Definiendo lo siniestro
El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano (Poe).
El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano (Poe).
Se hace necesario comenzar este artículo aclarando los motivos por los cuales decidimos utilizar el concepto de lo siniestro para definir la obra de Edgar Allan Poe. Si bien suelen aparecer como sinónimos de siniestro términos tales como funesto, lúgubre, perverso, malvado, etc., ninguna de tales palabras condensa en su significación lo que queremos develar en la obra de Poe a partir del término siniestro.
Y es que asegurar que es un malvado o un perverso resulta vacuo; así
mismo afirmar que es lúgubre y funesto sería reduccionista. Las razones
por las que empleamos el término siniestro se deben al uso lingüístico que le han dado desde el arte romántico, sobre todo desde la lengua alemana y que el mismo Sigmund Freud se
encarga de rescatar en un trabajo que lleva como título el mismo
concepto. Antes de abordar este breve trabajo freudiano sobre el
desarrollo del mencionado término en la historia, la lengua y su uso por
parte de la cultura, nos detendremos a estudiar brevemente cómo llegó
esta palabra a tener uso en nuestra lengua, y más aun el sentido que
alcanzó en ella.
“Siniestro” proviene de la palabra latina sinister, que
hace referencia a todo lo que se sitúa del lado izquierdo (al contrario
que “diestro”). De igual modo, encierra un valor semántico que llega
desde la antigua Grecia,
donde también guardaba el valor de “lo femenino”, entendiendo que en
los individuos existe una dualidad del ser: lo femenino y lo masculino.
Hasta aquí no encontramos su equivalencia con lo terrorífico. Sólo en la cultura romana comenzaría
a cobrar su valor de mal augurio. Por ejemplo, era de mal augurio salir
a la batalla o viajar si las aves volaban hacia el lado izquierdo
(siniestro); en la Edad Media este dato contrajo gran valor, y con la
vigencia y relevancia de la Inquisición albergaría
aún más preponderancia, ya que se consideraba que el lado izquierdo era
(de nuevo) el lado propio de lo femenino y, a juicio de la Iglesia de
entonces, las mujeres eran mucho más proclives al mal y a la brujería:
no es desconocido el dato de que muchas personas fueron perseguidas y
condenadas por la Inquisición por su condición de zurdos. Es así como
todo lo relacionado con lo siniestro comenzó a contemplarse como lo
inclinado hacia lo malévolo.
Como
siempre se tiende a hacer un tabú de todo aquello que puede sonar
abyecto o aberrante, el idioma español acabó por dejar casi en desuso el
adjetivo “siniestro” con el significado de “izquierda” y lo reemplazó
por el vascuence ezker(ra), que se adecuó al español como “izquierda”.
Freud desarrolla su definición de lo siniestro apelando al filósofo Schelling,
quien a su vez lo define como “Aquella suerte de espanto que afecta las
cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás”. Para sustentarlo toma
el significado de los términos unheimlich, Heimlich y heimisch y los asocia entre sí, entendiendo que el primero alude a lo lúgubre y sospechoso, heimlich a lo oculto y sospechoso y heimisch a lo hogareño o familiar.
Si asociamos tales términos con Poe y su obra, observamos, con perplejidad, que aquellas cosas que parecían familiares se alzan como sospechosas y provocadoras de un gran espanto:
el gato negro que después de familiar empieza a resultar repulsivo; a
medida que pasa la historia, el protagonista se muestra cada vez más
sádico y obsesionado; la hermana, a causa de su catalepsia, es enterrada
viva y luego regresa de entre los muertos. Es esta una de las muchas
alusiones que podríamos realizar. Es necesario comprender que el valor
de tales sucesos y emociones radica en el hecho de que, aun siendo parte
de lo que creemos conocer, existen realidades que nos sorprenden con una novedad que amenaza nuestra integridad.
Por eso nos aterra la locura, por ejemplo, al resultar muy perturbador
imaginar que alguien tan familiar como otro ser humano pueda a su vez
ser tan extraño. Y es precisamente la locura una de las formas en que Poe nos muestra lo siniestro.
Lo novedoso, lo inexplicable, lo insólito, lo ilógico, al menos en el momento que se presenta, resulta ser algo siniestro, tal y como queda ejemplificado en La esfinge de calavera, donde la desinformación y un error en la percepción amenazan con un intenso terror. Lo oculto en lo siniestro es el hecho de saber algo nuevo que había sido ignorado o reprimido hasta entonces sobre un ser o cosa que nos resultaba familiar. Otra ilustración: en El retrato oval,
la hermosa pintura que había permanecido siempre en el mismo lugar y
que parecía sublime esconde una historia dramática en su origen e
incluso incluso macabra, que la convierte en algo inquietante y
aterrador tras investigar su procedencia.
Pero es el genio de Poe el que logra hacer, simultáneamente, de un fenómeno de naturaleza siniestra algo infantil y hasta lleno de encantos, como la resurrección de princesas, animales que hablen o brujas que transformen seres humanos en otros objetos, como ocurre en muchos cuentos infantiles, o hacer de cualquier suceso de la vida real un evento funesto. A ello se refiere Freud cuando dice:
…
mucho de lo que sería siniestro en la vida real no lo es en la poesía;
además, la ficción dispone de muchos medios para provocar efectos
siniestros que no existen en la vida real.
La
magia, el encantamiento, la omnipotencia del pensamiento, las actitudes
frente a la muerte, el animismo, las repeticiones no intencionales y el
complejo de castración son
los temas que Freud utiliza como básicos para reproducir lo siniestro.
Todos ellos utilizados por Poe en sus relatos. Tales elementos no sólo
radican como contenido de lo siniestro, sino que hace falta también una atmósfera propicia en que se produzcan.
Con “atmósfera” no sólo se hace alusión al espacio en que todo
transcurre, sino también en los sentimientos que acompañan a los
personajes y en la percepción que los propios lectores tenemos de dicha
atmósfera. Aunque no es un cronista, Poe elabora con gran fidelidad la
descripción del entorno de sus historias y relatos, en su mayoría
sombrío, o que aparece como símbolo de un mal presagio (mares bravíos,
tormentas interminables, cielos oscuros o plomizos, descensos a lugares
góticos y misteriosos…). Además de que sus cuentos efectistas imprimen
desde el comienzo una profunda expectación: algo asombroso va a ocurrir.
Poe
considera que la finalidad de todo relato es causar algún efecto en el
lector, al igual que en el caso de los poemas, pero también considera
que el cuento no debe trabajar sobre la belleza y lo sublime, como en el
caso de la poesía. El autor ha de transmitir en el cuento a su lector
algo que sea profundamente estremecedor y, precisamente, el suspense, el terror y el horror parecen
ser las emociones que penetran más profundamente en el alma humana.
Asegura a este respecto en la introducción de la primera publicación de Los cuentos de lo grotesco y arabesco que “es del terror del alma” de donde el extrae los temas de sus historias.
¿Qué provoca, entonces, lo siniestro en el alma humana?
Lo siniestro y el ser humano
Terror
es el sentimiento que paraliza el ánimo en presencia de todo lo que hay
de grave y constante en los sufrimientos humanos y lo une con su causa
secreta (Retrato del artista adolescente, 1916, James Joyce).
Como dejo dicho Lovecraft al iniciar su ensayo sobre el terror sobrenatural en la literatura, el miedo es la emoción más antigua experimentada por el ser humano, y quizá tan antigua como él mismo. Ahora bien, el miedo es una emoción primitiva, instintiva,
por lo que cabe señalar que no sólo pertenece a los humanos, sino que
es propia de todas las especies animales. El miedo es una reacción ante
el riesgo o la amenaza que, a través de una activación fisiológica,
prepara al organismo para efectuar determinadas conductas, y que por lo
general tienen como propósito la supervivencia.
Sin
embargo, resulta arbitrario y reduccionista equiparar el miedo que
experimenta un ser humano con el que siente un animal; cualquier animal
huye del fuego o se pone a salvo en la tormenta; entre nosotros es
posible apreciar cómo el pirómano puede llegar incluso a quemarse
mientras admira el fuego provocado por él, o cómo un grupo de personas
van a la caza de tornados para obtener las mejores fotografías de
estos. En el ser humano el miedo ha agotado el concepto de lo lógico; las fobias son un ejemplo patológico que lo atestiguan.
Precisamente en esta ruptura de todo objetivismo lógico es por lo que actúa el inconsciente con su propia lógica subjetiva,
y es en esta ruptura donde acaece lo siniestro. Esto no quiere decir
que se deba contemplar el inconsciente como asidero de lo siniestro,
pero sí como una virtualidad en la que se movilizan representaciones que
al revelarse conscientes o imaginables resultan intolerables, ilógicas e
incluso ajenas a nuestro ser: para ser más precisos, resultan
siniestras. El inconsciente es
donde, sin duda, se esconde lo más extraño del ser humano, y que es
extraño ante los ojos de la consciencia y de la lógica que se jacta de
captar científicamente la realidad. Pero, curiosamente, es ese
inconsciente también lo más familiar, en tanto que es el lugar
indeterminado donde reside lo más hondo del sujeto, donde yace su
verdadera subjetividad, lo que somos e ignoramos ser.
Pero
si bien hasta aquí convenimos en que lo siniestro tiene un carácter
subjetivo, la subjetividad como tal no pertenece a la ontología de un
solo individuo, sino que posee también una subjetividad desplegada en
el alma colectiva,
una sombra fantasmagórica que reside en las representaciones culturales
y que obedece a algunas formas arquetípicas (véanse a este respecto los
textos de Carl Jung).
Poe utiliza este carácter común para elaborar la temática de sus
cuentos y con ello asegura que lo grotesco, lo terrorífico, lo
siniestro, etc. no son más que los terrores salidos del alma humana. Dichos terrores, emanados de lo que podríamos llamar el inconsciente colectivo (Jung),
han residido siempre en lo más profundo de la humanidad, y quizás no
tendríamos consciencia de cuanto hoy conocemos de la psique humana, e
incluso de la ciencia y las humanidades, sin la mediación de tales
miedos.
Poe emplea tipo de miedos básicos humanos: la muerte (pérdida de identidad individual, Doppelganger),
naturaleza y sus amenazas (truenos, mal tiempo, estruendosos ruidos),
la oscuridad o el enclaustramiento, fuerzas sobrenaturales, hablar en
público (masas, espacios abiertos, mal de ojo, extranjeros), el agua
agitada y la navegación, las alturas, los animales (montar a caballo,
gatos, ratas e insectos) y, sobre todo, la locura, el más terrible de
los temores humanos. Son los “puntos de presión fóbica”, como los
denominaría Stephen King en
1980, y si bien King considera que estos son miedos propios de la época
y el contexto histórico en el que se desarrolla la narrativa de Poe, se
puede afirmar que hoy por hoy subsisten en la cultura, si bien con las
respectivas variaciones culturales.
Lo siniestro evoluciona con el ser humano,
y donde hay presencia del hombre hay presencia de lo siniestro. No
decimos que lo siniestro sea el ser humano, sino que sólo él puede
percibirlo. Un perro no entraría en estado de estupefacción o pánico al
ver otro perro igual a él, tal como le ocurría al personaje de William
Wilson en cuanto veía a su doble; tampoco se alarmaría por escuchar su
nombre a las tres de la mañana, mientras que en nuestro caso creamos
toda una serie de significantes suspicaces. Un gato no se sentiría
intranquilo al pasar debajo de una escalera. En nuestro caso hemos
gestado toda una serie de fetiches que son considerados como mal de ojo, malos agüeros, presagios de mala suerte, etc. Y es precisamente porque lo siniestro tiene algo de azar y de destino entre sus atributos. Una fuerza que nos trasciende y cuya naturaleza es difícil atribuir a una causa específica,
hasta el punto de creer que es un maleficio que nos acecha, o un Dios o
Providencia que así ha concebido nuestro devenir (el carácter
omnipotente y omnipresente de Dios lo tiñe también de algo siniestro:
¿existe algo más siniestro que saber que hay un ser que nos vigila todo
el tiempo y que rige nuestra vida a su voluntad?).
Sin
duda, lo siniestro va entrañado en las concepciones humanas más
profundas. El eterno regreso nietzscheano es también siniestro; se dice
que cuando este pensamiento acudió a la cabeza de Nietzsche en
las montañas de Sicilia cayó arrodillado y abrumado ante su solemnidad,
¿y acaso no parece siniestro vivir la misma vida por toda la eternidad,
una y otra vez? ¿No es siniestro pensar en el karma como
la conciencia que rige al universo y que nos hace pagar todos nuestros
actos, sean buenos o malos, entendiendo que lo bueno y lo malo es tan
relativo que en ocasiones no sabemos cómo juzgar nuestros propios actos?
A su vez, es tan aterrador pensar que pagaremos por nuestros actos en
la otra vida tanto como si tuviésemos que pagar por ellos en esta.
En este orden de ideas, lo siniestro tendría cierto parentesco con la angustia, la desesperación, el tedio, y lo absurdo, y por ende, aunque resulte extraño, hay algo de siniestro también en la metafísica:
es siniestro el tiempo y su imperturbabilidad; es siniestra la nada; es
siniestro saber que existe (o no) algo absoluto; es siniestro pensar en
el sentido de la vida o en nuestra razón de ser. Allí donde no puede penetrar nuestra razón y donde las palabras no pueden nombrar lo innombrable, aparece lo siniestro.
No son siniestras por sí mismas: lo siniestro surge en nuestro
encuentro íntimo con ellas. Uno de los atributos de lo siniestro es que
parece sin-razón, irrefrenable, acaparador e indecible. Lo siniestro nos enmudece y siempre se escapa de nuestras palabras: enmudece pero a la vez grita, llora, tartamudea, pero difícilmente se puede contar o narrar.
Pero
así como lo siniestro se pasea entre el azar y el devenir, su carácter
ambiguo está también en otras instancias. Por ejemplo, Burke y Kant coinciden
en que lo sublime tiene algo de siniestro, en tanto que lo siniestro no
se reduce sólo a lo que estéticamente puede generar figuras tétricas,
deformes o simplemente feas, sino también hermosas formas e incluso lo
bello. En Poe, por ejemplo, las hermosas y hasta inmaculadas
heroínas siempre están inclinadas a la muerte, la enfermedad e incluso
abocadas al retorno a la vida tras fallecer (elementos innegablemente
siniestros). No es sólo lo siniestro lo brusco e inesperado, sino
también lo que se anuncia lentamente como un acaecimiento irrecusable,
como por ejemplo la pena capital que ha de sufrir el personaje de “El
pozo y el péndulo”, que sabe de su muerte segura, pero que ignora el
momento y la forma en que ocurrirá: bien será el péndulo que desciende
lentamente, el pozo donde parece ser empujado a sucumbir, las ratas que
lo devorarán en vida o las paredes que se van cerrando enrojecidas a
fuego vivo.
Teniendo en cuenta todas estas premisas, convenimos en que las reacciones que causa lo siniestro en el ser humano desde el punto de vista de la contemplación estética es un goce ambiguo, es placer y dolor, es curiosidad y miedo, aversión y admiración. Esta antinomia es lo que respalda aquel gusto que también alberga el humano por lo mórbido, lo oculto, lo extraño, lo perverso, lo lúgubre y lo funesto. Esto es fácilmente reconocible en todos los campos del arte; por ejemplo, en otras plumas como la de Bierce, Lovecraft, Manchen, Maupassant o Quiroga –todos ellos influidos por Poe–. En la filosofía se pueden encontrar representantes como Cioran, Kierkegaard, o Mainländer. En la pintura tendríamos obras como Los dos ejecutados o La balsa de la Medusa, así como la colección de las monomanías de Gericault: El Caballero o La Muerte, El Diablo de Durero y, de forma más amplia, toda la escuela del claroscuro y el tenebrismo, representada por Caravaggio y José de la Ribera como sus mejores exponentes y que compartían el gusto por pintar mártires o escenas macabras, como la Decapitación de Holofernes o La mujer barbuda. En el cine basta con citar directores clásicos como Hitchcock, Cronenberg o Lynch, o los más actuales como Shyamalan o James Wan.
Siempre
que leemos un cuento de Poe o admiramos este tipo de representaciones
donde lo ominoso hace parte de sus inmediaciones, nos encontramos y
desencontramos en ellas y, tal como con el mecanismo de las pesadillas,
funcionan también para ayudar al ser humano a dar cuenta de sus temores,
preparando de alguna forma su encuentro con Ello… Lo siniestro.
(El vuelo de la lechuza / 2-3-2019)
(El vuelo de la lechuza / 2-3-2019)
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