domingo

PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (6)


Arte y técnica escénica

EL TEATRO MORTAL (6)

Cierta mañana estuve en el Museo de Arte Moderno observando cómo la gente se arracimaba para sacar la entrada cuyo precio era de un dólar. Casi todas esas personas tenían el vivo aspecto de un buen público, de acuerdo con el modelo del público para el que uno desearía trabajar. En potencia existe en Nueva York uno de los mejores públicos del mundo. Por desgracia rara vez va a al teatro.

Rara vez va a al teatro porque los precios de las entradas son demasiado altos. Cierto es que puede pagarlos, pero no es menos cierto que ha quedado decepcionado muy a menudo. No es casual que Nueva York sea la ciudad que cuenta con los críticos más poderosos y duros del mundo. Año tras año, el público se ha visto obligado a convertir en cotizados expertos a simples hombres falibles, de la misma manera que un coleccionista no puede exponerse a correr el riesgo sólo cuando compra una obra costosa: la tradición de los expertos tasadores de obras de arte como Duveen, engloba asimismo el negocio teatral. De esta forma el círculo se cierra; no sólo los artistas, sino también el público, ha de tener sus protectores, y la mayoría de los individuos curiosos, inteligentes y no conformistas se mantienen apartados. Esta situación no es única de Nueva York. Viví muy de cerca una experiencia semejante cuando representamos La danza del sargento Mus-grave, de John Arden, en el Athenée de París. La obra constituyó un rotundo fracaso -casi toda la crítica nos fue adversa- y la sala estaba prácticamente vacía. Convencidos de que la obra había de tener un público en alguna parte de la ciudad, anunciamos tres representaciones gratis. Y este señuelo produjo el ambiente de los grandes estrenos. La policía tuvo que intervenir para poner orden en la multitud, que se apiñaba ante la puerta del teatro, y la obra se desarrolló magníficamente, ya que los actores, alentados por el entusiasmo de la sala, ofrecieron su mejor interpretación, premiada con ovaciones. Esa misma sala que la noche anterior parecía muerta era un hervidero de comentarios y murmullos. Al final, encendimos las luces y observamos al público, compuesto en su mayoría por jóvenes bien trajeados. Françoise Spira, directora del teatro, salió al escenario.

-¿Hay alguno de ustedes que no podría pagar la entrada?

Un hombre levantó la mano.

-Y los demás, ¿por qué han esperado a que fuera gratis para venir?

-La obra tuvo mala crítica.

-¿Creen ustedes en la crítica?

Unánime coro de “¡No!”

-Entonces ¿por qué…?

Y de todas partes la misma respuesta: el riesgo es demasiado grande, demasiadas decepciones. Vemos aquí cómo se traza el círculo vicioso. Constantemente el teatro mortal cava su propia fosa.

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