lunes

Denys Arcand: "La prueba de que todo está perdido es ver lo idiotas que son la mayoría de los ricos"


Luis Martínez


El director canadiense cierra su trilogía sobre el ocaso del imperio americano con un mordaz retrato del poder omnímodo del dinero.

Denys Arcand pertenece a la estirpe de los desesperados felices. Lo ve todo tan negro que no encuentra motivo alguno para la preocupación. "La vida me ha enseñado que cualquier augurio, por catastrofista que sea, siempre es ridiculizado por la realidad", dice, se toma un segundo y concluye: "Aceptémoslo, hemos perdido". Y rompe a reír. Su última película, 'La caída del imperio americano', recién estrenada, es buena prueba de su estado de ánimo. En efecto, todo lo que ocurre en ella es tan deprimente que, a poco que uno se relaje, acaba por disfrutarla de manera casi irracional. Apurando, se antoja hasta optimista.  
Para situarnos, se trata del cierre de una trilogía casi mítica que empezó allá en los años 80. Fue en 1986 cuando colocó la primera piedra con 'El declive del imperio americano'. Se trataba de levantar acta de todos y cada uno de los desastres que la liberación sexual trajo consigo. No se trataba de puritanismo sino de lo contrario: de la pérdida de referencias, del vértigo del vacío, de la simple sensación de impotencia (era eso)ante el placer como mercancía y bien de consumo. Algo más tarde, en 2003, 'Las invasiones bárbaras' colocaba a los mismos personajes de dos décadas atrás ante la inminencia de la muerte. Y con ella, ante la constatación simple y sincera de un precipicio del tamaño exacto de todos los sueños de emancipación no cumplidos. Desastre tras desastre hasta la derrota final.
"Cada una de las películas ha respondido a un interés muy personal. El malestar y desazón de mis personajes eran los míos", dice. Pero, un momento, el tema principal de esta nueva película es el dinero, ¿quiere esto decir que sólo le preocupa el dinero? "Bueno", responde, "no es tanto eso como dar fe de que ahora, y pese a todo, queda claro que lo único importante es el dinero. Nos hemos pasado la vida hablando mal de la riqueza, que lo importante son otras cosas, y no, al final, basta mirar alrededor para darse cuenta de que el dinero ha ganado y la razón ha perdido".
La película, con formato de 'thriller', cuenta el hallazgo de un botín por un profesor de filosofía y dos compinches raros: una prostituta y un ex convicto. Pero, atentos, se trata de un filósofo cabal. El protagonista de la cinta de Arcand ha decidido vivir de acuerdo a sus ideales 'kantianos' y eso le ha llevado a renunciar a casi todo en un mundo que, definitivamente, no es el suyo. ¿Qué puede hacer un hombre íntegramente moral con algo tan inmoral como una cantidad ingente de dinero manchado de sangre? Y sobre este dilema se levanta una mordaz radiografía del tiempo que vivimos. No hay heridos, todo cadáveres. Y cuidado que cada una de las víctimas se parece sospechosamente a cada uno de nosotros.
"Si miramos con un poco de perspectiva, no es difícil darse cuenta de que hemos eliminado la idea de la muerte de nuestras vidas, perdido interés en el sexo... ¿y los ideales? Hace 30 o 40 años aún existían auténticos marxistas que creían en la revolución y la lucha de clases. Equivocado o no, había un plan de actuación. Y un fin. Todo eso ha muerto. La izquierda tradicional, que se encargaba de proponer medidas sociales, ya no existe. ¿Qué vamos a hacer? ¿Quién formulará una opción de futuro?", dice, se toma un segundo y repite por si alguno se ha saltado un párrafo: "El dinero ha ganado. Incluso en el mundo del cine. Lo que importa ya no es la calidad de las películas, sino su recaudación el primer fin de semana. Eso o Netflix que se ha hecho el dueño de todo... Pero no sólo eso, hasta la democracia ha muerto en manos de los 'hackers' rusos. ¿Y qué decir del triunfo de Trump o de lo que está pasando con el Brexit? No es verdad que los que votaron por el presidente de Estados Unidos o por la salida del Reino Unido de Europa sean fascistas, simplemente son las víctimas de un sistema que les ha dejado al margen. Están los que trafican con el dinero y los que, como consecuencia de los impuestos que no pagan éstos, ven cómo se degrada la sociedad cada día". Pausa dramática. "¿Qué nos queda?". Respuesta: "Nada". Y una más: "¿Y sabe lo que demuestra que tengo razón? Mire a su alrededor: "La prueba de que todo está perdido es ver lo idiotas que son la mayoría de los ricos".
Llegados a este punto, uno está tentado de colgar el teléfono. Al fin y al cabo, aún hace sol. Pero Arcand lo impide en un giro argumental ciertamente dramático. "De todas formas", dice,"soy optimista". ¡¿Perdón?! "Sí, no se alarme. Esto es algo que también he aprendido con la edad. Si uno se relaja, deja de pensar en las grandes teorías y se toma la molestia de salir a la calle, allí encuentra gente que, pese a todo, hace el bien,ayuda a los demás y se preocupa por que las cosas, aunque sea a pequeña escala, funcionen. Quizá el mundo se hunda, pero sigue habiendo personas que valen la pena", confiesa y, aunque sólo sea por evitar el siempre molesto trámite del suicidio, le creemos.
Dennys Arcand afirma que ya no le interesa ni el cine ("todos los autores que admiraba han muerto") ni el sexo ("la edad no perdona") ni la propia vida ("me encuentro demasiado cerca de la muerte"). Y pese a ello, resiste. ¿Por qué? "No lo tengo muy claro. Pregúntemelo de nuevo en la siguiente película". Y se ríe. Otra vez.

(El Mundo - 1/4/19)

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