martes

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - DESATANDO A LA MUJER FUERTE (10)


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ELLA ES LA INSPIRATUS PARA LAS ALMAS QUE SUFREN

EL BORRACHO Y LA SEÑORA (3)

Milagrecito (4) en la gruta

No hay otra forma de decirlo que yendo directamente el grano. A menos de la mitad de la creación de la gruta, el cantero dejó de beber.

Paró en seco. Nada más paró.

No hubo ninguna “intervención”, nada de despacharlo a rehabilitación (aunque Dios sabe que eso le habría ayudado bastante, mucho antes). Una noche le hablé con calma sobre cómo la urna rota de mi corazón repiqueteaba cuando veía su gran belleza y creatividad tan profundamente estropeadas por su bruma alcohólica.

Pero era solo para dejarle saber que alguien a quien le importaba, lo amaba, notaba su presencia y preguntaba por él.

Era más que eso. Cierto, una parte era su construcción de la gruta, encontrar una devoción apasionada por algo que le importaba más de lo que, desde tiempos inmemoriales, lo había reducido a su parte mínima: “el diablo mentiroso en el fondo de la botella”.

Pero creo que el resto del cómo-y-por-qué, como solían decir mis bienamadas locas de negro (nuestras monjas) en referencia lo espiritualmente incomprensible, es “un misterio”. Quizás en parte el milagroso cambio de ruta del cantero para dejar de beber hasta morir era también por esto: esa casita donde construimos la gruta era, tal cual, lo que acostumbraba llamarse una casita de los sueños rotos.

Quedaban muy pocas de esas “casas de los sueños rotos” en las calles de ese barrio. Eran casitas minúsculas en el fondo del jardín y daban a los callejones donde se almacenaban los basureros e incineradores de ramas. En lugar de que las diseñara algún constructor, estas casas de callejón estaban hechas a mano.

Por lo tanto, cada una de las que existía todavía era locamente idiosincrática, con frecuencia con un porche para dormir, sin aislamiento térmico, y la casa entera estaba construida en una losa recta encima del suelo sin cimientos ni sótano.

Mi diminuta casita azul de los sueños rotos estaba hecha de bloques de cemento y repellada con estuco, hasta parecía tener una ligera semejanza con una señora poco atractiva que usa mucho maquillaje. Como plomería, esta cabañita tenía antigua tubería de hierro negro; como no tenía sótano, la gran caldera de hierro pintado de color aluminio estaba prácticamente en medio de la sala.

Con el tiempo, estas casitas construidas de forma tan extraña se llamaron “hogar de los sueños rotos” porque hacía mucho sus dueños planearon construir esta diminuta casa de una habitación y sin garaje, y vivir en ella hasta que pudieran ahorrar el dinero suficiente para construir “la casa grande” enfrente; en general, un chalé de ladrillo de un nivel con dos habitaciones y un baño.

Pero para algunos el dinero nunca se materializó. Llegaron tiempos difíciles, y nunca pudo cumplirse ese sueño de la “gran casa de enfrente”.

Para el cantero y para mí era evidente el paralelismo de todo esto, que una capilla tan hermosa para Guadalupe y también tanta belleza del alma misma del cantero solo pudieran salir a la superficie en la Casa de los Sueños Rotos. De haberse construido la “casa grande”, no habría quedado espacio para Guadalupe ni para su gruta. Ni para que el enorme espíritu desaliñado del cantero volviera a encontrar su camino hacia él.

A veces el vacío no está desocupado, sino que es una larga gestación. La gestación medida por nuestro ego siempre es demasiado larga. Pero cuando la medimos con el alma, es perfecto el tiempo de espera y de crear por dentro antes de que se vea por fuera.

El proyecto de gruta que iba
a durar solo ocho semanas

La construcción de la gruta se alargó y se alargó hasta convertirse en un proyecto de un año en el que se creaban amorosamente detallitos todos los días, y entre el cantero y yo intercambiábamos más y más historias. Comenzó a llamarme Sis, “hermana”. Fue fácil llamarlo “mi hermano”.

Digamos únicamente que aunque la gruta se completó por fin en un sentido, hasta ahora no está terminada. Pues, ¿quién puede terminar jamás con Nuestra Señora?

Podemos terminar con las cosas del mundo, terminar con aquellos que quieren degradarnos, terminar con esas sustancias que intentan robarnos el alma, terminar con relaciones y trabajos que nos hacen más pequeños en lugar de expandirnos; pero ¿dónde empezaría uno para poder terminar con Ella? ¿Cómo sabría uno que ha terminado en serio? ¿Cuándo tenemos la edad suficiente para dejar de ser hijos de Nuestra Madre, para terminar con la necesidad de una “madre que bendice” que levanta las manos sobre nuestras vidas?

Nunca.

Ese, por lo tanto, se convirtió en uno de los mensajes más claros de Guadalupe. La Lupita, durante el tiempo en que mi hermano y yo dedicamos todas nuestras cicatrices a crear armazones invisibles para la gruta, para nuestras vidas. Podríamos hacer elegantes sus mensajes. Podríamos definirlos con palabras ostentosas, pero al final Guadalupe es la madre humilde por excelencia que a sus hijos e hijas que han sido dañados no los anima a andar como pusilánimes en esta tierra.

Más bien, convoca a los seres rotos a caminar como guerreros. A los devotos a hablar de Ella y por Ella en este mundo, les pide que manifiesten su corazón santo al desplegar las virtudes ancestrales de fuerza y protección, alzando la voz, defendiendo, actuando y crean obras en su nombre y en nombre del Dios del Amor que trajo a la Tierra y, especialmente, interviniendo a favor de la bondad y la misericordia.

No es accidental que se le llame La Conquista, la Madre de los Conquistados, pues Ella en especial vierte su fuerza en nosotros los que, por lo menos una vez en nuestras vidas, hemos sido sacudidos y estremecidos de manera profunda, perniciosamente horrorizados y derribados, dolorosamente invadidos y dados por muertos.

Y aun así, en medio de todas nuestras vendas y huesos espirituales rotos, Ella nos hace un llamado para dejar de pensar erróneamente que estamos solos en nuestros desafíos cuando, de hecho, siempre nos apoya; deberíamos siempre correr a su lado, siempre escondernos bajo su hombro, siempre buscar protección bajo su manto inmaculado, siempre dejarnos guiar por su sabiduría ganada con tanto esfuerzo, pues Ella pasó de igual modo por tantos milagros como por amenazas y sufrimientos en su vida. Ella también perdió todo lo que era preciado para su alma en el ensombrecido mundo de humanas tonterías, flaquezas y fragilidades del espíritu.

Y aun así. Ella permanece, radiante en luz, Cáliz que Vierte Sabiduría, y nos convoca a recordar que para llamarla no necesitamos nada complejo. Solo tenemos que recordarla. Solo tenemos que llamarla por el nombre de corazón que cada ser humano tiene incrustado en el alma misma antes de venir a la Tierra, esa única palabra que cada uno de nosotros supo antes de poder siquiera alimentarnos por nosotros mismos, antes de poder siquiera caminar.

Esa Primerísima Palabra inscrita en los corazones de toda la humanidad a lo largo del planeta entero:

Ma

Mama

Mami

Madre

Mamo

Mommie

Makuahine

Maji

Majka

Moer

MànaAnya

Móthair

Maman

Máti

Mére

Okaasan

Mutter

Mor

Mari

Motina

Matka

Mother



Notas

(4) En español, en ocasiones un diminutivo afectuoso de una palabra en inglés o español al agregar -cito, que significa indistintamente pequeño, querido y más.

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