CANCIÓN
35
ESPOSA
Gocémonos,
Amado,
y
vámonos a ver en tu hermosura
al
monte o al collado,
do
mana el agua pura,
entremos
más adentro en la espesura.
DECLARACIÓN
(2)
4
/
Esto es, a la noticia matutinal que llaman los teólogos, que es conocimiento en
el Verbo divino, que aquí entiende por el “monte” -porque el Verbo es altísima
sabiduría esencial de Dios-; o vámonos a la noticia vespertina, que es sabiduría
de Dios en sus criaturas y obras y admirables ordenaciones, la cual aquí es
significado por el “collado”, el cual es más bajo que el monte. Es decir, pues,
el alma: “Vámonos a ver en tu hermosura al monte”, es decir: “aseméjame e infórmame
en la hermosura de la sabiduría divina, que (como decimos) es el Hijo de Dios;
y en decir: “o” -vámonos- “al collado”, es pedir también la informe de su
sabiduría y misterios en sus criaturas y obras, que también es hermosura en que
se desea el alma ver ilustrada. No puede verse en la hermosura de Dios el alma
y parecerse a Él en ella si no es no es transformándose en la sabiduría de
Dios, en que lo de arriba se ve y se posee. Por eso desea ir “al monte o al
collado”,
do
mana el agua pura.
5
/
Quiere decir: donde se da la noticia y sabiduría de Dios -que aquí llama “agua
pura”- al entendimiento, limpia y desnuda de accidentes y fantasías, y clara
sin tiniebla de ignorancias.
Este apetito tiene
siempre el alma de entender clara y puramente las verdades divinas; y cuanto
más ama, más adentro en ellas apetece entrar. Y por eso pide lo tercero,
diciendo:
entremos
más adentro en la espesura.
6
/
En la espesura de tus maravillosas obras y profundos juicios, cuya multitud es tanta y de tantas
diferencias, que se puede llamar “espesura”, porque en ellos hay sabiduría
abundante y tan llena de misterios, que no sólo la podemos llamar espesa, mas
aun cuajada, según lo dice David diciendo: “Mons Dei, mons pinguis, “mons
coagulatus, mons pinguis”; que quiere decir: “El monte de Dios es monte grueso
y monte cuajado” (Ps. 67,16). Y esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es
tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede
entrar más adentro, por cuanto es inmensa y sus riquezas incomprehensibles,
según exclama San Pablo, diciendo: “¡Oh alteza de riquezas de sabiduría y ciencia
de Dios, cuán incomprehensinles son sus juicios e incomprehensibles sus vías!”
(Rom. 11,33).
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