FRIEDRICH NIETZSCHE TAMBIÉN EJERCIÓ LA POESÍA, ARTE DEL QUE ESTUVO ENAMORADO TODA SU VIDA POR CONSIDERAR QUE EXPRESABA A CABALIDAD EL ENIGMA INHERENTE A LA EXISTENCIA
Friedrich Nietzsche es sin duda uno de
los filósofos más conocidos aun entre personas no necesariamente especializadas
en dicha disciplina. En este sentido, la suerte de Nietzsche ha sido ambigua,
pues si bien goza de ese alto grado de reconocimiento entre lectores de muy
diversa índole, por otro lado dicha celebridad también está asociada a
condiciones biográficas e históricas muy particulares, desde el peculiar
temperamento rabioso con el que usualmente asociamos al filósofo hasta la
apropiación que ideólogos del régimen nazi hicieron de su obra y su figura.
Sin embargo, más allá de estas
circunstancias más bien contextuales, quizá, en defensa de Nietzsche, podría
argumentarse que si ha ejercido un alto grado de fascinación en personas de
varias épocas, geografías y lenguajes es sobre todo por dos cualidades
irrebatibles de su obra.
Por un lado, la exquisitez de su estilo
de escritura, su pulimiento, la pluma francamente literaria que bien pudo
situarlo como un escritor a la altura de Goethe o Rilke de no haber sido
filósofo. Leer algo que además de ser profundo, conmovedor, también está bien
escrito, siempre es gratificante para la persona que lo sabe apreciar.
En segundo lugar, más allá de las
impresiones superficiales que puede darnos su fama, Nietzsche vació en su obra
un profundo amor por la vida. Usualmente se le considera un filósofo pesimista,
agrio incluso, que no cesaba de despotricar en contra de la existencia, y quizá
esto sea parcialmente cierto, pero si lo hacía así no era gratuitamente sino
con un propósito claro: enseñarnos a apreciar mejor la vida; hacernos ver que
la existencia es un pantano del que sin embargo podemos liberarnos, porque tenemos la capacidad para ello.
Estos dos rasgos del Nietzsche,
decíamos, pueden palparse en su obra filosófica, pero también en otro
territorio que quizá es un tanto menos conocido que éste: su poesía. Como buen
filósofo, Nietzsche era una persona sumamente cultivada que, además, vivió muy
de cerca la influencia del Romanticismo como movimiento artístico y de vida, de
ahí que su conexión con la literatura haya sido casi inevitable. Asimismo, el
filósofo es parte de esa tradición alemana –que se puede observar también en
pensadores como Theodor W. Adorno, Walter Benjamin o Martin Heidegger, entre
varios otros– que toma a la literatura como una suerte de fanal que ilumina de
otro modo las mareas de la existencia. Pasa con cierta frecuencia que un verso,
el fragmento de una novela, el diálogo de un personaje, dicen en su elocuente
brevedad lo que a veces a los filósofos les toma páginas enteras.
Nietzsche ejerció la poesía
prácticamente en todas las épocas de su vida intelectual. Ya en sus obras
seminales encontramos su atracción por el género, el cual, en el marco de su
sistema de pensamiento, es fundamental para entender el lazo inquebrantable
entre estética y vida y el proyecto consecuente de transformar la existencia
propia en una obra de arte. En cierto momento, sin embargo, Nietzsche pasó de
ser lector de poesía a ser él mismo poeta, con composiciones que igualmente
celebran la vida desde esa perspectiva tan suya. Un empeño que, en cierta
manera, queda explicado en esta frase de Así habló Zaratustra:
¡Y cómo soportaría yo
ser hombre si el hombre no fuese también poeta y adivinador de enigmas y el
redentor del azar!
A continuación compartimos algunos
poemas tomados de la selección realizada y traducida por Txaro Santoro y
Virginia Careaga para la editorial Hiperión (la cual, dicho sea de paso,
posee uno de los catálogos poéticos más admirables en el ámbito hispánico).
Estas versiones permiten una lectura sumamente fluida de la obra poética de
Nietzsche, oscilante entre la melancolía y la celebración de la existencia.
HACIA NUEVOS MARES
Allí quiero ir; aún confío
en mi aptitud y en mí.
En torno, el mar abierto, por el azul
navega plácida mi barca.
Todo resplandece nuevo y renovado,
dormita en el espacio y el tiempo el mediodía.
Sólo tu ojo — desmesurado
me contempla ¡oh Eternidad!
ECCE HOMO
¡Sí! ¡Sé de dónde procedo!
Insaciable cual la llama
quemo, abraso y me consumo.
Luz se vuelve cuanto toco
y carbón cuanto abandono:
llama soy sin duda alguna.
¡HOMBRE! ¡PRESTA
ATENCIÓN!
¡Hombre! ¡Presta atención!
¿Qué dice la profunda medianoche?
«Yo dormía, dormía —
De un profundo sueño desperté: —
El mundo es profundo,
y pensado aún más profundo que el día.
Profundo es su dolor —,
el gozo — más profundo aún que el sufrimiento.
Dice el dolor: ¡pasa!
Mas todo gozo quiere eternidad,
— ¡quiere profunda, profunda eternidad!».
ENTRE AMIGOS
Un epílogo
1
Hermoso es compartir el silencio,
más hermoso es compartir la risa —
tumbado sobre el musgo a la sombra del haya,
bajo un cielo de seda
reír alegre entre amigos
dejando ver los blancos dientes.
Si lo hice bien, callemos,
si lo hice mal, riamos,
y hagámoslo siempre peor,
hagámoslo peor, y maliciosos riamos
hasta ascender a nuestra sepultura.
¡Amigos! ¡Sí! ¿Así ha de suceder?
Hasta la vista. ¡Amén!
2
¡Ni disculpas, ni perdón!
¡Envidiad alegres, cordialmente libres,
el tono, el corazón y la hospitalidad
de este libro tan poco razonable!
Creedme, amigos, ¡no para ser maldita
me fue concedida mi sinrazón!
Lo que yo encuentro, lo que yo busco,
¿estaba ya en algún libro?
¡Honrad en mí la secta de los locos!
¡Aprended de este libro enloquecido
cómo la razón — «entra en razón»!
Ea, amigos, ¿ha de suceder?
Hasta la vista. ¡Amén!
PARA BAILARINES
Hielo liso,
un paraíso
para quien bailar bien quiso.
LA GAYA CIENCIA
Esto no es un libro: ¡qué encierran los libros,
esos sarcófagos y sudarios!
El pasado es su botín:
pero aquí vive un eterno Presente.
Esto no es un libro: ¡qué encierran los libros!
¡qué encierran sarcófagos y sudarios!
Esto es una voluntad, una promesa,
esto es un viento marino, un levar anclas,
esto es una última ruptura de puentes,
un rugido de engranajes, un gobernar el timón;
¡brama el cañón, blanco humea su fuego,
ríe el mar, la inmensidad!
A LA MELANCOLÍA
No te enojes conmigo, melancolía,
porque tome la pluma para alabarte
y, alabándote, incline la cabeza
sentado sobre un tronco como un anacoreta.
Así me contemplaste ayer, como otras muchas veces,
bajo los matinales rayos del cálido sol:
Ávido el buitre graznaba en el valle,
soñándome carroña sobre madera muerta.
¡Te equivocaste, pájaro devastador,
aunque momificado descansara en mi leño!
No viste mi mirada llena de placer
pasear en derredor altiva y ufana;
y que cuando insidiosa no mira a tus alturas,
extinta para las nubes más lejanas,
se hunde en lo más profundo de sí misma
para radiante iluminar el abismo del ser.
Muchas veces sentado en soledad profunda,
encorvado, cual bárbaro oferente,
pensaba en ti, melancolía,
¡Penitente, pese a mis pocos años!
Sentado así, me complacía el vuelo del buitre,
el estruendo de la avalancha,
y tú, inepta quimera de los hombres,
me hablabas con verdad, mas con horrible y severo semblante.
Acerba diosa de la abrupta naturaleza,
amiga mía, te complaces en manifestarte a mi alrededor
y en mostrarme amenazante el rastro del buitre
y el goce de la avalancha, para aniquilarme.
En torno a mí respira enseñando los dientes
la apetencia de muerte:
¡torturante avidez que amenaza la vida!
Seductora sobre la inmóvil estructura de la roca
la flor suspira por las mariposas.
Todo esto soy —me estremezco al sentirlo—:
mariposa seducida, flor solitaria,
buitre y rápido torrente de hielo,
gemido de la tormenta — todo para ensalzarte,
fiera diosa, ante quien profundamente inclino la cabeza,
y suspirando entono un cántico monstruoso de alabanza,
sólo para ensalzarte, ¡que con cordura
de vida, vida, vida esté sediento!
No te enojes conmigo, divinidad malvada,
porque con rimas dulcemente te orne.
Aquel a quien te acercas se estremece ¡oh rostro terrorífico!
Aquel a quien alcanzas se conmueve, ¡oh malvado derecho!
Y yo aquí estremeciéndome balbuceo canto tras canto
y me convulsiono en rítmicas figuras:
fluye la tinta, salpica la pluma afilada,
¡oh diosa, diosa, déjame — déjame hacer mi voluntad!
SOLITARIO
Graznan las cornejas
y aleteando se dirigen a la ciudad;
pronto nevará.
¡Feliz aquel que aún tiene patria!
Ahora estás petrificado
y miras hacia atrás ¡cuánto tiempo ha pasado!
¿Por qué has huido, loco, por el mundo
ahora que el invierno se aproxima?
El mundo: puerta muda y fría
abierta a mil desiertos.
Quien perdió lo que tú perdiste
en parte alguna se detiene.
Ahora estás pálido,
condenado a un viaje de invierno,
al humo semejante,
que sin cesar tiende a más fríos cielos.
¡Vuela, pájaro, grazna tu canción
en tono de pájaro desértico!
¡Esconde, loco, en hielo y en desprecio
tu sangrante corazón!
Graznan las cornejas
y aleteando se dirigen a la ciudad:
— pronto nevará.
¡Infeliz aquel que de patria carece!
(PIJAMASURF / 5-2-2016)
(PIJAMASURF / 5-2-2016)
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