Tengo que
hablar contigo. Hace años que estamos juntas, casi diez, y me he dado cuenta de
que ni tú estás cómoda ni yo tampoco. Es difícil de explicar lo que significaste y significás para mí. Necesité
tenerte ahí por muchas razones. En realidad te usé para poder quedarme conmigo,
para poder entrar en mí, para poder esconderme un poco del dolor, de la
angustia, de la desesperación, de la intolerancia, del deshaucio y del olvido.
Vos, piedra, estabas en un lugar inapropiado, estabas en el único lugar donde
yo podía usarte para no avanzar, usarte para poder adentrarme en el infierno y
recorrerlo. Vos, piedra, fuiste la única compañía que tuve durante casi diez
años. Yo te protegía con mi pie y vos todo el tiempo abrigada, me avisabas que
estabas ahí, pinchándome y molestándome, simplemente porque sos piedra y una
piedra no habita y no debe habitar en un zapato. Hoy te agarraré con mi corazón
y con mi alma, estarás en mi pecho y ya no me lastimarás. Yo podré avanzar y
vos ya no tendrás que avisarme que estás ahí, otra vez lastimándome sin querer,
simplemente porque no es tu lugar y no querés hacerlo. Tal vez te lleve conmigo
toda la vida: ya nos conocemos tanto. Bueno, no quiero emocionarme más ni dejar
que te hiera una lágrima, así que te dejo por acá y te digo que me haré cargo
porque sólo yo puedo hacerlo, porque vos sos mi piedra y porque es mi zapato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario