SEGUNDO MANIFIESTO (2)
2. Desde el punto de vista de la
forma (II)
Así como en el teatro
digestivo de hoy los nervios, es decir una cierta sensibilidad fisiológica, son
deliberadamente dejados de lado, librados a la anarquía espiritual del espectador,
el Teatro de la Crueldad intenta recuperar todos los antiguos y probados medios
mágicos de alcanzar la sensibilidad.
Tales medios, que
consisten en intensidades de colores, de luces o sonidos, que utilizan la
vibración, la trepidación, la repetición ya sea de un ritmo musical o de una
frase hablada, tonos especiales o una dispersión general de la luz, sólo pueden
obtener todo su efecto mediante el empleo de disonancias.
Pero en vez de limitar
esas disonancias al dominio de un solo sentido, las haremos saltar de un
sentido a otro, de un color a un sonido, de una palabra a una luz, de un
trepidante ademán a una plana tonalidad sonora, etcétera.
El espectáculo así compuesto,
así constituido, se extenderá, por supresión de la escena, a la sala entera del
teatro, escalará las murallas por medio de livianas pasarelas, envolverá
previamente al espectador, y lo sumergirá en un constante baño de luz, de
imágenes, de movimientos y de ruidos. El decorado serán los mismos personajes,
que tendrán la talla de gigantescos maniquíes, y unos paisajes de luz móvil que
caerá sobre objetos y máscaras en continuo desplazamiento.
Y, así como no habrá
sitio desocupado en el espacio, tampoco habrá tregua ni vacío en la mente o
sensibilidad del espectador. Es decir que entre la vida y el teatro no habrá
corte neto, ni solución de continuidad. Quien haya visto rodar la escena de un
film, comprenderá exactamente a qué nos referimos.
Queremos disponer, para
un espectáculo teatral, de medios materiales semejantes -en luces, comparsas,
recursos de todo tipo- a los que malgastan ciertas compañías, de modo que todo
cuanto hay de activo y mágico en semejante despliegue se pierde para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario