por Stanley Krippner
Los chamanes no han sido
tomados en serio por la mayoría de los médicos alópatas, a pesar de que muchas
tradiciones chamánicas han desarrollado sofisticados modelos de curación a lo
largo de los siglos. Además, dichos modelos han sido lo suficientemente flexibles
como para sobrevivir en contacto con la medicina alopática, e incluso para
incorporar la práctica de la misma. Pocos son, en cambio, los facultativos
alopáticos que hayan incorporado la sabiduría chamánica en la práctica de su
medicina, lo que pone en cuestión no sólo sus prejuicios sino su flexibilidad.
A excepción de sus
conocimientos de herboristería, en general el chamanismo ha sido ignorado o
ridiculizado por el mundo médico y académico. No obstante, los chamanes han
sido los primeros curadores del mundo, los primeros diagnosticadores, los
primeros psicoterapeutas, los primeros funcionarios religiosos. Los chamanes
pueden ser definidos como curanderos indígenas que alteran deliberadamente su
conciencia a fin de obtener conocimiento y poder proveniente del «mundo de los
espíritus», para ayudar y curar a los miembros de su tribu.
Hay métodos chamánicos de
curación que guardan un estrecho paralelismo con la terapia conductista
contemporánea, la quimioterapia, la interpretación de los sueños, la terapia
familiar, la hipnoterapia, la terapia ambiental y el psicodrama. Es evidente
que los chamanes, los psicoterapeutas y los médicos tienen más en común de lo
que generalmente se supone. Sin embargo, para el chamán, la dimensión
espiritual de la curación es de extrema importancia, mientras que los médicos y
los psicoterapeutas suelen ignorarla por completo. A menudo los chamanes
rescatan almas perdidas, se comunican con los espíritus, hacen hincapié en la
interconexión de sus pacientes con la comunidad y con la tierra, facilitan la
purificación espiritual a quienes hayan violado tabúes sociales, interpretan
sueños y visiones, y subrayan la importancia del crecimiento espiritual como
objetivo personal en la vida, y la de ser útil a la humanidad y a la naturaleza.
Estas funciones raramente adquieren importancia, ni tan sólo respetabilidad, en
el mundo ideológico de los médicos alopáticos occidentales y otros
especialistas de la salud.
Fernando Fernández
En las islas de San Blas,
en la costa atlántica de Panamá, los indios cunas han conservado muchas de sus
formas tradicionales de curación. R. L. Van de Castle, psicólogo, realizó
investigaciones de campo entre los cunas y descubrió que creían en poder
anticipar las enfermedades o desastres inminentes a través de los sueños. Los
chamanes cunas utilizan diversos procedimientos para garantizar un sueño
tranquilo, incluido el de tallar madera aromática para colocarla en las cuerdas
de la hamaca.
En 1985 di un ciclo de
conferencias sobre la psicología de los sueños en la ciudad de Panamá. Entre
los participantes se encontraba Fernando Fernández, chamán cuna de poco más de
treinta años. Don Fernando explicó el modelo de curación de los cunas,
aclarando que él era un abisua o «cantante». Entre otros tipos de chamanes
cunas se encuentran los inaduledi, especializados en curas herbolarias, y los
nele, especializados en diagnósticos, que según se dice viajan por dentro de la
tierra hasta el mundo inferior. Todos ellos trabajan en íntima colaboración
con los espíritus de curación y con los animales de poder, venerados por los
cunas a lo largo de los siglos. También disponen de curanderos no chamánicos,
tales como las «abuelas» que ayudan en los partos.
Don Fernando afirmó que
había varios tipos de abisuas. El kantule, por ejemplo, es un cantante
ceremonial que oficia en los acontecimientos especiales, tales como los ritos
de pubertad y las ceremonias celebradas cuando se corta el cabello por primera
vez. A don Fernando, por otra parte, se le pide que cante cuando alguien está
física o mentalmente enfermo, cuando una mujer tiene dificultad con el parto, o
cuando algún animal está excesivamente excitado y es preciso tranquilizarlo.
Los abisuas también pueden cantar por otras diversas razones, como por ejemplo
para ayudar a un obrero a sostener metal caliente en la construcción, o a una
persona que desea atraer a alguien con fines amorosos. A todos los abisuas les
está permitido cantar para divertirse, cuando no están ocupados curando a
alguien.
Al igual que la mayoría
de los chamanes cunas, don Fernando no practica permanentemente el chamanismo.
Vive en Ustopo, la más poblada y más tradicional de las islas de San Blas.
Mientras cursaba sus estudios en la Universidad de Panamá, uno de los
profesores le formuló a don Fernando algunas preguntas sobre la cultura de los
cunas. Se avergonzó al no poder responderle y darse cuenta de que su profesor
estaba mejor informado que él sobre las tradiciones de su pueblo. Esta
experiencia le motivó para convertirse en abisua y, con algunos de sus amigos,
fundó la Sociedad para la Conservación de la Cultura Cuna. Uno de sus
intereses consiste en grabar y conservar los centenares de canciones curativas
utilizadas por los abisuas.
Las canciones cunas de
curación son complejas y difíciles de aprender. Don Fernando confesó que sólo
había aprendido quince de ellas. La más corta dura aproximadamente una hora y
la más larga, que es la canción de los muertos, dura unas catorce horas y tardó
un año en aprenderla. Don Fernando me permitió que grabara la akuanusa, canción
utilizada para combatir la fiebre. También conoce canciones para tratar
jaquecas, superar el miedo, facilitar el parto, curar el alcoholismo y
desalojar los fantasmas de una casa. Las canciones varían en estilo y contenido,
pero todas piden ayuda al mundo de los espíritus.
Según el modelo de
curación cuna, la mayoría de las enfermedades las causan los gérmenes y otros
microorganismos. Sin embargo, incluso los gérmenes tienen espíritu y consideran
que las epidemias son un castigo de la naturaleza, cuando los seres humanos han
ofendido el mundo espiritual. Las medicinas, tanto las plantas como las mismas
piedras, tienen también su propio espíritu. Nushu, importante espíritu
curativo, puede ser contactado por los chamanes en sus sueños y pedirle
consejo.
Según el modelo de los
cunas, la sociedad está obligada a facilitar servicios curativos a la
comunidad, así como lugares tranquilos donde recuperarse. Las familias deben
apoyar el consejo de los chamanes a los pacientes. El pronóstico es favorable
siempre y cuando la comunidad y la familia brinden su apoyo, y el paciente siga
los consejos del chamán. Creen que las personas están compuestas de ocho
espíritus, que residen en distintas partes del cuerpo, como por ejemplo las
manos, el corazón y la cabeza. El curandero espiritual debe tratar a los
distintos espíritus de un modo diferente, ya que cada uno tiene su propio
temperamento. Si el paciente fallece, por lo menos uno de sus espíritus va al
cielo, a no ser que en vida haya cometido actos malvados.
Se presta mucha atención
a la prevención de la enfermedad y la desgracia. Si un nele cree que cierto
sueño representa la premonición de una enfermedad, puede aconsejarle a su
cliente que tome baños médicos a diario. Para este ritual se colocan cincuenta
lanzas talladas en madera de palmera negra en una canoa llena de agua. Además,
se espolvorea el agua con serrín para limpiar los ojos del soñador. Si a lo
largo del mes durante el que se realiza esta operación no ocurre ningún
percance, se concluye que se ha eludido la desgracia.
Rolling Thunder
En 1982 participé en una
conferencia internacional sobre chamanismo y curación que tuvo lugar en los
Alpes austríacos. Los chamanes y curanderos invitados se reunieron el día antes
de la inauguración de la conferencia para hablar del contenido de sus
ponencias. Dado que Rolling Thunder era sumamente conocido en Europa, los
organizadores de la conferencia sugirieron que pronunciara el discurso de
apertura. Sin embargo, Rolling Thunder, chamán y curandero intertribal, objetó:
-Don José Ríos es mayor que yo, no sería
apropiado que hablara antes que él.
Puesto que don José era
el único asistente que había cumplido los cien años, y era el mayor de los
presentes, Rolling Thunder insistió en que fuera él quien inaugurara la
conferencia.
Había conocido a Rolling
Thunder en 1970. Me lo presentó un músico llamado Mickey Hart, batería del
grupo de rock Grateful Dead. Al cabo de un año, por mi parte, presenté a
Rolling Thunder a Irving Oyle, médico osteópata. Después de pasar varias horas
a solas en el estudio de grabación de Hart, emergieron ambos cogidos del brazo.
-Hemos comparado nuestras
formas respectivas de practicar la medicina -comentó Oyle-. Rolling Thunder me
ha contado que cuando acude a él un enfermo, hace un diagnóstico, celebra un
rito y le da al paciente alguna medicina para que recupere la salud. Yo le he
respondido que cuando recibo á un paciente hago un diagnóstico y practico un
ritual consistente en escribir una receta, con la que el enfermo obtendrá una
medicina para recuperar la salud. En ambos casos interviene gran parte de la
magia llamada «fe en su médico».
En 1971 presidí una
conferencia sobre regulación interior, patrocinada por la Menninger Foundation.
Durante el transcurso de la misma, Rolling Thunder habló por primera vez ante
un grupo de médicos y científicos.
-Muchas veces no sé qué
medicina utilizaré hasta que la «medicación» comienza -comentó, hablando del
«otro mundo», del que obtiene gran parte de su conocimiento y poder curativo-,
y a veces no recuerdo lo que he utilizado. Esto se debe a que no soy yo el
autor de la «medicación», sino el gran espíritu que actúa a través de mí.
Rolling Thunder tuvo
oportunidad de demostrar su habilidad curativa cuando un estudiante se lastimó
un tobillo jugando al fútbol. Me pidió que le trajera un cubo de agua y un poco
de carne cruda. Entonces, rezó a las seis direcciones sagradas: «Al este por
donde sale el sol, al norte de donde procede el frío, al sur de donde procede
la luz, y al oeste donde se pone el sol. Hacia arriba al padre sol. Hacia abajo
a la madre luna». Rolling Thunder sacó su pipa, dio cuatro caladas y se la
entregó al paciente. Después de intercambiar unas pocas palabras, Rolling
Thunder comenzó a cantar.
Encendió el fuego en la
chimenea del comedor, sacrificó la carne cruda de una hamburguesa e hizo unos
pases sobre el estudiante con el ala de un águila. Presionó con la boca el
tobillo hinchado del joven estudiante y se mantuvo en dicha posición durante
varios minutos. Después de una serie de bufidos, aullidos y gemidos, Rolling
Thunder vomitó violentamente, escupiendo un líquido bilioso en el cubo.
Repitió varias veces la operación, abanicó el tobillo con el ala de águila y me
pidió que enterrara el contenido del cubo.
¿Cuál fue el resultado de
dicha sesión curativa? Doug Boyd, después de observar todo lo ocurrido, afirmó
que «el color se había normalizado, la hinchazón había decrecido y el tejido
alrededor de la herida no era duro sino flexible. El paciente dijo que el dolor
había desaparecido». Andrew Wiel médico, examinó la herida al día siguiente y
afirmó que «no había habido mejora objetiva en su apariencia, blandura o
movilidad». Sin embargo, el estudiante le dijo a Weil que el ritual le había
afectado profundamente, porque nadie le había prestado jamás tanta atención.
Rolling Thunder utilizaba
ritos, imaginería mental y tratamientos herbolarios para «medicar» a sus
pacientes. Al igual que la mayoría de los chamanes, no se dedicaba exclusivamente
a practicar curaciones espirituales. Durante muchos años había trabajado como
empleado en los ferrocarriles del estado de Nevada. Al jubilarse, había
organizado una pequeña comunidad espiritual llamada Meta Tantey, o «Que la paz
os acompañe». Visitantes procedentes principalmente de Europa occidental y de
Norteamérica pasaban algún tiempo en Meta Tantey, estudiando la medicina y los
estilos de vida indígenas de Norteamérica. En 1984, después de la muerte de su
esposa, Spotted Fawn, Rolling Thunder cerró su consultorio, pero siguió dando
conferencias y asesoramiento.
En el modelo de Rolling
Thunder, la curación espiritual hace hincapié en el amor y el respeto más que
en la comprensión intelectual.
-Todo empieza por el
respeto hacia el Gran Espíritu, dijo en una ocasión, y el Gran Espíritu es la
vida que está en todas las cosas, en todos los seres y las plantas, e incluso
en las rocas y los minerales. Todas las cosas tienen su propia voluntad, su
propia senda y su propio propósito. Esto es lo que se debe respetar.
Para Rolling Thunder,
tanto los médicos alopáticos como los curanderos indígenas están incluidos en
la categoría de «personal sanitario», y en diversas ocasiones se le ha pedido
que visite hospitales para enseñarles a los pacientes a «hablar con su cuerpo»
a fin de acelerar su recuperación. Rolling Thunder observa muy cuidadosamente a
los enfermos, llegando a pasar hasta tres días antes de decidir el tratamiento
que debe dispensarles, o incluso si es conveniente que les «medique». Por
ejemplo, a un paciente con un hueso fracturado o con el apéndice perforado lo
manda al médico. Su pronóstico no sólo depende de la condición del paciente y
del tratamiento, sino de que su «curador interior» esté o no activado.
Algunos autores antropológicos
han criticado duramente a Rolling Thunder, alegando que su nombre no aparece en
los registros gubernamentales de los Estados Unidos y sugiriendo que no es
realmente indio. También afirman que se ha enriquecido explotando a la gente
que ha tratado y que su modelo de curación no es auténtico. Rolling Thunder
responde que no ha querido que su nombre figurara en los archivos
gubernamentales porque le desagrada la Oficina Estadounidense de Asuntos
Indios. Admite haber adoptado creencias y prácticas de distintas tradiciones
tribales, incluida la cherokee (tribu de su nacimiento) y la shoshone (tribu
por la que fue adoptado). Esto ha permitido que se le reconociera como
curandero intertribal. Además, tampoco ha ocultado el hecho de tener sangre
blanca. De haber explotado a la gente que ha tratado, Rolling Thunder
probablemente habría sido objeto de acciones judiciales, ya que vive en una
parte del país muy propensa a dicha práctica. Por otra parte, su humilde estilo
de vida no sería consecuente con dichas acusaciones. Las ideas políticas de
Rolling Thunder le han convertido en un personaje polémico y a lo largo de los
años se han difundido muchos rumores para desacreditarle.
Wallace Black Elk
Conocí al chamán sioux
Wallace Black Elk en 1984. Wallace es sobrino-nieto de Nicholas Black Elk,
cuyas experiencias visionarias infantiles han sido recogidas en Black Elk
Speaks. En dicha visión, a Black Elk se le otorga el conocimiento del árbol del
mundo, imagen chamánica que conecta el mundo medio (realidad ordinaria) con el
mundo superior (realidad extraordinaria o «mundo espiritual»). Un abuelo sioux
que apareció en su visión le dijo a Black Elk que salvaría su nación, logrando
que el árbol del mundo floreciera en el centro de la misma. Durante varios años
el joven tuvo miedo de hablar de su experiencia, pero por fin la reveló cuando
intuyó que los rituales tradicionales caían en el olvido.
Nicholas Black Elk
comprendió que todo había sido creado por el gran espíritu para el bien de la
tierra. El mensaje de Wallace Black Elk es el mismo: «aprendamos a confiar en
la voz de los espíritus». Nacido en 1921, Wallace recibió su primera visión a
los nueve años y ahora describe su misión como la de un «explorador». La
mayoría de sus colegas se mantienen, apegados a su gente, fieles al juramento
chamánico tradicional de aliviar por todos los medios el sufrimiento. Pero
Wallace se aventura en nuevos campos, para determinar si la idea sioux de
curación espiritual será bien recibida. Está dispuesto a compartir su modelo
curativo con cualquier grupo de «habitantes de la tierra» que se interesen por
su mensaje. Según Wallace, la responsabilidad actual de los seres humanos es
la de encaminar todos sus actos a la conservación de la madre tierra, que está
en peligro. Su tribu le ha nombrado portador de la pipa sagrada y la utiliza
para celebrar ritos cuando se encuentra con una audiencia interesada.
Wallace insiste en que la
comunicación espiritual es lo que más necesitan hoy en día los habitantes de la
tierra. Esto puede conseguirse cantando y rezando con sinceridad, a través de
lo cual Wallace se mantiene en contacto con el mundo espiritual. Hablando de
una de sus poderosas experiencias, ha comentado que «el poder del Gran Espíritu
es como la descarga de un rayo sobre los sentidos; mi mente parece un receptor
de televisión, con el que veo todos los colores sagrados: azul, rojo, amarillo
y blanco». Ha calificado su pipa sagrada de «teléfono», porque le permite
ponerse directamente en contacto con los poderes espirituales.
Wallace cree que una de
sus visiones puede ser profética. Hace referencia a las leyes y reglas del
mundo occidental, que cree basadas en la envidia y en la avaricia, en lugar de
la comunión espiritual por la que él aboga.
Hay un enorme monstruo con
un estómago sin fondo que todo lo consume. Cuando la boca del monstruo esté a
punto de morder esta roca, saldrá un fuego del centro de la misma y le volará
la cabeza.
Esta profecía parece
referirse a los hábitos de explotación de las sociedades industrializadas. En
su afán de consumo, el mundo occidental ingiere la roca -es decir, la tierra-
pero al hacerlo desequilibra la naturaleza y los volcanes entran en erupción.
Este poder acaba por destruir al monstruo.
Wallace ha conducido
ceremonias inipis, o de baños de vapor, para grupos tan diversos como
estudiantes universitarios, sociedades profesionales e indios encarcelados. En
1985 organizó una de las primeras danzas al sol para participantes no indios.
William Lyon, un antropólogo que ha trabajado con Wallace, ha observado que se
prepara constantemente para su próxima búsqueda visionaria. A fin de obtener
una nueva visión, Wallace modifica frecuentemente sus rituales. Por ejemplo,
Lyon observó que la ceremonia inipi de un año determinado incluía varias nuevas
canciones, así como una nueva serie de atavíos rituales en el altar.
Las inipis forman también
parte del repertorio de Rolling Thunder, que en una ocasión me invitó a
participar en una de ellas. El ritual fue organizado para facilitar la limpieza
personal, de modo que mis amigos y yo pudiéramos ayudarle a llevar a cabo una
sesión curativa. La estructura estaba construida con renuevos doblados y
atados, cubiertos por pieles de animales. Había un grupo de nueve hombres
sentados en círculo, mientras se vertían cazos de agua sobre unas rocas sacadas
de una hoguera. Cuando el agua entraba en contacto con las rocas, se oía un
siseo explosivo, seguido de un intenso calor que envolvía nuestros cuerpos
desnudos. Nos turnamos para verter el agua y el calor llegó a ser tan intenso
que creí que me ardía la piel. Comprendí que no podía luchar contra el calor.
Era preciso recibirlo y dejarse transportar. Me sentí al unísono con el calor,
con el aire cálido y dejé que cada bocanada ensalzara mi sensación. Conforme el
sudor brotaba de mi cuerpo, me sentí purgado de ansiedad, de depresión y de
toda preocupación insignificante que pudiera impedirme participar plenamente en
la ceremonia curativa que tendría lugar a continuación.
La invitación de Rolling
Thunder fue típica de muchos chamanes, que ofrecen a los observadores sinceros
la oportunidad de aprender sus tradiciones. María Sabina pensaba que el mundo
entero, no sólo la comunidad de curanderos indígena, necesitaba la «antigua
sabiduría» para facilitar la curación, el amor y la paz sobre el planeta. Esta
actitud abierta contrasta radicalmente con el sigilo y dogmatismo
característicos de los médicos alopáticos, que se despreocupan casi por
completo de los aspectos espirituales o comunitarios de la salud y la curación.
Un modelo de curación
chamánico
Desde hace varias
décadas, los científicos sociales y conductistas se han dedicado a recoger
datos que reflejan la amplia variedad de sistemas de curación humanos. Las
enfermedades y las heridas son experiencias universales, pero cada grupo
social las clasifica implícita o explícitamente en cuanto a su causa y
tratamiento. Además, cada individuo tiene un sistema de creencias que le
facilita una explicación sobre cómo mantenerse sano y superar las enfermedades.
En cuanto al sistema de
creencias chamánico, Claude Lévi Strauss ha propuesto que el sistema lógico
desarrollado por los pueblos tribales es tan riguroso y completo como el de la
ciencia moderna. Otros científicos han realizado evaluaciones similares. Por
ejemplo, en su evaluación del chamanismo indio pima, el etnólogo B. L. Fontana
ha afirmado que se trata de una «teoría no occidental de la enfermedad, tan
sutil y sofisticada como cualquier otra». Los principios del chamanismo pima
han sido minuciosamente detallados, como consecuencia de un estudio en el que
el antropólogo Donald Bahr colaboró con un chamán, un traductor pima y un
filólogo pima. En 1986 tuve la oportunidad de conocer a los indios pima, que
viven en el estado de Arizona, aunque su cultura se extiende por el norte de
México.
Entre los pimas, el
diagnóstico es tan importante como el tratamiento y es el chamán quien lo lleva
a cabo. Según el modelo de curación pima, el cuerpo es un depósito
estratificado de fortalezas y debilidades adquiridas a lo largo de la vida. La
función del chamán consiste en realizar un diagnóstico preciso y dejar entonces
el tratamiento del paciente en manos de otros curanderos. Para ello, se cree
que los chamanes cuentan con la ayuda de espíritus benévolos. En realidad, se
supone que son dichos espíritus quienes reclutan, forman y ordenan a los
chamanes que actúen.
La etiología, o causa de
la enfermedad, determina el tratamiento de la dolencia. Hay un tipo de
dolencias que se considera intratable, ya sea porque el cuerpo cuenta con la
capacidad necesaria para combatirlas (como por ejemplo el estreñimiento, la
indigestión o las mordeduras venenosas), o porque no existe posibilidad de
cambio (como en el caso de retraso mental, defectos de nacimiento y maleficios).
Hay otra categoría que se cataloga como «enfermedades pasajeras», causadas
supuestamente por impurezas tales como un calor excesivo o líquidos nocivos
que «pasan» por el cuerpo. Cuando se les habla a los chamanes pima de la teoría
de los gérmenes, no la rechazan ni dudan de la autenticidad de su propio
sistema. Se limitan a incorporar los gérmenes en su lista de impurezas que
pueden causar enfermedades pasajeras.
La tercera categoría es
la de las «enfermedades residentes», así denominadas porque «residen» en el
cuerpo durante un periodo considerable. Se supone que la causa de las
enfermedades residentes obedece a una conducta indebida, con relación a ciertos
objetos peligrosos como las plumas de busardo, las nubes, los coyotes, los
ciervos, el estramonio y los correcaminos. Estos objetos fueron dotados de
propiedades espirituales en el momento de la creación y transgredir su
integridad es un acto inmoral que se paga. Cuando observaron que los europeos
no contraían enfermedades residentes al violar dichos objetos de poder, los
chamanes no perdieron la fe en su teoría. Llegaron a la ingeniosa conclusión
de que sólo los pirras eran susceptibles a dichas enfermedades.
La conducta del paciente
facilita pistas importantes para el diagnóstico y el tratamiento de la
dolencia. Son propios de las enfermedades pasajeras síntomas tales como la
fiebre, la urticaria, las hemorroides y las úlceras. Las enfermedades
residentes pueden identificarse por una conducta errática o compulsiva, así
como por actividades letárgicas o autodestructivas. Las enfermedades del primer
grupo pueden ser comunicables, pero no las del segundo.
El tratamiento de las
enfermedades pasajeras suele incluir hierbas. Al descubrir las medicinas
alopáticas, éstas han sido incluidas en la lista de agentes curativos para
dolencias pasajeras. El tratamiento de enfermedades residentes se realiza a
base de cánticos, canciones, oraciones, soplando para alejar del paciente los
agentes nocivos, succionando los elementos dañinos de su cuerpo, comiéndose la
carne del objeto peligroso cuya violación ha causado la enfermedad, o
colocando al paciente en un cuadro de arena. Los cuadros de arena están
especialmente recomendados para la «enfermedad del viento», mientras que se
considera que un manjar puede ser útil para la «enfermedad del ciervo» o la
«enfermedad del conejo».
En los casos de
enfermedades residentes, se usan ciertos instrumentos curativos (tales como
cristales, el humo del tabaco y las plumas de águila) para conectar el poder (o
corazón») del chamán con la capacidad autocurativa del paciente, y otros (como
sonajeros y la voz del chamán) para dirigirse a los espíritus. Los herbolarios
también pueden apelar a los espíritus mientras aplican su tratamiento. Las
enfermedades residentes son tratadas primordialmente por los chamanes, mientras
que de las pasajeras se ocupan los alópatas o los herbolarios. En el sistema
pima, los pacientes tienen el derecho a ser tratados y la obligación de
cooperar con el curandero. También están obligados a no repetir la violación de
los objetos peligrosos que haya causado la enfermedad residente. Toda persona
está dotada de capacidades o «fuerzas» internas, situadas en lugares
específicos del cuerpo. En las enfermedades residentes, la fuerza de cada
objeto peligroso establece un vínculo con la fuerza correspondiente de la
víctima. Así pues, la fuerza de la víctima puede convertirse en depósito de la
enfermedad. Cuando el chamán la ha localizado, pueden iniciarse tratamientos
tales como el masaje de los músculos o la succión de las impurezas.
En cuanto a la cuestión
de responsabilidad ética sanitaria, de derechos y obligaciones, los pimas creen
que la familia del paciente tiene derecho a recibir tratamiento para el miembro
indispuesto de la familia. Los padres tienen la obligación de evitar la
violación de la dignidad de objetos peligrosos, ya que esto puede provocar no
sólo su enfermedad sino la de sus hijos. (Las infracciones de los padres se
consideran causa frecuente de los defectos de nacimiento de los hijos.) El
conjunto de la sociedad tiene el derecho y la obligación de disponer de
especialistas sanitarios al servicio de sus miembros, y la sociedad está
también obligada a obedecer las leyes espirituales tradicionales, para que sus
miembros estén protegidos de plagas y epidemias.
El objetivo de este
modelo de curación es el de conservar la «senda» o tradición de los pimas,
otorgado a la tribu en el momento de la creación. La tradición pima intenta ser
una ayuda en la vida de los individuos y mantener la sociedad «decorosa». El
resultado de dicho decoro es la salud y la alegría; el quebrantamiento de los
mandamientos tradicionales conduce a la enfermedad.
Sean o no conscientes de
ello, todos los especialistas sanitarios actúan según un modelo determinado. El
modelo pima y los modelos chamánicos en general, se diferencian
característicamente del modelo alopático occidental en cuanto a que
contribuyen a facilitar un acercamiento a la naturaleza, al propio cuerpo y al
crecimiento espiritual del individuo. Además, estimulan a la gente a tomar
decisiones vitales de un modo que refleja los ideales de armonía y
conocimiento. Estos modelos representan un enfoque sanitario estructurado y
meditado, que intenta reparar el tejido rasgado del vínculo del individuo con
la tierra, así como las frecuentes fracturas entre el cuerpo y la mente.
La medicina alopática,
operando desde su muy distinto modelo, ha realizado grandes progresos desde su
aparición. Sin embargo, existen todavía ciertas lecciones que podría aprender
de los chamanes del mundo y que le serían de gran ayuda en su esfuerzo por
tratar los problemas humanos, algunos de los cuales puede que sean más graves
en la actualidad que cuando los antiguos chamanes recibieron sus primeras
visiones.
(1-6-2015)
(1-6-2015)
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