domingo

JAMES GEORGE FRAZER - LA RAMA DORADA (26)


2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (16)

Conforme al principio de la magia homeopática, las cosas inanimadas, del mismo modo que las plantas y los animales, pueden difundir beneficios o daños a su alrededor de acuerdo con su propia naturaleza intrínseca y la maestría del brujo para hacer fluir o represar, según el caso, las bienandanzas o calamidades. En Samarcanda las mujeres dan azúcar cande a los niños para que la chupen y les ponen goma en la palma de la mano para que, cuando mayores, sus palabras sean dulces y las cosas de valor se peguen a sus manos como si estuvieran engomadas. Los griegos pensaban que una prenda de vestir hecha con lana de oveja que hubiera sido mordida por un lobo perjudicaría al que la vistiera, produciéndole picor o irritación en la piel. También creían que si una piedra mordida por un perro era arrojada al vino, quienes lo bebiesen regañarían entre sí. Entre los árabes del Moab una mujer sin hijos pide prestada con frecuencia la ropa de otra que ha tenido muchos hijos, en la confianza de que con el vestido adquirirá la fertilidad de su dueña. Los cafres de Sofala, en el África Oriental, temían sobremanera ser golpeados con algo hueco, como una caña o una paja, y preferían serlo con un grueso garrote o una barra de hierro, aunque se les hiciera mucho daño. Pensaban que a un hombre golpeado con cualquier cosa hueca se le disiparía el interior del cuerpo hasta morirse. En los mares orientales existen unas conchas grandes de molusco que los bugineses de Célebes llaman “el hombre viejo” (kadjâwo). En viernes vuelcan boca abajo las conchas de este molusco en el umbral de sus casas creyendo que quienquiera que pase el umbral llegará a viejo. En la iniciación de un brahmán, el muchacho pisa una piedra con el pie derecho y mientras tanto le dirigen las siguientes palabras: “Pisa esta piedra; sé tan firme como ella”. Y la misma ceremonia con las mismas palabras se efectúa en el casamiento de una novia brahmán. En Madagascar, con objeto de contrarrestar la inconsistencia de la suerte, entierran una piedra al pie del poste principal de la casa. La costumbre general de jurar sobre una piedra pudiera hallarse fundada en parte en la creencia de que la robustez y estabilidad de la piedra presta ratificación al juramento. Así, el antiguo historiador inglés Saxo Grammatico nos dice que “los antiguos, cuando estaban eligiendo un rey, se colocaban sobre piedras puestas en el suelo, para votar, simbolizando así, con la persistencia de las piedras, la firmeza del voto”.

Al mismo tiempo que se supone una eficacia mágica en general a todas las piedras por razón de sus propiedades comunes de peso y solidez, se atribuyen virtudes mágicas especiales a ciertas piedras o clases de piedras de acuerdo con sus cualidades individuales o específicas de forma y color. Por ejemplo, los indios del Perú empleaban ciertas piedras para aumentar las cosechas del maíz, otras para mejorar las cosechas de patatas y aun otras para que el ganado se reprodujese. Las piedras que usaban para hacer crecer el maíz tenían una forma semejante a las mazorcas y las piedras destinadas a multiplicar el ganado, la forma de una oveja.

En algunas partes de la Melanesia se conserva la creencia de que ciertas piedras sagradas están dotadas de virtudes milagrosas que corresponden en su modo de ser a la forma de las piedras: así, un trozo de coral desgastado por la arena de la playa presenta con frecuencia un parecido sorprendente al fruto del árbol del pan. Por esto, en las islas Banks, el hombre que encuentra un trozo de coral de estos, lo coloca entre las raíces de sus árboles del pan, esperando que el árbol produzca más frutos. Si el resultado corresponde a sus esperanzas, mediante una remuneración adecuada, recoge de otros poseedores de piedras las de carácter menos marcado y las pone cerca de la suya con el designio de que se transmita a ellas la virtud mágica de la que él tiene. De modo semejante, una piedra que tiene marcas a modo de discos o círculos es útil para atraer moneda, y si alguno encuentra una gran piedra con otras numerosas y pequeñas, debajo, como si tratase de una cerda y su lechigada, es seguro que la ofrenda de monedas sobre aquella le atraerá cerdos. En estos casos y otros parecidos, los melanesios adscriben el maravilloso poder no a la piedra misma, sino al espíritu que mora en ella, y en ocasiones, como las que acabamos de ver, el hombre intenta propiciarse al espíritu dejando ofrendas sobre la piedra. Mas el concepto de espíritus que deben ser propiciados sale de la esfera de la magia y entra en la de la religión. Cuando se encuentra tal concepto, como en este último caso, en conjunción con las simples ideas y prácticas mágicas, podemos suponer, por lo general, que estas últimas son el tronco originario en el que se han injertado posteriormente los conceptos religiosos. Hay fuertes razones para pensar que, en la evolución del pensamiento, la magia precedió a la religión. Volveremos a este punto más tarde.

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