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MONA CHOLLET “LA VEJEZ HACE AL HOMBRE SABIO, Y A LA MUJER, BRUJA”


por Lluís Amiguet
Mona Chollet, ensayista, editora de ‘Le Monde Diplomatique’ y autora de ‘Brujas’. Tengo 45 años y no soy madre; ni siquiera tengo pareja, la he tenido, y ahora me siento libre y preparada para ser feliz y hacer felices a los demás. Soy de Ginebra, donde comenzó la primera caza de brujas: Suiza tiene una historia sangrienta. Soy periodista: serlo hoy es otro problema y otra oportunidad.
Hoy sigue la caza de brujas?
Hoy siguen vigentes prejuicios culturales que discriminan a la mujer y le recuerdan lo que se espera de ella. Se nos condiciona de un modo más difuso que cuando se perseguía a la brujería, pero los clichés son los mismos.
¿Cuáles?
Se nos castiga, por ejemplo, por envejecer: la vejez hace al hombre sabio, y a la mujer, bruja. Y si, además, esa mujer no ha sido una esposa y madre, conforme se esperaba de ella, se considera la suya una vida desperdiciada.
¿Se margina a la mujer que no da a la patria soldados, obreros y contribuyentes?
No sólo es eso. Incluso la soltería, el hecho de ser libre en un sentido amplio, se considera una oportunidad en el hombre y un fracaso en la mujer, que va convirtiéndose en desastre con el paso de los años. El modelo de mujer aún es el de sacrificada por la maternidad...
¿La anorexia de las modelos es maternal?
Lo que se favorece en cada anuncio es el cliché femenino del frescor y la inocencia: la juventud. Y algunas mujeres intentan agarrarse a esa presunción de juventud y tienen pavor a cumplir años, incluso desde muy jóvenes, porque saben que cada año que pasan sólo va a restarles atractivo y que en ellas la experiencia nunca será valorada.
¿Cree que los hombres desean envejecer?
¿Recuerda la boda de George Clooney con Jennifer Aniston? Se consideró que él había mejorado con los años y que se le acababa la buena vida: “Esa –se dijo– ha venido a encarcelarlo”.
¿Y ella no era encarcelada también por él?
De ella se decía, gracias a la megaboda que había conseguido al cazar a Clooney: “¡Por fin salvada, qué suerte: alguien la ha querido!”.
¿Esa no es sólo cultura pop del corazón?
Es popular, sí, pero sólo está revelando que el pensamiento dominante castiga como bruja a la que no encauza su vida; primero en la pareja y luego en la maternidad. Por eso, me interesó estudiar a las brujas, porque se las castiga por todo lo que aún nos estigmatiza: por envejecer, por querer ser libres y por ser las antimadres.
¿Era un castigo del natalismo oficial?
El Sabbath es una fiesta de la que nadie vuelve preñada. Y en los autos de brujería se describen aquelarres donde se sacrifican bebés y se practica todo tipo de sexo sin fines reproductivos. Y es que las épocas de mayor persecución de la brujería coinciden con períodos de declive de la natalidad en Europa. Y no es casualidad que esos períodos sean también los de mayor misoginia institucionalizada.
¿Por qué?
Había que acongojar a las mujeres hasta reducirlas a meros entes reproductores. Lea el Malleus maleficarum, el martillo de las brujas, porque fue el libro de referencia de los inquisidores y cazadores de brujas durante tres siglos. Y verá que es violento y misógino.
Déjeme googlearlo. Veo que sus autores copiaron al inquisidor de Girona, Aymerich.
Fue el manual de referencia para inquisidores, pero sus clichés aún perduran: en el fondo, viene a decir, aunque no todas sean brujas, las mujeres son la maldición de los hombres, de naturaleza noble hasta que son maleados por ellas.
¿No se castigaba también a los brujos?
Las mujeres son las encausadas en el 90% de los procesos de brujería, en los que aparecen también algunos hombres, pero sólo como cómplices. Los pocos procesos a brujos perseguían, en realidad, desviaciones políticas o prácticas criptohomosexuales.
¿Con la brujería se condenaba también al lesbianismo?
El lesbianismo preocupa al poder en cuanto aleja a la mujer del control patriarcal y la libera de someter su placer al hombre. Es parte de la amenaza de que el pueblo en la sombra se organiza para liberarse y disfrutar de sus cuerpos.
Hoy el sexo es el núcleo de la publicidad.
Por eso también es necesario recordarle a la mujer cómo debe ser: esposa y madre ante todo, si no quiere ser considerada una tía rara, solterona, amargada, vieja y bruja.
Al cabo, ¿no son opciones personales?
Sólo invito a reflexionar hasta qué punto muchas mujeres viven en pareja y son madres, aunque no sean felices, para no ser estigmatizadas como raras y estériles. Porque se impone el cliché de que una mujer sólo puede realizarse dentro de un matrimonio y una familia.
¿No cree que hoy son capaces de reflexionar y tomar decisiones por sí solas?
Creo que somos libres cuando descubrimos nuestra identidad profunda más allá de lo que la cultura dominante quiere que seamos.Y muchas mujeres acaban en parejas que en realidad no desean, porque temen la libertad de decidir por sí solas.
¿No cree que en Europa hemos llegado ya a ese nivel de libertad sin prejuicios?
En Francia hay una reacción machista de ciertos intelectuales con coartada antiamericana que defiende hasta la galantería.
Yo me dejo.
Bien. La galantería está muy bien si es para los dos sexos, es decir, cortesía. Si no, sólo es un modo de dulcificar y exhibir la dominación machista. Para esos intelectuales, el demonio es el feminismo americano. Por eso, hay que preservar la elegancia chic de la mujer francesa para que siga sometida. Y hable sólo con la coquetería necesaria para que se luzca el gran sabio que tiene a su lado.
Brujas ejemplares
En 1968, un grupo de pioneras fundaron Witch (Women’s International Conspiracy from Hell), (Bruja, conspiración internacional de mujeres desde el infierno), un desenfadado aquelarre de agitadoras intelectuales que empezaron por rechazar las militancias: “No es necesario afiliarse a Witch, porque si eres una mujer y osas asomarte a tu propio interior, ya eres una bruja”. Y uno se siente parte de la conspiración satánica universal al repasar, con la ensayista Mona Chollet, la lista de brujas ejemplares que demostraron que envejecer en espléndida libertad no es de solteronas, sino de destinadas para la gloria, como Susan Sontag, Gloria Steinem o, sin permiso del amargado de Sartre, Simone de Beauvoir.

(LA VANGUARDIA / 9-3-2019)

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