lunes

CÁNTICO ESPIRITUAL (97) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 38

El aspirar de el aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

DECLARACIÓN (1)

1 / Dos cosas declaramos que pedía la esposa en la pasada canción: la primera era la que su alma pretendía; la segunda era pedir lo que le había dado el otro día, de la cual, por cuanto ahora la acabamos de declarar, no hay más que tratar. Pero la primera petición, que es lo que dice que su alma pretendía, declara ahora en esta canción qué cosa sea; porque no sólo en el amor perfecto que allí dijimos, sino también (como allí notamos) todo lo que se contiene en esta canción, que es el mismo amor y lo que por ese medio se le comunica al alma. Y así, pone aquí cinco cosas, que son todo lo que ella quiso dar a entender allí que pretendía. La primera es “el aspirar de el aire” que es el amor que habemos dicho, que es lo que principalmente pretende. La segunda es “el canto de la filomena”, que es la jubilación en alabanza de Dios. La tercera es “el soto y su donaire”, que es el conocimiento de las criaturas y el orden de ellas. La cuarta es pura y subida contemplación. Y la quinta, que es “llama que consume y no da pena”, casi se encierra en la primera porque es llama de suave transformación de amor en la posesión de todas las cosas.

El aspirar de el aire.

2 / Este “aspirar de el aire” es una habilidad de el Espíritu Santo, que pide aquí el alma para amar perfectamente a Dios. Llámale “aspirar de el aire”, porque es un delicadísimo toque y sentimiento de amor que ordinariamente en este estado se causa en el alma en la comunicación de el Espíritu Santo. El cual, a manera de aspirar con aquella su aspiración divina, muy subidamente levanta al alma y la informa, para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspiran en la dicha transformación. Por que no sería verdadera transformación si el alma no se uniese y transformase también en el Espíritu Santo como en las otras dos personas divinas, aunque no en revelado y manifiesto grado por la bajeza y condición de esta vida. Y esto es para el alma tan alta gloria y tan profundo y subido deleite, que no hay decirlo por lengua mortal, ni el entendimiento humano, en cuanto tal, puede alcanzar algo de ello.

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