martes

SELECCIÓN DE CUENTOS DE CABALLERÍA ROJA (19) - ISAAK BÁBEL


19 / CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA DE UN CABALLO


Pasaron cuatro meses desde que Savitski, nuestro ex-comandante de división, se apropiara del caballo blanco de Jlébnikov, el jefe del primer escuadrón. Jlébnikov abandonó el ejército, y hoy Savitski recibió una carta suya.

De Jlébnikov a Savitski

“Ya no puedo guardar rencor alguno al ejército de Budionni; mis sufrimientos en este ejército los entiendo ahora y los guardo en mi corazón con un sentimiento más puro que las cosas sagradas. Y a ti, camarada Savitski, como héroe universal, las masas trabajadoras de la región de Vitebski -de donde soy ahora el presidente del Comité Revolucionario del distrito- te envían un saludo proletario: “¡Viva la Revolución Mundial!”, y desea que el caballo blanco ande bajo su persona durante largos años por suaves senderos en busca de la libertad tan querida por todos y en pro de las repúblicas fraternas, en las que debemos poner ojo alerta por lo que respecta al poder en las aldeas y en aquellos distritos que desde el punto de vista administrativo puedan considerarse unidades autónomas…”

De Savistiski a Jlébnikov

“¡Inalterable camarada Jlébnikov! La carta que me has enviado es muy encomiable para con la causa común y, sobre todo, después de la estupidez, cuando cegado por el apego a tu pellejo, a tu querido pellejo, te fuiste de nuestro Partido Comunista Bolchevique. Nuestro Partido Comunista, camarada Jlébnikov, es una columna de hierro, una columna de combatientes que donan su sangre en la primera fila, y cuando de este hierro mana sangre, entonces, camarada, no es broma, es cuestión de vencer o morir. Lo mismo cabe decir de la causa común, cuyo amanecer no creo poder ver, ya que los combates son duros y hay que cambiar el personal de mando cada quince días. Hace un mes que lucho en la retaguardia, guardando las espaldas a la invencible Caballería Roja, bajo el fuego directo de los fusiles, de la artillería y la aviación enemigas. Han muerto Tardy, Lujmannikov, Likochenko, Gulevoi y Trúnov; el caballo blanco ya no está bajo mi persona, de manera que, camarada Jlénikov no esperes volver a ver a tu querido comandante de división Savitski, pero nos reencontraremos, podríamos decir, en el reino de los cielos, aunque, según dicen allá arriba no hay un reino sino un burdel en toda forma, y porque sobre la tierra no hacen falta más meadas, es posible que no nos veamos más. Por eso, adiós, camarada Jlébnikov.

Galitzia, setiembre de 1920

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