por Jonás Romero Sánchez
Sabe que vive en un riesgo continuo. Luego de una serie de
hospitalizaciones que lo tuvieron al borde de la muerte, el reconocido
siquiatra chileno, Claudio Naranjo, publicó Ascenso
y descenso de la montaña sagrada, un libro de memorias que comenzó a escribir
hace 40 años y que aborda su primera infancia, la tortuosa relación con su
madre y el proceso de sanación que lo llevó a fundar institutos y centros de
investigación por todo el globo. Aquí, a sus 86 años, Naranjo aborda sus
conflictos infantiles, la explotación como acción inherente al espíritu
patriarcal, sus esperanzas para el mundo y cómo ciertas luchas feministas
pueden salvar el naufragio al que, dice, se dirige la humanidad. “Me siento
como uno que remó hasta que le alcanzaron las fuerzas, pero no puedo esperar
que el mundo cambie mientras yo viva”, dice.
Cuando atiende el teléfono desde su
casa en Barcelona, Claudio Naranjo advierte de entrada:
—Salí del Hospital hace un par de días,
estoy con una salud muy precaria.
Para él son las 16:00 y, además del
sonido que hacen sus manos golpeando involuntariamente el auricular, se
escuchan algunos pájaros que cantan fuera de su ventana. Pese a los achaques de
la edad –Naranjo tiene 86 años- el reconocido siquiatra se toma sus problemas
con humor.
—Si me asfixio y no llego a tiempo a un
servicio de urgencia, pierdo la vida. No me siento mal, pero es una sensación
de riesgo continuo—asegura, antes de soltar una contundente risa.
Nacido en Valparaíso en el año 1932,
Claudio Naranjo Cohen vivió su primera etapa escolar en un internado de Viña
del Mar, distante a pocas cuadras de su casa. Luego, tras recibirse como médico
con mención en siquiatría, cursó magísteres y doctorados en Harvard, Illionois
y Berkeley, gracias a las becas Fulbright y Guggenheim. Durante los años ‘60,
además, se convirtió en una especie de rockstarsicodélico debido a
sus tempranos trabajos experimentando con drogas alucinógenas del Amazonas.
Hasta antes de sus actuales problemas
de salud, Naranjo repletaba auditorios con sus charlas por todo el mundo. En la
última versión del Congreso Futuro –a la que ha sido invitado dos veces-
afirmó: “La educación es una estafa (…) Dicen que hay que tener
educación inclusiva, entonces, dar la educación que tenemos es darle mierda a
todos”.
En sus recientes memorias, Ascenso
y descenso de la montaña sagrada (Sello Vergara, 2019), Naranjo
dedica gran espacio a la reflexión sobre cómo su primera infancia orientó su
vida hacia una búsqueda de la sanación. “Etimológicamente, Claudio es aquel que
claudica o cojea, y es como si ello fuese adecuado en relación a cierta
incomodidad o torpeza crónica, como si anduviese cojeando por la vida”,
escribió.
Al teléfono desde su casa en Barcelona,
Naranjo lo explica mejor:
—Me identifico mucho con lo que se dice
de los chamanes: personas enfermas que viven un proceso de sanación que después
le sirve al mundo. Porque aprendiendo a sanarse a sí mismos, adquieren la
capacidad de sanar a otros—.
“CHILE ES MUY PATRIARCAL”
En el comienzo de tu libro hay muchas
interpretaciones sobre el rol que jugó tu madre en tu crianza y cómo esta te
formó hacia el futuro. ¿Qué tan importante crees que es para un
individuo o un colectivo escudriñar en el rol de la madre?
Yo creo que no sólo la madre, sino también el
padre son muy importantes. Los llevamos dentro de nosotros más de lo que nos
damos cuenta. Como habrás visto, no tuve una relación muy buena con mi madre.
Yo le tuve mucha rabia de joven. Pero mi madre, que me frustró mucho en materia
de maternidad, en cariño, cuidado personal, igual me aportó una gran herencia:
a través de sus amigos, de sus intereses, de su cultura.
Ahí hay una pugna que explicitas: una
madre que aporta conocimientos y cultura, pero que te descuidó en otros, como
el cariño más primario.
El ideal, obviamente, es que estén las
dos cosas. Lo que puedo decir es que lo que faltó en la relación con mi madre,
lo que me hizo sentir un niño abandonado, una persona retraída y de poco
contacto, todas esas cosas negativas, también terminaron siendo positivas. Fui
uno que comenzó la vida muy maltrecha, y que necesitó hacer grandes esfuerzos
para volverme una persona completa, una persona sana.
¿Crees que Chile tiene elementos de una
cultura matrística, quizás gracias a los pueblos originarios?
Creo que no los sabemos, porque no
conocemos la prehistoria de los mapuche. Lo que sí llama la atención es que los
chamanes mapuches – una tribu muy guerrera y masculina- hayan sido
predominantemente mujeres, en la antigüedad. Pienso que en Chile, como en casi
todos los países sudamericanos, tenemos una cultura bastante patriarcal, con
bastante desprecio a la mujer. No es una cultura muy rica en factores
matrísticos, pero es válido pensar que debemos hacer algo para trascender esta
estructura patriarcal. El problema es que si queremos saber cómo hacerlo, no
basta con las buenas intenciones.
¿”Buenas intenciones”?
Lo que digo, es que no me parece que
ese ideal baste. Para mí, salir de lo patriarcal implica cosas tales
como salir de ese espíritu represivo, el espíritu que no sólo descuida el
cuidado materno, sino que un espíritu que descuida el espíritu infantil. Lo
patriarcal es como un aplastamiento del niño interior, el que llevamos todos
nosotros, y sin el cual no hay vida, creatividad. Es como el espíritu inocente
del juego, de libertad. Va también con lo que Freud llamaba el “principio del
placer”. En el mundo patriarcal está muy criminalizado el placer. ¡Y eso se lo
considera como una buena cosa! Hoy el mundo se está volviendo fascista, y eso
tiene mucho que ver con el aplastamiento del “principio del placer”.
Generalmente, los regímenes
dictatoriales se imponen con más éxito, y se aprovechan de nuestras tendencias
represivas. El mundo convencional y los valores convencionales no contemplan la
libertad, o la espontaneidad infantil. Por eso se vuelve en contra del arte.
FEMINISMOS Y EL FIN DEL MUNDO
Hace un par de años, mientras salía de
dar una charla en la sede del Congreso en Valparaíso, Naranjo se topó con un
grafiti: “Abajo con el patriarcado”
—Me pareció una extraordinaria
coincidencia—, dice hoy.
Su charla, en parte, hablaba de cómo
ciertos movimientos feministas han dado en el clavo al poner en crisis lo que
él denomina como “el espíritu patriarcal”. Para Naranjo, ahí reside el
verdadero problema. “Lo demás, como el militarismo o la economía capitalista,
son los síntomas de ese espíritu”, dice.
Hablabas que, para ti, no basta la
consigna de “salir del patriarcado”. Justamente en Chile se está discutiendo
diversas formas de poner en crisis el patriarcado. ¿Has seguido la discusión
pública que se ha dado aquí?
No, pero me es muy familiar. Para mí,
hay un tipo de feminismo que es de mujeres fálicas, uno que reclama para la mujer
los valores y prerrogativas masculinas. La mujer empresaria, por ejemplo, que
se propone desde el mundo corporativo. Feminismo no es lo mismo que espíritu
materno, y hay muchos tipos de feminismo. Pero todos sabemos que hay un
feminismo que podríamos llamar “patriarcal”.
¿Qué sería el “feminismo fálico”?
Diría que hay un feminismo fálico, y
mujeres fálicas. Mujeres que quieren el poder, el dinero, el reconocimiento
como los hombres, pero que en cierto modo traicionan el espíritu femenino, no
sirven como promotoras de la dignidad del espíritu femenino, de cuidado.
En ese contexto, ¿cuál dirías tú que es
el tipo de feminismo más revolucionario para el mundo contemporáneo:
occidental, capitalista?
Si queremos dejar a atrás el espíritu
patriarcal, tendríamos que comprender que el capitalismo industrial es parte de
él. Sería una propuesta muy grande el poder trascender el espíritu patriarcal,
porque implicaría salir de la economía como la concebimos. Tenemos un fetiche
del dinero, que parece ser lo más importante del mundo. El cambio tendría
que ser muy grande.
¿Cómo es eso?
El patriarcado es un espíritu
explotador, y la explotación existe desde mucho antes que el capitalismo. Pero
el capitalismo se insertó como forma de explotación hace mucho tiempo. Hay
quienes piensan que podría tenerse un capitalismo benigno, que podríamos darle
una vuelta, pero eso estaría por verse.
¿Piensas que es necesario superar el
capitalismo para sobrevivir como especie?
Hay cosas del capitalismo que podrían
sobrevivir, los negocios, el intercambio de bienes, pero esa cosa esencial del
capitalismo, que es poner todo al servicio de la maximización de las ganancias,
no es fiel a los designios de la vida. El capitalismo no sólo no toma en cuenta
al medio ambiente, sino que la economía actual, como la aprenden y enseñan los
economistas, no toma en cuenta al ser humano. No es una economía para humanos,
porque ese mismo ser humano termina empobrecido, explotado y perdedor frente a
una máquina maximizadora de dinero. Es como si nos hubiera comido un
robot.
El filósofo, Slavoj Zizek dice que las
películas sobre catástrofes naturales enseñan que, para el mundo, es más
probable que ocurra el fin del mundo antes que el fin del capitalismo.
Hay gente que está hablando de una
sexta extinción. Aunque yo, personalmente, pienso que estamos en una situación
en que el sistema tiene la posibilidad de mutar. Podríamos cambiar antes de
desaparecer, sanar antes de morirnos. Aunque no se ve que estemos encaminados a
eso, yo tengo una visión tibiamente optimista, pero es un optimismo que suelo
proponer con la afirmación de que nuestra mejor esperanza es el
naufragio.
¿A qué te refieres con el
naufragio?
A que estamos navegando en la nave patriarcal,
manteniéndonos a flote. Avanzando en una embarcación que está haciendo agua. El
patriarcado está, de cierto modo, condenado. Y la crisis puede que no sea
completamente visible cuando se hunde un navío, pero las personas más
perspicaces ya ven los indicios de que no da para mucho más. Es como en las
películas de Tom y Jerry, a veces uno se cae al abismo, y no se da
cuenta.
Me parece que nuestra esperanza es que
muera lo que ahora llamamos civilización, que desaparezca nuestro actual navío,
para que pueda aparecer una forma nueva de vivir. Por eso no me parece
incompatible una cierta destrucción, que no es necesariamente una destrucción
de los humanos, sino una del sistema, de las formas de vida, de los apoyos a
los que recurrimos.
Hay quienes sostienen que ese “romper”,
muy probablemente, no se desarrollará de una forma pacífica.
Aún en un parto normal, puede que haya
un poquito de sangre. Pero eso dependerá de cómo va la cosa. Si tenemos claro
lo que es lo patriarcal, y sabemos hacia dónde queremos ir, podremos tener un
parto menos sangriento, a escala colectiva.
Tras unos segundos de silencio, Naranjo
acota:
— En parte, la violencia es el
resultado de la ignorancia, de la incomprensión. Mientras menos se entiende lo
que uno quiere, más violento es el resultado.
LAS POSTRIMERÍAS Y EL LEGADO
¿Has seguido la carrera de alguna
lideresa o líder en Chile en los últimos años? ¿Personas particularmente
interesantes?
No, ni he sabido de los líderes
políticos, intelectuales o espirituales chilenos. Yo me muevo más en otras
partes del mundo, y no me da la energía para estar informado de todo.
Europa vive un período de mucha
confusión.
Lo más notable en nuestro tiempo, no es
tanto el progresismo o el despertar de nuevos líderes políticos. Lo que más me
llama la atención, es cómo se va instaurando una nueva ceguera colectiva. La
ultraderecha. Brasil, Italia, Estados Unidos o en Rusia, todo esto huele a
fascismo. ¿Y qué quiere decir el fascismo? Para mí, es como una dictadura de la
mediocridad. Una religión de la ignorancia. Un clima de no ver, no favorecer el
pensamiento, un cierto desprecio por lo intelectual; lo que se llama el
populismo.
Parece un panorama un poco oscuro. ¿Te
había tocado vivir un período similar?
Lo nuevo es que estas cosas no se dan
sólo en un nivel local. Si uno pensara en Bolsonaro, se ve que es un movimiento
apoyado por Estados Unidos. Es como si todas estas callampas que crecen en
lugares aparentemente diferentes vinieran de un mismo fondo común. Me parece
que hay un fascismo global, un espíritu de ultraderecha que se opone al cambio
y que no depende de tal o cual país, sino que del mundo transnacional del
dinero.
Y qué te parece ver este fenómeno
global, a esta altura de tu vida.
Me siento como uno que remó hasta que
le alcanzaron las fuerzas, pero no puedo esperar que el mundo cambie mientras
yo viva. Como una hormiguita que sirvió mientras podía. Voy a dejar un legado,
una escuela, personas capaces de guiar a otros en un proceso de transformación,
y mi aporte es ese. Pero no puedo saber si ese legado va a significar algo en
la situación crítica del mundo o no. Hay quienes creen que lo que he hecho
hasta ahora no se perderá. Pero el futuro no se puede predecir, se va construyendo.
Claudio, lo último: ¿cuáles son las
cosas que más disfrutas día a día?
No hacer nada es una de las que me
gusta más. El cine me gusta mucho. Si yo fuera joven, tal vez trataría de
expresarme un poco por el cine, me parece un medio formidable.
(THE CLINIC / 8-4-2019)
(THE CLINIC / 8-4-2019)
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