lunes

EL TALLER DE LA VIDA / confesiones (32)


HUGO GIOVANETTI VIOLA

Primera edición: Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes (2009)
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes (2018)
Retrato de portada: Horacio Herrera.


TRES: LA SOLEDAD DEL PARAÍSO

28 / LOLA


Cuando nació Micaela ya teníamos un gato que se llamaba Philip Marlowe y de noche le gustaba sentarse en la cama a enamorarnos con una dura y dulce mirada amarilla.

Un día Rosina y Sergio lo bañaron equivocadamente con Asuntol para sacarle las pulgas y amaneciói helado en la otra vereda y mientras hacía el pozo para enterrarlo le empezcé a pegar piñazos al jardín igual que un personaje de Dostoievski y lo lloré como si todos los muertos del mundo se le hubiesen juntado en el cuerpito.

Onetti decía que después que se escribió el Eclesiastés nadie pudo agregarle nada verdaderamente nuevo a la sabiduría, pero en El evangelio según el traidor yo me atreví a asegurar que Jesús ni siquiera debió amar ese libro. Y en Heredad de mi padre hay un texto titulado El cementerio que le contesta al profeta de la desesperanza:

Te asustaban los pinos plantados en el fondo / de aquellas tardes áureas como dulces manzanas / picadas en secreto, / (Un monte de serpientes oscurecía la fiesta.) / Pero el predicador olvidó que tu vida / fue cuajada en el barro hueco de una mujer / y que no vuelve al polvo / lo que ganó el espacio. / Flores son flores. / Y cipreses: cipreses.

Reconozco, sin embargo, que el Eclesiastés merece ser inmortal porque tiene un versículo que reza: ¿Quién puede asegurar que el espíritu del hombre suba a los cielos, y que el espíritu del animal baja a las profundidades de la tierra? Clarissa Pinkola Estés, por ejemplo, en Mujeres que corren con los lobos, profetiza que la supuesta superioridad humana va a ser descategorizada en muy pocos siglos.

Y un día Nacho apareció con una perrita que le habían dado en la calle y le dijimos que en el apartamento no se podía quedar de ninguna manera y los chiquilines la fueron colocando una noche en cada casa hasta que se acabaron los cielorrasos y un sábado escuché a mi hijo llamando en secreto a los abuelos para irse a dormir con ellos y cuando le pregunté si era por la cachorra se agarró con tanta desesperación la entrepierna explicando que esa noche la tenían que dejar abajo del tanque de agua y no podía soportarlo que tuvimos que ofrecerle un cielo familiar y le pusimos Lola.

En Casi milonga para mi perro Dino traza un retrato insuperable: Desde su rinconcito nos observaba / ojos marrón muy claro cola parada. / Se acostumbró al sonido de mi guitarra / hocico abierto cabeza ladeada / supo ser compañero mi camarada / quizá por amor quizá por nada.

Pero ese nada quiere decir todo. Y un día muy frío que me desperté con resaca y sin acordarme de lo que había pasado la noche anterior y Rosina se levantó de un salto y sentí la culpabilidad torturantemente encandilada por el artefacto del techo Lola llegó volando desde la cocina y se acostó todo a lo largo de mi cuerpo y me di cuenta que ella entendía las cosas invisibles mucho más rápidos que nosotros.

En mayo de 2006, cuando dejé el alcohol, ya estaba muy viejita y nuestros hijos no vivían en casa. Yo empecé a soñar y a escribir un libro atrás del otro y cuando no daba clases dejaba abierta la cocina y Lola venía cada muy pocos minutos a empinar la cabeza para que la acariciara y a veces hasta me ponía histérico porque se despatarraba en el parqué a cada momento, pero había que quererse.

Rosina decía que estaba esperando a que volviera Nacho para morirse y es la pura verdad. Ella era impredeciblemente agresiva con casi todo el mundo y a partir de la adolescencia empezó a llevarse mal con el hermano Nacho, pero fue la única que supo que en el verano de 2007 iba a estar aquí. Y lo esperó.

Tuvimos que sacrificarla una tarde muy dorada, porque ya no podía ni tomar agua. Cuando llegó la veterinaria, un encanto de mujer, Rosina todavía estaba trabajando. Y lo increíble es que media hora antes Lola se había levantado como un yate piloteado por luciérnagas para dar una vuelta despidiéndose de la casa y después Nacho se quedó acariciándola en la cucha hasta que le pusieron la inyección que iba a demorar un rato en sedarla del todo.

La doctora se fue enseguida. Yo me preparé el mate y nos quedamos esperando la camioneta del cementerio de mascotas. Y recién después que una suavísima implosión sideral perinó el cuerpo rubión transportándolo más acá y más allá del oro de la tarde entendí que Lolita también se había ido.

Rosina llegó a tiempo para verla bajar en el pequeño ataúd que me hizo llorar a gritos. Y a ti este libro que habla de ti, como le reza el gigantesco Juan Ramón Jiménez a Platero: ahora que puedes entenderlo.

Lola vino a visitarme en un sueño precioso: me miró desde la puerta del dormitorio y ahora no tenía edad y era todas sus ellas. Pero yo, que no creo en el polvo, todavía no me animo a mirar el cementerio de mascotas cuando paso paso en el ómnibus.


29 / KRONOS

Durante 2006 Willy Wood y Leticia Acosta ensayaron en el bungalow de huéspedes que elegimos como locación para filmar la casita de Leonardo Regusci y Mariana Ventura, y Álvaro y yo empezamos a negociar con una importante productora argentina que se interesó en la película desde el arranque.


A fin de año Raúl Turri instaló el pub Kronos en un señorial primer piso de Uruguay y Julio Herrera y Obes, y de golpe nos encontramos con una especie de set jolivudense a disposición para trabajar durante el día y en enero ya organizamos las primeras reuniones de charla-taller que Moure dirigió siempre con una gracia de trato de esas que Salamanca non te presta.

La productora argentina aceptó participar con el cincuenta por ciento del presupuesto y enseguida parecieron llovernos y florecernos ideas para agregar papeles con un destaque protagónico de los que ellos después tendrían derecho a exigir, y el guión proliferó con vida propia y entró a guiarnos La Cosa.

Al final nunca cruzamos a Buenos Aires a cerrar trato, porque Álvaro se empezó a hacer el mexicano con la definición de la fecha del viaje y los ensayos maduraban y se olía el punto del chocolate y terminé entendiendo que la lentitud de una co-producción rioplatense vinculada obligatoriamente a transnacionales financieras nos podía arruinar un orgasmo cósmico colectivo de los que no piden permiso para relampaguear y después que pasó el trueno y no te transfiguraste de qué sirven los morlacos. Mejor pobres y celestes.

Ya hacía más de un año, por ejemplo, que cada quince días íbamos con Willy a enseñarle guitarra a un hijo espiritual de Raúl Turri que estaba recluido en el Comcar, y cuando le otorgaron salidas transitorias el talentodso rastafari que bautizamos Negro Piedra se incorporó a la película y actuó como un discípulo de Leonardo Regusci capaz de valorar y defender el tesoro de la verdad que nos hace libres y ser un Hombre Nuevo. Había que seguir así: dejándonos crecer en lo sincrónico.

Los primeros exteriores los filmaron María Isabel Espinosa y Willy en una playa, y un memorabilísimo domingo de sol nacarado le copamos el fondo con piscina a la familia carrasquense Hooper y Álvaro, el Pitu, Fernanda Sanjurjo y Alicia Herrera pudieron instalar, durante doce horas, una polifacética fiesta donde actuó mucha gente tanto tn tomas guionadas como silvestres y la todopoderosa irrealidad del cine se volvió más real que los sudores rutinarios.

El refinamiento de la dueña de casa, mi gran amiga Beatriz Hooper, superó a cualquier catering de los que se programan con ampulosidad snobista y sensacionalista y esa noche, además, pasó algo que consteló el arquetipo del Gran Tiempo que ya no nos abandonaría en todo el rodaje.

Leonardo Regusci, a quien la prtoductora posmo, Federico Finkbein, le inventa burlonamente el sobrenombre de Jesús de Punta del Este, rodeaba la piscina ya con la cara desfigurada por dos matoncitos de boliche para firmar el contrato del concierto-crucifixión con el Rey, un famoso rockero porteño jubilado del jet dedicado a babear dando fiestas nudistas evocadora del Divino Marqués.

Nuestro equipo técnico es modesto, pero las tomas de Álvaro y Nanda se multiplicaban igual que si hubiera seis cámaras y lo increíble es que nadie se aburrió. Y yo estaba sentado en el pasto junto con la barra de adolescentes que nos regaló su refrescante quórum actoral-musical y me di cuenta que había algo más alto que nos peinaba el cansancio a todos.

Y en los próximos dos meses aquella misma magia fue transformando a Kronos en un espejismal quilombo de Naná donde se hacían improvisaciones con vestuario y maquillaje que eran grabadas para rebañar imágenes destinadas a enriquecer el depósito anexo al film y nadie puede discutir que nos divertimos mucho más de lo que nos calentamos en aquella olla loca que a veces suavizábamos con sesiones de terapia colectiva y a llorar al cuartito. La fe hay que festejarla.

El día de la última escena Raúl nos ofreció un brindis a corazón abierto, y hubo quien se emborrachó con whisky y quien recordó serenamente la profecía de El fénix de Paul Eluard:

Los hombres están hechos pare entenderse / Para comprenderse para amarse / Tienen niños que se volverán padres de hombres / Tienen niños sin fuego ni lugar / Que reinventarán el fuego / Que reinventarán los hombres / Y la naturaleza y su patria / La de todos los hombres / La de todos los tiempos.

Y el reino reinará.


30 / TEILHARD DE CHARDIN

En la adaptación cinematográfica de la novela Jesús de Punta del Este, Leonardo Regusci, después de dar su último concierto compañado por Dino en la plaza de la Torre del Vigía, va a confesarse con el padre Fidel, un viejito glaucomatoso.


El cura iba a ser interpretado por mi amigo Julio Frade, pero las exigencias horarias de nuestros ensayos -tqalleres me obligaron a aceptar el papel a mí y terminar de narrar algunos tramos del guión en forma actoral. O más bien, reescribirlo frente a las cámaras. Y en un momento me achicó tanto el vértigo que llegué a renunciar a rajatabla, pero pudo más la fe que me tuvieron Álvaro Moure Clouzet, Martín Pitu Ferreyra y la actriz Cristina Velázquez, que colaboró brillantemente en la dirección de algunas escenas, y a la cancha la celeste, como nos arengan Jaime Roos y Raúl Castro en nuestro himno-candombe.

Jorge Presentado, el pródigo párroco carmelita de San José de la Montaña nos puso a disposición la parroquia de Havre, y un domingo plateado invadimos la sacristía entre la misa del mediodía y la misa de las seis.

Flor de Lis Yarte, nuestra maquilladora, demoró diez minutos en hacerme irradiar ochenta años y usé el bastón del hermano Manuel y unos lentes culo-de-botella que pertenecieron a la guapísima abuela materna de Rosina, doña Josefa Tambasco de Pastorino, porque quería no ver. Y en cierto momento el cura se siente el Gran Inquisidor de Dostoievski obligado a juzgar al mismísimo arquetipo contemporáneo del Hombre Nuevo y se escapa a buscar grapamiel a un cuarto-biblioteca donde se desahoga un poco con el seminarista Pablo Cossio, que junto con el Negro Piedra y Diego Mongrell fue otro de los que se representó a sí mismo en la película.

Y allí pasó algo decisivo en la búsqueda de nuestra dimensión pleromática. Cuando el cura, por orgullo, no pide ayuda para agarrar la botella que guarda en la biblioteca, tira unos cuantos libros al suelo y se desespera y entonces yo, el guionista, detecté el ejemplar del Teilhard de Chardin de N. M. Wildiers que me prestó el padre Fidel Gil en el 93 y sentí que era imperioso repasarlo porque aquella concepción de la evolución crística de las moléculas y las células provenientes de estrellas despedazadas hasta desembocar en el culmen de la superhumanidad era una imprescindible Fonte de purificación para enfrentarse a nuestro desafío.

Y no me equivoqué. En el último retiro que hicimos en el cuarto piso del Nogaró, Juan Comesaña, el psiquiatra freudiano con cojones intelectuales dignos de su maestro, ya había conseguido y fotocopiado militantemente Lo que yo creo, una colección de ensayos juveniles del asombroso jesuita recuperador del espiralamiento ascendente de la materia a costo de una cuasi-exomunión que enseguida anuló el Concilio Vaticano II, y la lectura colectiva del artículo Nota sobre los modos de acción de Dios en el universo nos conectó con el invencible estrellerío que impregna el aura de la península, por más taedium vitae y neurosis noósica que pretenden vendernos los esbirros del capitalismo salvaje, sea cual sea su disfraz oportunista.

El primer domingo que filmamos en la parroquia de Havre, además, pudimos enriquecer la dulce esgrima dialogal que rebrilla entre Leonardo Regusci y un sacerdote capaz de captar el inminente viaje hacia la cruz del hombre-muchacho de veinticinco años y absolverlo sin dejarse tentar por la astucia del sentido común fariseico que tantas veces confundimos con la sabiduría. Vale decir: sin tratar de convencerlo de que no dé la vida para que la Mujer Alma de la Humanidad deje de prostituirse, Y cuando Leonardo Regusci y el padre Fidel se despiden en la puerta de la sacristía nos trenzamos casi hasta la exasperación a propósito de una diferencia personal que tenemos con Willy y le dejamos la resolución abierta al espectador-lector, aunque yo me avivé quedándome con lqa última palabra.

Cuidate, que somos pocos, no tiene más remedio que recomendarle protocolarmente el padre Fidel al cantante-profeta. Muy pocos, lo corrige el hombre-muchacho de rastas color miel y se larga a chuequear entre las primeras gotas de la tarde plateada.

Y entonces ya no me sentí el padre Fidel y me acogotó la terrible responsabilidad de no resignarme a aceptar en público ningún resquicio de desesperanza demasiado vinculable al Eclesiastés o a Onetti y aullé:

Muy pocos no. Pocos. Bastantes.

Y la verdad de mi corazón es que nací sabiendo que siempre seremos bastantes y suficientes los decididos a recuperar nuestra reverberación originaria.


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