lunes

GARDEL: EL ALMA QUE CANTA (3) - HUGO GARCÍA ROBLES


El nacimiento del tango como canción

Pascual Contursi en 1917 pone letra al tango “Lita” de Samuel Castriota, que se convierte así en “Mi noche triste”, el primer tango canción. Lo graba Gardel antes que nadie en ese mismo año y, todavía más importante, advierte la potencial riqueza de una nueva forma que se suma a la existente de la danza, convertida en canto. Con esta genial percepción de la nueva especie, Gardel encarna la Guardia Nueva desde el dominio vocal. Es por ello que se ha atribuido erróneamente a Discépolo la frase Gardel “subió el tango de los pies a la boca”. Fue en realidad Agustín Remón y la frase era algo distinta: “subió el tango de los pies a los labios”, dato que debo a Horacio Arturo Ferrer.

Quizá convenga detenerse un instante y retener lo señalado por Vega: hasta entonces el dominio cantado lo componían las canciones criollas (zambas, estilos, chacareras y cifras) conjuntamente con el arte de los payadores, también enclavado en los dominios de lo criollo.

La letra fijada de antemano es lo contrario de la improvisación y en el limbo del suburbio donde los payadores habían dejado las pulperías de sus actuaciones primigenias, refugiándose en cafetines y comités políticos, ahora surge con Gardel un competidor de cuidado. La leyenda quiere que el gran Gabino Ezeiza le dijera a Gardel: “contigo se terminaron los payadores”.

En cierto modo, esos payadores milongueros, que empleaban precisamente el metro de la milonga abandonando la cifra que era la fórmula previa, para sus improvisaciones, apuntaban ya hacia el tango. No debe olvidarse que la misma milonga de las payadas inauguró con su música, junto con el tango, el ciclo de pareja estrechamente abrazada.

El mérito de Pascual Contursi es enorme e indiscutible. Se inscribe en la vasta galería de los poetas que sirvieron al tango desde la ribera de la literatura, de la poesía sin más. Su acierto fue tan grande que creo el arquetipo del género: la queja por el amor desdichado, el dolor de la pareja amada perdida, que ya no acompaña al antiguo amante. La misma queja que vive en tantas vetas del canto popular del mundo. Citemos el “Saint Louis Blues” para poner un ejemplo de lengua sajona o “Las hojas muertas” para evocar a la Piaf y el repertorio de la canción francesa. El reproche que se ha hecho al tango como “lamento del cornudo” aunque bastardo en su mera enunciación, le cabe a muchas variantes del canto popular en todo el mundo.

Este modelo fundador del tango emplea en su texto algunas voces lunfardas, como “percanta”, “amuraste”, entre otras. Con lo cual también se anticipa a una tendencia que entreteje el idioma español con las voces del arrabal rioplatense. Celedonio Flores, el genial autor de “Mano a mano” es quizá el más conspicuo poeta que cultivó esa línea. Por el contrario, los tangos que con letra de Alfredo Le Pera llevan música de Gardel, inician una línea de castellano depurado, libre de los términos del suburbio de Buenos Aires o Montevideo, quizá porque, al margen del talento de su autor, tuvo claro que ampliado el ámbito de los oyentes al resto de Latinoamérica y a la propia España, era preferible tomar esa senda. Ni más ni menos la misma razón que hizo en su momento cantar en castellano a Nat King Cole, a la Piaf, y al propio Gardel, en intento felizmente desechado pronto, en inglés.

No es descabellado decir que Le Pera y sus letras llevan a Homero Manzi. Curiosamente, el estupendo letrista era al mismo tiempo autor de los libretos lamentables de varias películas de Gardel. En un fenómeno paralelo al insuficiente actor que era este, contrapuesto al admirable intérprete vocal.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+