domingo

La primera Leica de Henri Cartier-Bresson



Iñaqui Gil

Todo el mundo sabe que Henri Cartier-Bresson es uno de los grandes de la fotografía. Todo el mundo le asocia con una Leica de 24 x 36, el arma de los reporteros. ¿Pero, cuándo se compró la primera cámara? ¿Y por qué?
Cartier-Bresson nació en 1908 en Sena y Marne, no lejos de donde hoy está Disneyland París. Tenía un tío pintor que apuntaba maneras pero que murió en la Gran Guerra. A su padre le gustaba dibujar pero quería que su hijo estudiara una carrera de provecho, Comercio.
El joven Henri, sin embargo, no aprobó el bachillerato. Asistía a un liceo de postín (Condorcet), pero no estudiaba. Se pasaba el día leyendo. Rimbaud, Dostoievsky y Proust.
Los lazos de la familia con el mundillo artístico hacen que le acoja el pintor Jacques Emile Blanche, lo que le permite trabar amistad con Max Jacob y Max Ernst. Por su cuenta frecuenta el Louvre y las galerías del primer marchante del cubismo, Khanweiler, y de Percier. Se entusiasma con el primer cine de Keaton, Griffith y Eisenstein. Asiste a las tertulias surrealistas de André Breton y Louis Aragon, "sentado en una esquina de la mesa del café de la plaza Blanche, demasiado joven y tímido para tomar la palabra", confesará.
A los 18 años se enrola en la academia que tiene en Montparnasse André Lhote, pintor y teórico del cubismo. De él aprendió "el rigor de la mirada" según dejó dicho. Y adquirió un gusto pronunciado por la composición y la geometría. Pero le agobia el academicismo...
Y en 1930 se va a África. Una ruptura con su ambiente. En Costa de Marfil se gana la vida cazando y pilla una infección que era mortal en el 95% de los casos. Un amigo negro le salva la vida curándole a base de hierbas.
En África ha hecho algunas fotos. Antes, le habían iniciado en la fotografía una pareja de americanos, Harry y Caresse Crosby, amigos de las vanguardias y del escritor René Crevet que les presentó. Había probado varias cámaras de gran formato y conocido la obra de Atget, el fotógrafo del París que transformó Haussmann y del húngaro Kertesz, otro fan de la Leica.
Pero será en Marsella, a su regreso de Costa de Marfil, en 1931, donde dará el paso definitivo. La revelación fue una fotografía de Martin Munkacsi tomada hacia 1929 en el lago Tanganica. Es una imagen vertical, con tres niños negros, jugando con la olas en la orilla. Un contraluz que transmite entusiasmo juvenil. Será el instante decisivo de Cartier-Bresson. Se compra su primera Leica. Y a viajar.
"La Leica es para mí un cuaderno de dibujos, un diván de psicoanalista, una metralleta, un gran beso bien cálido, un electroimán, una memoria, un espejo de la memoria". Esta frase de Cartier-Bresson encabeza la exposición que dedica a los primeros años del maestro de la fotografía la Fundación que lleva su nombre.
El centro abrió en noviembre su nueva sede en Le Marais, barrio parisino poblado de centros culturales (y bares y tiendas). La Fundación alberga 200.000 negativos y contactos, 50.000 tiradas originales de Cartier-Bresson en unas condiciones sin parangón. Añádanse 4.500 cartas y manuscritos y más de 6.000 artículos de prensa. Un paraíso para el investigador.
Paseando por la planta baja, donde está la librería con 600 referencias de fotografía, nadie imagina que el lugar fue un garaje cuya rampa ha dejado sitio a un aireado patio para solaz de visitantes y vecinos.
Con justicia, la primera muestra se dedicó a Martine Franck, fotógrafa delicada que participó en la creación de las agencias Vu y Viva. Fue la última esposa de Cartier-Bresson y la que puso en orden su archivo.
Ahora se exhiben las primeras imágenes del maestro de reporteros. Y una de sus primeras Leicas. Y la foto de Munkacsi que él descubrió en la revista "Artes y oficios gráficos" y por la que abandonó la pintura. "Debo decir que esta foto prendió la llama. Hay en esta imagen tal intensidad, tal espontaneidad, tal alegría de vivir".
Está su gusto por la geometría en ese retrato de un hombre con capa y sombrero en el "Paseo del Prado" de Marsella. Están sus fotos de rodajes de Jean Renoir que le contrató después de ver su primer portfolio. Fue su asistente en tres películas, "Partida de campaña", "La regla de juego", donde interpretó un papel secundario, y "La vida es nuestra" una peli de encargo del Partido Comunista francés.
Cartier-Bresson estuvo cerca de los comunistas y fue miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, virulentos críticos del "formalismo burgués". Esto le enemistó con su familia, industriales de postín.
Eso explica también su primer gran reportaje, "las primeras vacaciones pagadas", medida faro del Frente Popular. Cartier-Bresson había regresado a Francia ese mismo año de 1936, tras viajar por Europa y México y exponer dos veces en la galería de Julien Levy en Nueva York.
Esta es la historia de la primera Leica de Cartier-Bresson. Pero, si me permiten el atrevimiento, la fotografía que a mí más me ha gustado es una titulada sobriamente con la localización, "Hyères, 1932". Tomada en la calle, desde lo alto de una escalera que ocupa los dos tercios de la imagen. Abajo, ligeramente desenfocado, pasa un hombre en bicicleta. Cartier-Bresson estuvo un rato al acecho. Y al oir el ruido de la bici, disparó. El instante decisivo.

(El Mundo 9/3/19)

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