CANCIONES 29 Y 30
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas.
aguas, aires, ardores,
y miedos en las noches veladores:
Por las amenas liras
y canto de serenas, os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
por que la esposa duerma más seguro.
DECLARACIÓN (3)
5
/
Por estos tres nombres se denotan los actos viciosos y desordenados de las tres
potencias de el alma, que son memoria, entendimiento y voluntad, los cuales
actos son desordenados y viciosos cuando son en extremo altos y cuando son en extremo
bajos y remisos, o, aunque no lo sean en extremo, cuando declinan hacia alguno
de los dos extremos. Y así, por los “montes” que son muy altos, son significados
los actos extremados en demasía desordenada; por los “valles”, que son muy
bajos, se significan los actos de estas tres potencias, extremados en menos de lo
que conviene: y por las “riberas” que no son ni muy altas ni muy bajas, sino
que por no ser llanas participan algo de el un extremo y de el otro, son
significados los actos de las potencias cuando exceden o faltan en algo de el
medio y llano de lo justo; los cuales, aunque no son extremadamente
desordenados -que sería llegando a pecado mortal-, todavía lo son en parte,
ahora en venial, ahora en imperfección, por mínimas que sea, en el
entendimiento, memoria y voluntad. A todos estos actos excesivos de lo justo,
conjura también que cesen por las amenas liras y canto dicho; los cuales tienen
puestas a las tres potencias de el alma tan en su punto de efecto, que están
tan empleadas en la justa operación que las pertenece, que no sólo no son en
extremo, pero ni en parte de él participan alguna cosa. Síguense los demás
versos:
Aguas,
aires, ardores
y
miedos de las noches veladores.
6
/
También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las cuatro pasiones,
que (como dijimos) son dolor, esperanza, gozo y temor. Por las “aguas” se
entienden las afecciones de el dolor que afligen al ánima, porque así como agua
se entran al alma. De donde David dice a Dios, hablando de ellas: “Salvum me
fac, Deus, quoniam intreverunt aquae usque ad animan mean”; esto es: “Sálvame,
Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma” (Ps. 68,2). Por los “aires”
se entienden las afecciones de la esperanza, porque así como aire vuelan a
desear lo ausente que se espera. De donde también dice David: “Os meum aperui,
et attraxi spiritum, quia mandata tus desiderabam” (Ps. 118,131). Como si
dijera: “Abrí la boca” de mi esperanza “y atraje el aire” de mi deseo, “porque
esperaba y deseaba tus mandamientos”. Por los “ardores” se entienden las
afecciones de la pasión de el gozo, las cuales inflaman el corazón a manera de
fuego. Por lo cual el mismo David dice: “Concaluit cor meum intra me, et in
meditatione mea exasdescet ignis” (Ps. 38,4); que quiere decir: en mi meditación
se encenderá el gozo. Por los “miedos de las noches veladores” se entienden las
afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales, en los espirituales
que aun no han llegado a este estado de el matrimonio espiritual de que vamos
hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les
quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer
temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no
tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas
mercedes de Dios; a veces también de parte de el demonio, el cual, al tiempo
que Dios da a la alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia
y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu, por impedirla aquel
bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu, y cuando ve que no puede
llegar a lo interior de el alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios),
a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone diatracción o variedad y
aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar
a la esposa de su tálamo. A los cuales llama “miedos de las noches” por ser de
los demonios, y porque con ellos el demonio procura infundir tinieblas en el
alma por escurecer la divina luz de que goza. Y llama “veladores” a estos
temores, porque de suyo hacen velar y recordar a la alma de su suave sueño
interior, y también porque los demonios que los causan están siempre velando
por ponerlos estos temores que pasivamente de parte de Dios, o de el demonio
(como he dicho), se ingieren en el espíritu de los que ya son espirituales. Y
no trato aquí de otros temores temporales, o naturales, porque tener los tales
temores no es de gente espiritual; mas tener los espirituales temores ya
dichos, es propiedad de espirituales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario