miércoles

J. D. SALINGER - LEVANTAD, CARPINTEROS, LA VIGA DEL TEJADO (16)


Era un día, Dios lo sabe, no sólo de señales y signos desencadenados, sino de amplia comunicación desenfrenada por vía de la palabra escrita. Si uno se metía en un coche atestado, el destino tomaba caminos indirectos, antes de que uno se metiera, para que tuviese una libreta y un lápiz encima, por si uno de los pasajeros era sordomudo. Si uno se deslizaba en un cuarto de baño, hacía bien en fijarse si no había algún pequeño mensaje, ligeramente apocalíptico o poco menos, pegado encima del lavabo.

Durante años los siete hijos de nuestra familia con un solo cuarto de baño, tuvimos la quizá pesada pero útil costumbre de dejarnos mensajes en el espejo del botiquín, usando para escribir un pedazo de jabón húmedo. En general nuestros mensajes solían consistir en amonestaciones sumamente enérgicas y, no pocas veces, en amenazas no disimuladas. “Boo Boo, recoge la esponja después de usarla, No la dejes tirada. Besos, Seymour”. “Walt, te toca a ti llevar a Z. y a F. al parque. Yo lo hice ayer. Adivina quién.” “El martes es el aniversario. No vayas al cine ni te quedes vagabundeando por el estudio después de la emisión o pagas prenda. Eso también va para ti, Buddy.” “Mamá dijo que Zooey casi se come el Feenolax. No dejar en el lavabo ningún objeto algo venenoso que pueda alcanzar y comerse.” Desde luego, estos son ejemplos tomados de nuestra infancia, pero años después, cuando en nombre de la independencia o de lo que sea, Seymour y yo hicimos rancho aparte y tomamos un apartamento para nosotros, él y yo nominalmente nos habíamos apartado de la vieja costumbre familiar. Es decir, que no tirábamos los restos del jabón.

Cuando hube entrado en el cuarto de baño con el diario de Seymour bajo el brazo y cerrado cuidadosamente la puerta tras de mí, descubrí casi de inmediato un mensaje. Pero no era la letra de Seymour sino, sin lugar a dudas, la de mi hermana Boo Boo. Con o sin jabón, su letra era siempre casi indescifrable por lo minúscula, y se las había arreglado para plantar en el espejo el siguiente mensaje: “Levantad, carpinteros, la viga del tejado. Como Ares llega el novio, mucho más alto que un hombre alto. Amor. Irving Sappho, contratado en otro tiempo por Elysium Studios Ltd. Que seas muy muy muy feliz con tu preciosa Muriel. Es una orden. Quedan ascendidos todos los habitantes de esta manzana”. El escritor contratado que se mencionaba en el texto, debo decirlo, siempre había sido una gran celebridad (con los lógicos período de tambaleo) entre todos los niños de nuestra familia, debido en general a la inconmensurable influencia sobre todos nosotros del gusto de Seymour en cuanto a la poesía. Leí y releí la cita, y después me senté en el borde de la bañera y abrí el diario de Seymour.

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