CÓMO ESCRIBÍ “UNO”
“Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias
Sabe que la lucha
es cruel y es mucha
pero lucha
y se desangra
por la fe que lo empecina
…Pro un frío cruel
que es peor que el odio
maldijo para siempre y me robó
toda ilusión…”
En aquellos días estaba raro… No sé… No sé en realidad qué diablos me
pasaba. Me había entrado de pronto una melancolía inexplicable. Yo, que
generalmente tengo buen humor, estaba insoportable. ¡Quería pelearme con todo el mundo!... ¡Fue
una temporada terrible! En casa, un poco alarmados, llamaron al médico. No
tenía nada… Estaba sano. El médico -pobrecito- me aconsejó lo de siempre: que
dejara de fumar, que dejara de beber, que dejara de acostarme tarde… Y yo seguí
fumando, bebiendo, acostándome tarde. Porque lo que yo tenía era vejez,
cansancio… cansancio de vivir…. Estaba raro… Era cansancio de todo… En ese
momento me hubiera gustado hablar de otra manera, respirar de otra manera,
caminar al revés… qué sé yo. Me molestaba el tránsito, las bocinas, los gritos
de los vendedores… ¿Qué era eso? En el fondo y en esencia era hartazgo. Las
gentes se hartan y valga la paradoja: los necesitados, son los que abandonan
por hartazgo.
La mayor miseria no es la del pan. Hay una miseria igual, en veinte estados
del hombre. En la vida de relación, en la esperanza, en la ambición, en el amor
frustrado… Y eso cuando se percibe y se padece, va minando… destruyendo…
desolando…
Yo soy un hombre de grandes amores, no de grandes pasiones, de grandes amores.
Y el hombre que ama con la nobleza con que yo amo siempre -y sé bien que hay
millones como yo- tiene fatalmente caídas en la desesperación profunda, como la
que yo tuve en “Uno”, canción que respeté en su salvajismo poético, con el
respeto que merecen los caídos cuando se pasa lista.
El hombre nace para vivir y la vida es un premio. Pero la vida hace del
hombre una víctima sencilla. Debe cumplir con historias, sostener presentes… y
labrar un porvenir… Y entonces el hombre entra en una teoría de obligaciones
dramáticas que lo llevan a la más absurda negación… Se llena de obligaciones
que lo empequeñecen para la lucha y lo entristecen para la ambición. Y se va
negando… deshaciendo… enfriando… Quizás sea exagerada pero salvaje -repito- la
imagen de “si yo tuviera el corazón…” pero hay que vivir para entender eso y
vivir intensamente, como viven tantos seres en mi tierra y en otras tierras. La
gente de nuestro siglo sufre mucho. Es un período terrible y precioso. El
hombre ha pasado de la vela se sebo a la televisión. Ha sufrido una variante
fundamental desde el punto de vista mental. Y en cambio, desde el fisiológico,
sigue atado a la tierra como el mono cuando bajaba del árbol con el coco en la
mano. En un instante el telégrafo le dice que perdió todo… que ganó todo… que
lo volvió a perder. Y en cambio el cuerpo, atado a la tierra, necesita media
hora para hervir el agua, media hora para hervir los fideos, veinte minutos para
comerlos y una hora y media para digerirlos. Y el telégrafo sigue diciendo que
lo perdió… que lo ganó… que lo perdió… que lo ganó…
Y así como la variante de un número cambia la suma, la vida del hombre
moderno, hermosa y trágica, es un juego de ilusión y de agonías que desgastan
la esperanza… Lo sabido… lo deseado… lo querido… Porque no hay nada que sea tan
horrendo como no creer. Ni tan triste, ni tan hondo. Es como el pozo profundo
de todos los sueños.
Recuerdo aquel estado especial de mi espíritu para justificar esa amargura
de “Uno” que muchos amigos dijeron que resultaba tremenda y desoladora. Tal vez
tengan razón… pero yo estuve muchas veces “solo en mi dolor” y “ciego en mi
penar”… Y aquello de “punto muerto de las almas” no es pura invención literaria…
La desilusión amarga del que no puede amar, aun queriendo amar, no había
sido tratada todavía. Yo aprendí en aquellos días que la gente sería
inmensamente feliz si pudiera no presentir. La música me lo gritaba. El motivo
de la letra brotó en aquellos días raros que tuve. Los versos los escribí algún
tiempo después. Así nació “Uno”. (16)
Notas
(1) Radio Belgrano, noviembre 1947.
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