17.
¡Oh si! Pensar en movimiento
de hecatombe,
apenas perceptible
en Ángelus febril,
luz
de María.
Pensar en Zenón,
en la tortuga aventajando al pélida;
en la fiera turbulencia de los párpados;
en el temblor
de los ladrones
en la cruz.
De alguna manera, pensar la
oscuridad
fría como hielo negro,
moviéndose de raíz
en círculos concéntricos
sobre el sol
del mediodía.
No habría folio que
resistiera
la sustancia, la oscilación
de la neblina en nuestros ojos,
a la deriva de los clavos
del cajón
siniestro.
Reventar
los caballos del perdón;
ansiar el fresco;
pensar en uno;
orar,
lo iluminado.

























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