miércoles

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (99)


5 / LA POSESIÓN DE LOS DOS MUNDOS (3)

El discípulo había sido bendecido con una visión que trascendía el alcance del destino humano normal y que correspondía a una visión de la esencial naturaleza del cosmos. No se abrió ante él su destino personal, sino el destino de la especie humana, de la vida como un todo, del átomo y de todos los sistemas solares; y esto en términos adecuados a su entendimiento humano, o sea en términos de visión antropomórfica: el Hombre Cósmico. Una iniciación idéntica podría haberse efectuado por medio de la imagen igualmente válida del Caballo Cósmico, el Águila Cósmica, el Árbol Cósmico, o la Mantis Religiosa Cósmica. (31) Lo que es más, la revelación registrada en el “Canto del Señor” fue hecha en términos adecuados a la casta y a la raza de Arjuna: el Hombre Cósmico a quien él contempló era un aristócrata y un hindú como él. En forma correspondiente, en Palestina el Hombre Cósmico apareció como judío, en la antigua Alemania como germano; entre los Basuto en un negro y en japón un japonés. La raza y la estatura de la figura que simboliza el Universo inmanente y trascendente son de importancia histórica, no semántica; también el sexo: la Mujer Cósmica, que aparece en la iconografía de los jainistas (32) es un símbolo tan elocuente como el del Hombre Cósmico.

Los símbolos son sólo los vehículos de la comunicación, no deben confundirse con el término final, el contenido, de su referencia. No importas lo atractivo o impresionantes que parezcan, no son más que los medios convenientes, acomodados al entendimiento humano. De aquí la personalidad o las personalidades de Dios, ya sea que estén representadas en términos trinitarios, dualistas o unitarios, en términos politeístas, monoteístas o henoteístas, en forma pictórica o verbal, como un hecho documentado o como una visión apocalíptica, nadie debería intentar leerlos o interpretarlos como la cosa final. El problema del teólogo es conservar la transparencia de su símbolo, para que no oscurezca la misma luz que se supone ha de reflejar. “Porque sólo conocemos a Dios verdaderamente -escribe Santo Tomás de Aquino- cuando creemos que está muy por encima de todo lo que posiblemente el hombre puede pensar de Dios.” (33) El Upanishad Kena tiene el mismo espíritu: “saber no es saber, no saber es saber”. (34) El equivocar el vehículo por su contenido puede llevar a derramar no sólo la tinta sin valor sino la sangre valiosa.

La siguiente observación se refiere a que la transfiguración de Jesús fue atestiguada por devotos que habían extinguido sus voluntades personales, por hombres que habían prescindido hacía mucho de la “vida”, del “destino personal”, del “destino”, por una completa entrega a su Maestro. “Ni por medio de los Vedas, ni por penitencia, ni por limosna, ni siquiera por sacrificio, me habrán de ver en la forma en que acabas de contemplarme -declaró Khrisna, después de haber reasumido su forma familiar- sino por medio de la devoción por Mí, he de ser conocido en esta forma, realizado verdaderamente y penetrado. Aquel que hace Mi trabajo y me mira como la Meta Suprema, aquel que es devoto Mío y no odia a ninguna criatura, ese vendrá a Mí.” (35) La formulación correspondiente hecha por Jesús, aclara el punto en forma más suscinta: “El que pierda su vida por mí, la hallará.” (36)

El significado es muy claro; es el significado de toda práctica religiosa. El individuo, por medio de prolongadas prácticas psicológicas, renuncia completamente a todo su apego, a sus limitaciones personales, idiosincrasias, esperanzas y temores, ya no resiste a la aniquilación de sí mismo que el prerrequisito al nacimiento en la realización de la verdad y así madura, al final, para la gran reconciliación (unificación). Después de disolver totalmente todas sus ambiciones personales, ya no trata de vivir, sino que se entrega voluntariamente a lo que haya de pasarle; o sea que se convierte en anónimo. La Ley vive en él con su consentimiento sin reservas.

Muchas son las figuras, particularmente en los contextos sociales y mitológicos del Oriente, que representan este último estado de presencia anónima. Los sabios que viven como ermitaños y los mendigos errantes que juegan un papel importante en la vida y en las leyendas de Oriente; en el mito, las figuras como las del Judío Errante (despreciados, desconocidos, pero con la perla de gran precio en el bolsillo); el mendigo perseguido por los perros; el milagroso poeta mendicante cuya música apacigua el corazón; o el dios enmascarado: Wotan, Viracocha, Edshu; estos son los ejemplos. “Unas veces un tonto, otras veces un sabio, unas veces poseído de real resplandor, otras veces errando, unas veces tan quieto como un pitón, otras veces como una expresión benigna, unas veces lleno de honores, otras insultado, otras desconocido; así vive el hombre realizado, siempre feliz con la suprema dicha. Así como un actor es siempre un hombre, lleve o no la indumentaria de su papel, así es el perfecto conocedor de lo Imperecedero, siempre lo Imperecedero y nada más.” (37)

Notas

“Om. La cabeza del caballo del sacrificio es el amanecer, su ojo es el sol, su fuerza vital el aire, su boca abierta el fuego llamado Vaishvanara y su cuerpo es el año. Su espalda es el cielo, su vientre el firmamento, sus cascos la tierra, su cuatro costados los cuatro costados de la tierra, sus costillas los cuartos intermedios, sus miembros las estaciones, sus coyunturas los meses y las quincenas, sus patas son los días y las noches, sus huesos son las estrellas y su carne las nubes. Su alimento digerido a medias es la arena; sus venas, los ríos; su hígado y su bazo, las montañas; sus pelos, las hierbas y los árboles. Su parte anterior es el sol que asciende, su parte posterior es el sol que desciende, sus bostezos son los relámpagos, las sacudidas de su cuerpo son los truenos, su orina es la lluvia y sus relinchos son la voz” (Brihadanranyaka Upanishad, 1, 1, 1; traducido por Swami Madhavananda, Mayavati, 1934).

                                                                     …el arquetipo,
                                                                    Cuerpo de vida, deseo carnívoro y en punta,
                                                                    Suspenso por sí mismo en anchas de tormenta: mas los ojos
                                                                    Eran chorros de sangre, los ojos arrancados; sangre oscura
                                                                    Corría desde las tristes cuencas a la punta del pico.
                                                                    Llovía por los yermos espacios a los cielos vacíos.
                                                                    Mas la gran Vida prosiguió; y la gran Vida
                                                                    Era hermosa y bebió su derrota y devoró
                                                                    Como alimento su hambre.
                                                                                                                   (Robinson Jeffers, Cawdor, p. 116)

El Árbol Cósmico es una bien conocida figura mitológica (Yggdrasil, el Fresno del Mundo, de las Eddas). La mantis desempeña un papel más importante en la mitología de los bosquimanos del sur de África (ver también lám. XVI).

(32) El Jainismo es una religión hindú heterodoxa (niega la autoridad de los Vedas) que en su iconografía revela ciertas huellas extraordinariamente arcaicas (ver pp. 239 ss, infra.).

(33) Summa contra Gentiles, V, 3.

(34) Kena Upanishad, 2: 3.

(35) Bhagavad Gita, 11:53-55.

(36) Mateo, 16:25.

(37) Shankaracharya, Vivekachudamani, 542 y 555.

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