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ELLA ES LA INSPIRATUS PARA LAS ALMAS QUE SUFREN
EL BORRACHO Y LA SEÑORA (3)
Milagrecito (4) en la gruta
No hay otra forma de decirlo que yendo directamente el
grano. A menos de la mitad de la creación de la gruta, el cantero dejó de
beber.
Paró en seco. Nada más paró.
No hubo ninguna “intervención”, nada de despacharlo a rehabilitación
(aunque Dios sabe que eso le habría ayudado bastante, mucho antes). Una noche
le hablé con calma sobre cómo la urna rota de mi corazón repiqueteaba cuando
veía su gran belleza y creatividad tan profundamente estropeadas por su bruma alcohólica.
Pero era solo para dejarle saber que alguien a quien le importaba, lo amaba,
notaba su presencia y preguntaba por él.
Era más que eso. Cierto, una parte era su construcción de la gruta,
encontrar una devoción apasionada por algo que le importaba más de lo que,
desde tiempos inmemoriales, lo había reducido a su parte mínima: “el diablo
mentiroso en el fondo de la botella”.
Pero creo que el resto del cómo-y-por-qué, como solían decir mis bienamadas
locas de negro (nuestras monjas) en referencia lo espiritualmente
incomprensible, es “un misterio”. Quizás en parte el milagroso cambio de ruta
del cantero para dejar de beber hasta morir era también por esto: esa casita
donde construimos la gruta era, tal cual, lo que acostumbraba llamarse una casita
de los sueños rotos.
Quedaban muy pocas de esas “casas de los sueños rotos” en las calles de ese
barrio. Eran casitas minúsculas en el fondo del jardín y daban a los callejones
donde se almacenaban los basureros e incineradores de ramas. En lugar de que
las diseñara algún constructor, estas casas de callejón estaban hechas a
mano.
Por lo tanto, cada una de las que existía todavía era locamente
idiosincrática, con frecuencia con un porche para dormir, sin aislamiento
térmico, y la casa entera estaba construida en una losa recta encima del suelo
sin cimientos ni sótano.
Mi diminuta casita azul de los sueños rotos estaba hecha de bloques de
cemento y repellada con estuco, hasta parecía tener una ligera semejanza con
una señora poco atractiva que usa mucho maquillaje. Como plomería, esta
cabañita tenía antigua tubería de hierro negro; como no tenía sótano, la gran
caldera de hierro pintado de color aluminio estaba prácticamente en medio de la
sala.
Con el tiempo, estas casitas construidas de forma tan extraña se llamaron “hogar
de los sueños rotos” porque hacía mucho sus dueños planearon construir esta
diminuta casa de una habitación y sin garaje, y vivir en ella hasta que
pudieran ahorrar el dinero suficiente para construir “la casa grande” enfrente;
en general, un chalé de ladrillo de un nivel con dos habitaciones y un baño.
Pero para algunos el dinero nunca se materializó. Llegaron tiempos
difíciles, y nunca pudo cumplirse ese sueño de la “gran casa de enfrente”.
Para el cantero y para mí era evidente el paralelismo de
todo esto, que una capilla tan hermosa para Guadalupe y también tanta belleza
del alma misma del cantero solo pudieran salir a la superficie en la Casa de
los Sueños Rotos. De haberse
construido la “casa grande”, no habría quedado espacio para Guadalupe ni para su
gruta. Ni para que el enorme espíritu desaliñado del cantero volviera a encontrar
su camino hacia él.
A veces el vacío no está desocupado, sino que es una larga gestación. La
gestación medida por nuestro ego siempre es demasiado larga. Pero cuando la
medimos con el alma, es perfecto el tiempo de espera y de crear por dentro
antes de que se vea por fuera.
El proyecto de gruta que iba
a durar solo ocho semanas
La construcción de la gruta se alargó y se alargó hasta
convertirse en un proyecto de un año en el que se creaban amorosamente
detallitos todos los días, y entre el cantero y yo intercambiábamos más y más
historias. Comenzó a llamarme Sis,
“hermana”. Fue fácil llamarlo “mi hermano”.
Digamos únicamente que aunque la gruta se completó por fin en un sentido,
hasta ahora no está terminada. Pues, ¿quién puede terminar jamás con Nuestra
Señora?
Podemos terminar con las cosas del mundo, terminar con aquellos que quieren
degradarnos, terminar con esas sustancias que intentan robarnos el alma,
terminar con relaciones y trabajos que nos hacen más pequeños en lugar de
expandirnos; pero ¿dónde empezaría uno para poder terminar con Ella?
¿Cómo sabría uno que ha terminado en serio? ¿Cuándo tenemos la edad suficiente
para dejar de ser hijos de Nuestra Madre, para terminar con la necesidad de una
“madre que bendice” que levanta las manos sobre nuestras vidas?
Nunca.
Ese, por lo tanto, se convirtió en uno de los mensajes más claros de
Guadalupe. La Lupita, durante el tiempo en que mi hermano y yo dedicamos
todas nuestras cicatrices a crear armazones invisibles para la gruta, para
nuestras vidas. Podríamos hacer elegantes sus mensajes. Podríamos definirlos con
palabras ostentosas, pero al final Guadalupe es la madre humilde por excelencia
que a sus hijos e hijas que han sido dañados no los anima a andar como
pusilánimes en esta tierra.
Más bien, convoca a los seres rotos a caminar como guerreros. A los devotos
a hablar de Ella y por Ella en este mundo, les pide que manifiesten
su corazón santo al desplegar las virtudes ancestrales de fuerza y protección,
alzando la voz, defendiendo, actuando y crean obras en su nombre y en nombre
del Dios del Amor que trajo a la Tierra y, especialmente, interviniendo a favor
de la bondad y la misericordia.
No es accidental que se le llame La Conquista, la Madre de los
Conquistados, pues Ella en especial vierte su fuerza en nosotros los que, por
lo menos una vez en nuestras vidas, hemos sido sacudidos y estremecidos de
manera profunda, perniciosamente horrorizados y derribados, dolorosamente
invadidos y dados por muertos.
Y aun así, en medio de todas nuestras vendas y huesos espirituales rotos,
Ella nos hace un llamado para dejar de pensar erróneamente que estamos solos en
nuestros desafíos cuando, de hecho, siempre nos apoya; deberíamos siempre
correr a su lado, siempre escondernos bajo su hombro, siempre buscar protección
bajo su manto inmaculado, siempre dejarnos guiar por su sabiduría ganada con
tanto esfuerzo, pues Ella pasó de igual modo por tantos milagros como por
amenazas y sufrimientos en su vida. Ella también perdió todo lo que era
preciado para su alma en el ensombrecido mundo de humanas tonterías, flaquezas
y fragilidades del espíritu.
Y aun así. Ella permanece, radiante en luz, Cáliz que Vierte Sabiduría, y
nos convoca a recordar que para llamarla no necesitamos nada complejo. Solo
tenemos que recordarla. Solo tenemos que llamarla por el nombre de corazón que
cada ser humano tiene incrustado en el alma misma antes de venir a la Tierra,
esa única palabra que cada uno de nosotros supo antes de poder siquiera
alimentarnos por nosotros mismos, antes de poder siquiera caminar.
Esa Primerísima Palabra inscrita en los corazones de toda la humanidad a lo
largo del planeta entero:
Ma
Mama
Mami
Madre
Mamo
Mommie
Makuahine
Maji
Majka
Moer
MànaAnya
Móthair
Maman
Máti
Mére
Okaasan
Mutter
Mor
Mari
Motina
Matka
Mother
Notas
(4) En español, en ocasiones un diminutivo afectuoso de una palabra en inglés
o español al agregar -cito, que significa indistintamente pequeño, querido y
más.
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