miércoles

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (25)


CANCIÓN SEGUNDA (5)

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado.
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, vida en muerte la has trocado.

DECLARACIÓN (5)

8 / ¡Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! ¡Oh venturosa y mucho deliciosa llaga, pues no fuiste hecha sino para regalo y deleite del alma llagada! Grande eres, ¡oh deleitable llaga!, porque es grande el que te hizo; y es grande tu regalo, porque el fuego del amor es infinito, que según tu capacidad y grandeza te regala. ¡Oh, pues, regalada llaga, y tanto más subidamente regalada, cuanto más en el infinito centro de la sustancia del alma tocó el cauterio, abrasando todo lo que se pudo abrazar, para regalar todo lo que se pudo regalar! Este cauterio y esta llaga podemos entender que es el más alto grado que en este estado puede ser. Porque hay otras muchas maneras de cauterizar Dios al alma que no llegan aquí ni son como esta, porque esta es toque solo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura intelectual ni imaginaria.

9 / Pero otra manera de cauterizar el alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, como aquí habremos dicho, aunque no esté tna calificada (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o como llama, por mejor decir, y cauterizada subidamente; y entonces, con este cauterizar, traspasándola con aquella saeta, apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego y afervoran la llama; y entonces, al herir de este encendido dardo, siente la llaga el alma en deleite sobremanera, porque, demás de ser ella toda removida con gran suavidad al trabucamiento y moción impetuosa causada por aquel serafín, en que siente grande ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la yerba con que vivamente iba templando el hierro, como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado.

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