jueves

EL TESORO DE RONALDINHO Terrorismo en Francia ‘98 (5) - Hugo Giovanetti Viola


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Isabelino Pena le alcanzó el mate a Jung mientras Felisberto explicaba:

-Lo que a mí se me ocurrió al principio fue casar a una Hortensia con el Gerente General del Universo, como le llamaba Espínola Gómez a Tata Dios. Estábamos en un hotel de Alborada en las gargantas, llovía una barbaridad y de repente me puse a tocar el Andante del 21 y le pedí al Papalote que acariciara a la muchacha recitando la lira nupcial. Nada más. Al otro día nos levantamos y encontramos a la Hortensia tomando sol entre los árboles, con un traje de novia que parecía un paracaídas hinchado por el perfume que las hormigas le chupan al pastito.

Bajtin y el negro terminan de enterrar al canario al pie del rosal y se sientan a matear con nosotros.

-Entonces lo que pretende la Brigada es recobrar a Dulcinea del Toboso para el Gran Tiempo -sondeó Jung a Bajtin alfileradamente.

El ruso saca los ojos de la fogata y suspira:

-No le entiendo.

-Es muy claro. Fíjese que desde el Renacimiento hasta el fin del milenio no hubo espejismo espiritual más alto que la Dama del Caballero de la Triste Figura -se paró el suizo proyectando una especie de aspaviento gótico sobre el gallo. -Pero ya era imposible ver encarnada el alma de Don Quijote en aquella humanidad, caballeros. Y el imperio del Anticristo demoró todavía cuatro siglos más en autodevorarse. Recién ahora es el momento para tratar de ver a la Dama Perfecta tal cual es.

Yo me acuerdo del esperpento con capelina que me espera en la chambre y me siento más desorientado que una estatua de Lenin.

-Claro. Usted se refiere a la resurrección del sentido olvidado de Dulcinea -se le incendió el ojo derecho a Bajtin. -Sería una verbalización adecuada para el símbolo. No se me había ocurrido.

Y el negro me hace una guiñada y bachatea a media voz:

-Me quedé en tus pupilas, mi bien / ya no cierro los ojos / me tiré a lo más hondo / y me ahogo en los mares / de tu partida, de tu partida.

-¿Y? -gritó Mozart desde la terraza del gallo. -¿Se ensaya o se matea?

-Esta vez se nos perdió el hotelero -resopló Jung.

Pero en ese momento aparece el Bigote frotándose las manos y explica con falsa euforia:

-Disculpenmé, señores. Aproveché para hacerme una escapadita a lo de Yemanjá. Hay muchachas que me atienden a la hora de la siesta.

-Pero mirá qué mal que viven los nihilistas -le frotó el lomo Felisberto al perrazo maloliente.

-Nihilista tu madrina -se encocora el Bigote. -¿O no conoce el Dios que nos pulió Spinoza? ¿No leyó el soneto magistral que le dedicó su paisano Borges?

-Basta -subió el bastón Bajtin. -Ya se nos hizo tarde.

-La eternidad abstracta es la peor cabeza de medusa que nos preparó el diablo -me dice al oído Jung mientras subimos de dos en dos la escalera de la nave.

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Isabelino Pena se sentó en una punta del semicírculo de asientos que rodeaban el altar. La Hortensia sigue acostada y desnuda, pero en el escalón de la tarima brilla penumbrosamente la inscripción PAX. Felisberto se calzó la capucha, Mozart desencadenó el fogonazo orquestal y el perfil de la muñeca empezó a derramar una humedad perlada.

-Lobo -llama el Papalote, y el ovejero irrumpe en la fosforecencia con la rosa colgante. -Séquela hasta que nazca.

Mozart reprodujo el tema mientras Bajtin se agazapaba para abrazar a Jung y al detective. Entonces el perrazo apoya la corola sobre el rostro irisado de la Hortensia y ella abre una mirada de dolor infantil que hace saltar al negro.

-Ya -jadeó el Papalote.

Y ocupa el lugar del Lobo y se arrodilla para acariciar el vellón de la muñeca mientras murmura:

-Oh cristalina fuente / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados.

Mozart dejó de tocar y la fosforecencia desapareció.

-Uf, ya me estaba ahogando -se arranca la bolsa felisberto.

-¿Apago el aparato? -carraspeó del hotelero.

-No. Ya viene. Atención.

Y entonces vemos cómo un relámpago de blancura nupcial entula el largo cuerpo sonriente de la Hortensia.

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Isabelino Pena se sonó la nariz y comentó:

-No me diga que esta ciudad no merece ser definida como la CAPITAL DE LA REDONDEZ AZUL, maestro.

-El problema es cruzar las fronteras demonológicas -le hace una seña Bajtin a Felisberto para que mantenga el vuelo del gallo estabilizado frente al rosetón de Notre Dame.

Los tripulantes de la nave parecieron espejar la deflagración de un silencio mucho más poluido por las hinchadas que por el tránsito nocturno.

-Ojo que acá está el vórtice de la barbarie -se asoma Jung para escrutar la borrachera campal que medievaliza la plaza.

-Y acá está el mirador de la serenidad -sonrió Mozart.

Entonces Bajtin me apoya el bastón en la rodilla y termino de entender la maniobra: la Hortensia empieza a rezumar un resplandor tan floralmente plateado como el de los adornos navideños y el ruso agrega:

-Ahora podemos filmar a la Dama del Gran Tiempo, señores.

Pero apenas el hotelero prendió el destellador la muñeca sacó los ojos de la gran transparencia y Jung gritó:

-Cuidado. La hipnotizó una gárgola.

Y aunque el negro se zambulle igual que un golero la Hortensia trata de volar hacia la catedral y cae planeando sobre los borrachos que no usan calzoncillos y ya se arraciman para casarla desorbitadamente.

-Dios los perdone -demoró en componer una mueca sarrosa el detective.

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Isabelino Pena volvió de la exhibición del destello final de la Hortensia endemoniada y encontró a la Dama contorsionándose frente al espejo.

-Me están filmando -imita con innegable gracia a la Bacall. -Ahora que se pudrió todo me eligieron Miss Gran Tiempo. ¿Viste que Dulcinea sigue encantada aunque quieran disfrazarla de novia sobrehumana, payaso?

-Es verdad. Por ahora.

-¿Cuándo piensan disolver la Brigada?

-El hotel está alquilado hasta mañana de noche.

-No me digas que compraste otro botellón.

-Me lo regaló Felisberto. Porque no tuvo más remedio que zamparse un Lexotan 12 entero.

-Mirá que el Caballero de la triste Payada comió la última mierda con total lucidez.

-Pero yo tengo que ser EL MEJOR CABALLERO POSIBLE EN CUALQUIER MUNDO POSIBLE -hundió el tapón del Valpolicella y engulló un gran primer trago el viejito, antes de arrancarse el gacho y la gabardina. -Chandler dixit.

-Lindísimo. Pero no entiendo qué tiene que ver con seguir emborrachándose.

Entonces las escalinatas de Montmartre vuelven a desembocar en la chambre-sepulcro y murmuro:

-La cuestión es beber o no beber de la Fonte, sister Yorick.

El detective se remangó para abrir el paquete grasoso y ella chilló:

-Esperate que ahí va otra.

Y se abalanza con más desesperación que las hordas pollerudas y fulmina a una cucaracha con un soplo que huele a jarrón de cementerio.

-Me pasé todo el día matando monstruos por vos. Permiso -engarfió el vaso la Dama. -Ya podés comer tranquilo. Y guardame un alita, aunque sea.

-¿Las matás con el aliento?

-Sí, pero no te asustes: es un veneno suave. Apenas podría matar a un bebé.

Y ahora siento que el cadáver de la cucaracha corona el acantilado del Sagrado Corazón y me acuerdo de Onetti.

-Tengo que ir a buscar a la Bicha, carajo -taponeó el botellón Isabelino Pena.

-¿Pero qué hacés? ¿Ya te mamaste, Bogart?

-El Gran Tiempo no espera.

-El Gran tiempo no existe, quijotín.

Pero yo guardo el Valpolicella en mi bolso de mano y salgo a trabajar pensando en el Espíritu.

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