martes

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (83)


CAPÍTULO III  / EL REGRESO

1 / LA NEGATIVA AL REGRESO


Cuando la misión del héroe se ha llevado a cabo, por penetración en la fuente o por medio de la gracia de alguna personificación masculina o femenina, humana o animal, el aventurero debe regresar con su trofeo trasmutador de la vida, El ciclo completo, la norma del monomito, requiere que el héroe empiece ahora la labor de traer los misterios de la sabiduría, el Vellocino de Oro, o su princesa dormida al reino de la humanidad, donde la dádiva habrá de significar la renovación de la comunidad, de la nación, del planeta o de los diez mil mundos.

Pero esta responsabilidad ha sido frecuentemente rechazada. Aun el Buddha después de su triunfo dudó de si el mensaje de realización podía ser comunicado, y se dice que varios santos han muerto mientras se encontraban sumidos en un éxtasis sobrenatural. Son numerosos los héroes que, según la fábula, ha permanecido para siempre en la isla bendita, en compañía de la eterna Diosa del Ser Inmortal.

Hay una historia conmovedora sobre un antiguo rey-guerrero hindú llamado Muchukunda. Este rey nadó del costado izquierdo de su padre, quien había tomado por equivocación una bebida fertilizante que los brahmines habían preparado para su esposa; (1) y de acuerdo con los símbolos prometedores de este milagro, la maravilla sin madre, fruto de la entraña masculina, llegó a ser un rey entre los reyes, de tal manera que cuando los dioses, en un tiempo, fueron derrotados en su perpetua disputa con los demonios, lo llamaron para pedirle ayuda. El rey los llevó a una gran victoria y los dioses, en su divino placer, le prometieron la realización de su más alto deseo. Pero ¿qué podía desear un rey que era casi omnipotente? ¿Qué supremo don de dones podía concebir aquel amo de los hombres? El rey Muchukunda, dice la historia, estaba muy cansado después de la batalla: todo lo que pidió fue que se le concediera un sueño sin fin y que cualquier persona que se atreviera a despertarlo fuera reducida a cenizas por la primera mirada de sus ojos.

El don le fue concedido. En la oquedad de una caverna profunda, dentro del vientre de una montaña, el rey Muchukunda se retiró a dormir y allí durmió mientras se sucedían las edades. Individuos, pueblos, civilizaciones, épocas, salieron del vacío y volvieron a él mientras permaneció el viejo rey en estado de felicidad subconsciente. Intemporal, como el inconsciente freudiano por debajo del mundo dramático y temporal de nuestra fluctuante experiencia del ego, vivía el viejo de la montaña, el bebedor del sueño profundo.

Su despertar llegó, pero con un giro sorprendente que da una nueva perspectiva  a todo el problema del periplo del héroe, así como al misterio de la petición de la gracia del sueño como el don más alto que pudo concebir un poderoso rey.

Vishnú, el Señor del Mundo, había encarnado en la persona de un hermoso joven llamado Krishna, quien después de salvar la tierra de la India de una tiránica raza de demonios, había subido al trono. Había gobernado en una paz utópica hasta que una horda de bárbaros invadió repentinamente el país por el noroeste. El rey Krishna se lanzó contra ellos y como era de esperarse de su naturaleza divina ganó la victoria hábilmente, con un simple ardid. Sin armas y adornado con lotos salió de la fortaleza y tentó al rey enemigo a perseguirlo y alcanzarlo; luego se escondió en una cueva. Cuando el bárbaro lo siguió descubrió a un hombre que dormía en la caverna. “¡Oh! -pensó- Me ha traído hasta aquí y ahora finge dormir tranquilamente.”

Dio un puntapié a la figura que yacía en el suelo frente a él y la figura de movió. Era el rey Muchukunda. La figura se levantó y los ojos que habían estado cerrados durante innumerables ciclos de creación, historia mundial y disolución, se abrieron lentamente a la luz. Su primera mirada cayó sobre el rey enemigo, que se convirtió en antorcha y fue en seguida reducido a un humeante montón de cenizas. Muchukunda se volvió y la segunda mirada cayó sobre el hermoso y adornado joven, a quien el viejo rey reconoció inmediatamente por su fulgor como una encarnación de Dios. Y Muchukunda se inclinó ante su Salvador con la siguiente plegaria:

“Mi Dios y Señor, cuando vivía y trabajaba como un hombre, vivía y trabajaba sin encontrar descanso; a través de muchas vidas, nacimiento tras nacimiento, buscaba y sufría, sin conocer la pausa ni la calma. Confundía el sufrimiento con el júbilo, confundía los espejismos que aparecen sobre el desierto con aguas refrescantes. Apresaba deleites y sólo obtenía miseria. El poder regio y los bienes terrenales, la riqueza y el poder, los amigos y los hijos, la esposa y la servidumbre, todo lo que halaga los sentidos, todo eso lo buscaba porque creí que me traería beatitud. Pero desde el momento en que cualquier cosa era mía, cambiaba de naturaleza y se convertía en un fuego abrasador.

Entonces, encontré el camino de la compañía de los dioses y ellos me recibieron como un compañero. Pero ¿dónde estaba la calma? ¿Dónde el descanso? Las creaturas de este mundo, incluyendo a los dioses, son burladas, mi Dios y Señor, por tus habilidosos ardides; por eso repiten su círculo vano de nacimiento, agonía de la vida, vejez y muerte. Entre una vida y otra se enfrentan al señor de la muerte y son forzados a soportar infiernos con todos los grados del más despiadado dolor. ¡Y todo esto viene de ti!

Mi Dios y Señor, engañado por tus hábiles ardides, yo también fui presa del mundo, vagué en un laberinto de errores y quedé preso en las mallas del egotismo. Ahora me refugio en tu Presencia interminable y adorable, y mi deseo es sólo libertarme de todo aquello.”

Cuando Muchukunda salió de su cueva vio que los hombres, desde su separación, se habían reducido en estatura. Entre ellos, él era un gigante. Los abandonó de nuevo y se retiró a las más altas montañas y allí se dedicó a las prácticas ascéticas que habían de libertarlo finalmente de su último apego a las formas del ser. (2)

Muchukunda, en otras palabras, en vez de regresar decidió retirarse del mundo a un grado todavía más avanzado. ¿y quién podría decir que esta decisión carecía de razón?


Notas

(1) Este detalle era una racionalización de la idea de renacer del padre iniciador y hermafrodita.

(2) Vishnu Purana, 23; Bhagavata Purana, 10:51; Harivansha, 114. Lo anterior está basado en la versión de Heinrich Zimmer: Maya, der indische Mythos (Stuttgar y Berlin, 1936), pp. 89-99-
Compárese a Krishna, en su papel de Mago del Mundo, con el africano Edshu (p. 48, supra). Comparar también son el engañador polinesio Maui.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+