domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (78) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIONES 29 Y 30

A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas.
aguas, aires, ardores,
y miedos en las noches veladores:
Por las amenas liras
y canto de serenas, os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
por que la esposa duerma más seguro.

DECLARACIÓN (3)


5 / Por estos tres nombres se denotan los actos viciosos y desordenados de las tres potencias de el alma, que son memoria, entendimiento y voluntad, los cuales actos son desordenados y viciosos cuando son en extremo altos y cuando son en extremo bajos y remisos, o, aunque no lo sean en extremo, cuando declinan hacia alguno de los dos extremos. Y así, por los “montes” que son muy altos, son significados los actos extremados en demasía desordenada; por los “valles”, que son muy bajos, se significan los actos de estas tres potencias, extremados en menos de lo que conviene: y por las “riberas” que no son ni muy altas ni muy bajas, sino que por no ser llanas participan algo de el un extremo y de el otro, son significados los actos de las potencias cuando exceden o faltan en algo de el medio y llano de lo justo; los cuales, aunque no son extremadamente desordenados -que sería llegando a pecado mortal-, todavía lo son en parte, ahora en venial, ahora en imperfección, por mínimas que sea, en el entendimiento, memoria y voluntad. A todos estos actos excesivos de lo justo, conjura también que cesen por las amenas liras y canto dicho; los cuales tienen puestas a las tres potencias de el alma tan en su punto de efecto, que están tan empleadas en la justa operación que las pertenece, que no sólo no son en extremo, pero ni en parte de él participan alguna cosa. Síguense los demás versos:

Aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores.

6 / También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las cuatro pasiones, que (como dijimos) son dolor, esperanza, gozo y temor. Por las “aguas” se entienden las afecciones de el dolor que afligen al ánima, porque así como agua se entran al alma. De donde David dice a Dios, hablando de ellas: “Salvum me fac, Deus, quoniam intreverunt aquae usque ad animan mean”; esto es: “Sálvame, Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma” (Ps. 68,2). Por los “aires” se entienden las afecciones de la esperanza, porque así como aire vuelan a desear lo ausente que se espera. De donde también dice David: “Os meum aperui, et attraxi spiritum, quia mandata tus desiderabam” (Ps. 118,131). Como si dijera: “Abrí la boca” de mi esperanza “y atraje el aire” de mi deseo, “porque esperaba y deseaba tus mandamientos”. Por los “ardores” se entienden las afecciones de la pasión de el gozo, las cuales inflaman el corazón a manera de fuego. Por lo cual el mismo David dice: “Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exasdescet ignis” (Ps. 38,4); que quiere decir: en mi meditación se encenderá el gozo. Por los “miedos de las noches veladores” se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales, en los espirituales que aun no han llegado a este estado de el matrimonio espiritual de que vamos hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios; a veces también de parte de el demonio, el cual, al tiempo que Dios da a la alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y  temor en el espíritu, por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu, y cuando ve que no puede llegar a lo interior de el alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios), a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone diatracción o variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la esposa de su tálamo. A los cuales llama “miedos de las noches” por ser de los demonios, y porque con ellos el demonio procura infundir tinieblas en el alma por escurecer la divina luz de que goza. Y llama “veladores” a estos temores, porque de suyo hacen velar y recordar a la alma de su suave sueño interior, y también porque los demonios que los causan están siempre velando por ponerlos estos temores que pasivamente de parte de Dios, o de el demonio (como he dicho), se ingieren en el espíritu de los que ya son espirituales. Y no trato aquí de otros temores temporales, o naturales, porque tener los tales temores no es de gente espiritual; mas tener los espirituales temores ya dichos, es propiedad de espirituales.

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