por J. A. Aunión
Una exposición en el museo Les Abattoirs de Toulouse cuenta la historia
de los perdedores de la Guerra Civil y coloca al genio en su contexto político
Arte para entender
la Historia e Historia para comprender el arte. Y Picasso, en el centro, para explicarlo todo. Así podría describirse, si hubiera
que embutirla en un tuit, la monumental exposición Picasso y el exilio. Una historia del arte español de la
resistencia, que se inaugura este jueves en el museo Les
Abattoirs de Toulouse. La muestra relata uno de los peores desgarros de la
historia de España —la retirada de los perdedores de la Guerra Civil, de la que
se conmemora este año el 80 aniversario, y su posterior exilio— a través de
Picasso. Pero también ofrece una perspectiva distinta de la obra inagotable del
artista, contextualizándola en aquel tiempo de resistencia y compromiso
político.
Lo hace por medio
una treintena de obras del propio Picasso (pinturas, dibujos, grabados,
esculturas y libros) y varias decenas más de artistas españoles del exilio que
estuvieron relacionados con él: Óscar Domínguez, Remedios Varo, Julio González
Joan Miró... También hay un enorme número de fotografías —algunas
espectaculares y muy poco conocidas— y documentos, como la correspondencia con
su familia durante la guerra o algunas cartas inéditas que intercambió con Paul
Éluard y Antoni Clavé.
La muestra recorre
un tiempo que va desde la guerra en España —con el Guernica y el inicio de su gira mundial de captación de fondos para la
República—; la derrota y los terribles de campos de refugiados —se pueden ver
cartas de pintores a los que Picasso ayudó a salir de allí y obras hechas por
los prisioneros— en medio de la Segunda Guerra Mundial; y el desarraigo
posterior de toda una generación; hasta el regreso de la democracia a España y,
con ella, del Guernica. Con el patrocinio
del Museo Picasso de París y el apoyo de
Acción Cultural Española, hay piezas del fondo de Les Abattoirs y las
procedentes, entre otros, del Reina Sofía de Madrid, los museos Picasso de París y Barcelona o la Tate
Modern de Londres.
Todo arranca con
una obra gigantesca de Picasso, literalmente, pues La dépouille du Minotaure en costume d’Arlequin es
un telón de teatro de casi nueve metros de alto por 13,25 de ancho, alrededor
del cual se reconstruyó hace 19 años el antiguo matadero de Toulouse para
convertirlo en el Les Abattoirs y que ahora es el punto de partida y motor
de la exposición que se podrá ver hasta el 25 de agosto (la entrada estándar
cuesta 8 euros).
El telón El telón
es una delicadísima obra que no se expone de manera constante (tras estos seis
meses, se esconderá en la especie de caja gigante donde reposa sobre una cama
acolchada inclinada para descansar al menos durante un año) y que fue
confeccionado por Picasso a petición del Frente Popular francés para la
representación de una obra de Romain Rolland en la festividad del 14 de Julio
de 1936, solo cuatro días antes del golpe militar en España. La obra fue
donada por el propio artista tras una muestra celebrada en Toulouse en 1965
sobre Picasso y el teatro, “la primera exposición temática sobre él”, asegura
Valentín Rodríguez, director de colecciones de Les Abattoirs y comisario de la
exposición junto a Annabelle Ténèze.
El nombre del
comisario —francés descendiente de andaluces emigrados en los años sesenta— da
cuenta de la oportunidad de hablar del exilio español en una ciudad (Toulouse)
y una región (Occitania) con formidables raíces españolas, que recibió a buena
parte de los más de 400.000 españoles que dejaron su país en la retirada —las
autoridades regionales occitanas impulsan todo el año actos de conmemoración— y
donde llegó a haber ocho campos de refugiados o, como prefiere Rodríguez, de
concentración.
Pablo Ruiz Picasso
(Málaga, 1881- Mougins, 1973) quizá no encaja en la etiqueta de artista del
exilio (llevaba décadas viviendo en Francia cuando estalló la guerra) y, salvo
algunas excepciones, la política no se solía colar nítidamente en su obra. Pero
Rodríguez destaca que, tras la Guerra Civil, se convirtió en un artista sin
patria, que mostró “una oposición muy clara al franquismo” y se autodefinió
como “exiliado” en 1944, cuando anunció su adhesión al Partido Comunista.
Así, aparte de los
reflejos más puros de los tiempos de resistencia —con la Exposición de 1937,
los dibujos de Sueño y mentira de Franco, y
el Guernica—, la muestra ofrece desde esa óptica las
posteriores obras de mayor calado antibelicista —como La paloma de la paz— y otras más sutiles como Gato comiendo pájaro, que lleva grabada en la parte
superior la fecha de 22 de mayo de 1939, el día que la Alemania nazi y la
Italia fascista firmaron la alianza conocida como el Pacto de Acero. También
hace una lectura vinculada al desarraigo y la nostalgia de trabajos que hizo
más tarde en torno a los clásicos del Prado (como su revisión de Las meninas en 1957), a la tauromaquia y las
figuras de Carmen, el Quijote o la Celestina.
(El País -España / 14-3-2019)
(El País -España / 14-3-2019)
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