CANCIÓN
37
ESPOSA
Allí
me mostrarías
aquello
que mi alma pretendía,
y
luego me darías
allí
tú, vida mía
aquello
que me diste el otro día.
DECLARACIÓN
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Por lo cual no dice que la dará, sino que
“allí me mostrarías”, porque, aunque es verdad le da su amor, esto es, la
muestra a amarle primero como Él se ama; porque Dios, amándonos primero, nos
muestra a amar pura y enteramente como Él nos ama. Y porque en esta
transformación muestra Dios a la alma, comunicándosele, un total amor generoso
y puro con que amorísimamente se comunica Él todo a ella, transformándola en sí
-en la cual le da su mismo amor, como decíamos, con que ella le ame-, es
propiamente mostrarla a amar, que es ponerle el instrumento en las manos, y
decirle cómo ha de hacer, y irlo haciendo
con ella, y así aquí ama el alma a Dios cuanto de él es amada. Y no quiero decir que amará a Dios cuanto Él
se ama, que esto no puede ser, sino cuando de Él es amada; porque así como ha
de conocer a Dios como de Él es conocida, como dice San Pablo (I Cor. 13,12),
así entonces le amará también como es amada de Dios, pues un amor es el de
entrambos. De donde no sólo queda el alma enseñada a amar, mas aun hecha
maestra de amar, con el mismo maestro unida, y, por el consiguiente,
satisfecha; porque hasta venir a este amor no lo está. Lo cual es amar a Dios
cumplidamente con el mismo amor que Él se ama. Pero esto no se puede
perfectamente en esta vida, aunque en estado de perfección, que es el de el
matrimonio espiritual, de que vamos hablando, en alguna manera se puede.
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Y de esta manera de amor perfecto se sigue luego en el alma íntima substancial
jubilación a Dios, porque parece, y así es, que toda la substancia de el alma
bañada en gloria engrandece a Dios y siente, a manera de fruición, íntima
suavidad que la hace reverter en alabar, reverenciar, estimar y engrandecer a Dios
con gozo grande, todo envuelto en amor. Y esto no acaece así sin haber Dios
dado a la alma en el dicho estado de transformación gran pureza, tal cual fue
la de el estado de la inocencia o limpieza bautismal. La cual aquí también dice
el alma que la había de dar luego el Esposo en la misma transformación de amor,
diciendo:
Y
luego me darás
allí
tú, vida mía,
aquello
que me diste el otro día.
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Llamando a “el otro día” al estado de la justicia original, en que Dios le dio
en Adán gracia e inocencia, o al día de el bautismo, en que el alma recibió
pureza y limpieza total, la cual dice aquí el alma en estos versos que luego se
la daría en la misma unión de amor. Y eso es lo que entiende por lo que se dice
en el verso postrero, es a saber: “aquello que me diste el otro día”; porque
(como habemos dicho) hasta esta pureza y limpieza llega el alma en este estado
de perfección.
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