el instante como si contuviera, en su
sensación, una perla de gran precio. ¿Pero qué es lo que es tan extraordinario
de sentir? Todos sentimos, es cierto. Pero el poeta tiene el aliciente y, más
aún, la responsabilidad de sentir no sólo lo que aparece sino la luz en la que
las cosas aparecen, el fondo que sostiene toda percepción -donde "un
fuego crece cuya sombra cubre el mundo"-. Al sentir, el poeta descubre
que lo que siente no tiene límites, que es capaz de absorber y abarcar el mundo.
Que la abundancia no deja de ser abundante cuando se bebe abundantemente de
ella. Podríamos especular que esto implica que la sensación es el
porqué del mundo: Dios quiere ser sentido en nosotros, como dice un poema
posterior de Rilke. Es sentido en nosotros: nosotros sentimos el mundo y eso
que sentimos es Dios, pero Dios es también nuestro sentido: nuestros sentidos y
nuestro sendero, un camino hacia sí mismo. Esto lo refleja perfectamente el
sánscrito, donde el dios Indra y los sentidos (indriya) tienen la misma
raíz. En una de las Upanishad se dice que los sentidos son
"los sementales de Indra", los que llevan el carro del Supremo. A
través de los sentidos, la divinidad pasea por el mundo y goza de su propia
obra. Una obra que no escatima, y su gloria es tanto la belleza como el terror,
la luz y la sombra.
Como todos los grandes poetas después
del Cantar de los Cantares, Rilke en su último poema nota que el
amor promete, en la intensidad de su deleite, la posibilidad de la existencia
más allá de la muerte, una especie de fuego que el agua no apaga, un existir
ilimitado que es el fruto del acto esencial de la libertad, que es el amor. Al
leer la frase "concede la muerte que viene de esa vida en la que
conocimos el amor", me viene a la mente San Juan de la Cruz: "En
el atardecer de la vida, seremos examinados en el amor".
Libro de las horas (1905)
En este momento la
hora se inclina y me toca
con su lúcido anillo
metálico
mis sentidos vibran.
Se forma el sentimiento:
Yo puedo- y
palpo el día elástico.
Nada estaba completo
antes de ser visto por mí,
todo ir y venir ahora
yace quieto.
Mis ojos están maduros
y todo lo que desean
se acerca como una
novia.
Nada es demasiado
pequeño: contra un fondo de oro
lo pinto grande y
amoroso
y lo sostengo en
alto, nunca sabré
de quién es el alma
que puede liberar.
*
Estoy en el extremo
del siglo,
Uno puede sentir el
viento de una gran página-
que Dios y tú y yo
hemos llenado de escritura-
girando por lo alto
en manos extrañas ahora.
Uno puede sentir el
resplandor de esta hoja nueva,
en la que todo puede
inscribirse aún.
Las fuerzas silentes
ponen a prueba su rango
y se miran entre sí
oscuramente.
*
Tu primera palabra
fue Luz:
y el tiempo comenzó.
Tu segunda palabra
fue el Hombre y el miedo se esparció
(todavía nos
ensombrecemos ante su sonido)
antes de que tu
rostro retomara su creación.
Y por ello temo tu
tercera.
Seguido rezo en la
noche: sé el mudo,
el que crece firme en
gestos
y es movido por el
espíritu en los sueños
a inscribir la
onerosa suma del silencio
en lo alto de las
montañas y en las frentes humanas.
Sé el refugio de
la ira
que expulsó lo
inefable.
La noche cayó en el
Paraíso:
sé el pastor
cuyo cuerno suena una sola vez-
pero sólo como
cuentan nuestras antiguas historias.
*
Si hubiera crecido en
otra tierra,
una con días más
ligeros y horas más sutiles,
habría hecho para ti
una fiesta singular
y mis manos no te
habrían sostenido
con temor y tensión,
como suelen
hacerlo.
Habría sido valiente
y te habría consentido,
a ti Ahora ilimitado.
Te habría lanzado
como una bola
hacia todo deleite
ondulatorio,
para que alguien te pudiera
atrapar y saltara
con las manos en alto
para contener tu caída,
tú cosa de
todas las cosas.
Te habría hecho
brillar y surcar por el aire
como un sable.
Habría hecho que tu
fuego se renovara
en un gran anillo
dorado.
y habría hecho que se
sostuviera
en la más blanca
mano.
Te habría pintado: no
en la pared
sino en el cielo, de
extremo a extremo,
y te habría
esculpido, de la forma en que un gigante
te esculpiría: el
pico de una montaña, un fuego radiante,
un simún irrumpiendo
en la arena del desierto-
*
en verdad tal vez te
encontré
una vez...
Mis amigos de la
infancia están lejos;
apenas puedo seguir
escuchando sus risas
y tú: te has caído
del nido
eres una joven ave y
tienes garras amarillas
y ojos grandes y atraviesas
mi corazón.
(Mis manos deben
parecer gigantes.)
Y la punta de mi dedo
eleva una gota del pozo
y escucho, escucho,
algún sonido de tu sed
escucho tu corazón y
el mío
palpitando de temor.
*
Vivo mi vida en
círculos crecientes
que se esparcen por
todo lo que me rodea.
Quizá no logré el
verdadero final
pero eso será mi
meta.
Circulo a Dios,
rodeando la antigua torre,
llevo dando vueltas
un eón,
y todavía no lo sé:
¿soy un águila, una tormenta
o una soberana
canción?
*
Tengo muchos hermanos
que usan sotanas ligeras
en el sur, donde hay
laureles en los claustros.
Sé cuan humanas hacen
sus madonnas,
y sueño seguido con
jóvenes Tizianos
entre los cuales Dios
se mueve
como una flama pura.
Pero aquí, donde los
instintos se vuelcan hacia dentro:
Mi dios es oscuro y
como una red
de raíces intrincadas
todas bebiendo en silencio.
Que de este sediento
calor yo emerjo
es lo único que sé:
pues mis ramas
mantienen la calma
perfectamente
y sólo se mecen en el
viento.
*
Yo soy, tú el
ansioso. ¿No me escuchas
volcándome sobre ti
con todos mis sentidos?
Mis sentimientos, que
han hallado alas, dan vueltas
como aves blancas
alrededor de tu rostro.
Y mi alma -¿no puedes
verla ahí
erigida frente a ti
en una túnica de silencio?
¿Acaso mi plegaria de
primavera
no madura en tus ojos
como en un árbol?
Si tú eres el
soñador, yo soy tu sueño.
Pero si eliges estar
despierto, yo soy tu voluntad
y me convierto en el
maestro de toda la majestad
y redondeo la
perfecta quietud como una estrella
que brilla encima de
la remota ciudad del tiempo.
*
Dios nos habla a cada
uno de nosotros al crearnos,
y luego camina con
nosotros en silencio fuera de la noche.
Pero las palabras,
que nos fueron dichas antes de empezar,
esas palabras son las
siguientes:
Impulsado hacia
delante por tus sentidos,
ve hasta el límite de
tu deseo;
invísteme.
En el fondo de las
cosas crece un fuego,
para que sus sombras,
alargadas,
me cubran por
siempre, completamente.
Deja que todo te
ocurra a ti: belleza y terror.
Sólo sigue adelante:
ningún sentimiento es un error.
No dejes que te
corten de mi fuente.
Cerca está el país
llamado Vida.
Lo reconocerás
por su gravedad.
Dame tu mano.
Oh Señor, danos a
cada uno nuestra propia muerte. Concede
la muerte que viene
de esa vida en la que conocimos el amor,
cuando encontramos
sentido, y sentimos necesidad.
Traducido por
Alejandro Martínez Gallardo (@alepholo), con base en la
versión inglesa de Edward Snow. Este artículo primero fue publicado en Cadena Áurea.
(pijamaSURF / 9-2-2018)
(pijamaSURF / 9-2-2018)
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