por Carlos Javier González Serrano
Tras la muerte de Hermann Hesse (1877-1962), Theodor Heuss, primer
presidente de la República Federal de Alemania, escribía a la viuda del
escritor, Ninon, que tras su desaparición “la poesía y la literatura en lengua
alemana había perdido una de sus más profundas voces”. Aunque, ¿refleja este
testimonio laudatorio la auténtica recepción de Hesse en Europa?
Después de la concesión del Nobel (en
1946, a cuya ceremonia no acudió) y de la publicación de una de sus obras más
complejas y extensas, El juego de los abalorios (Das Glasperlenspiel), comenzó a hablarse cada vez menos
del genio de Cawl. De hecho, tras la década de 1950, se hace patente un interés
cada vez menor por su literatura: su reputación como escritor empezó a decaer,
como si de una moda pasajera se hubiera tratado. No hubo reparos, por parte de
una gran parte de la intelectualidad europea, en catalogarlo como autor de
segunda línea o como escritor destinado al público más joven (testimonio que, a
día de hoy, se sigue manteniendo). Muy pronto, investigadores y críticos
literarios se desmarcan de la senda trazada por Hesse y se interesan por otros
autores.
Sin embargo, Hesse nunca perdió a sus lectores, una amplia comunidad
que se interesaba por los inmortales asuntos que preocuparon al escritor
alemán: la vocación, la autenticidad, la rebeldía, el arte, la poesía o la búsqueda del Absoluto
(mucho se ha dicho sobre la indiscutible influencia romántica en su
literatura). A pesar del incomprensible ostracismo al que muchos quisieron
desplazarlo, continuaron publicándose escritos póstumos que, a la vez y en paralelo,
seguían despertando no pocas afinidades con las creaciones hesseanas. El
descubrimiento y recopilación de sus textos de vertiente más política también hicieron de él un
enemigo del autoritarismo y el totalitarismo, a los que se opuso desde diversas
revistas y periódicos, algo que no gustó demasiado a cierto sector de una
Alemania recién salida del horror nazi. A la vez se fundó el HesseStiftung en 1963, un año después de su fallecimiento, donde se estableció,
a su vez, el Archivo Hesse, punto neurálgico de los estudios sobre sus obras.
El esfuerzo de su editorial, Suhrkamp, no fue escaso, lo que contribuyó a su
vez a mantener viva la voz del de Cawl. Su amigo Thomas Mann fue igualmente un fundamental valedor
de los escritos de Hesse, y su también amigo Hugo Ball defendió
su figura a través de una de las biografías de Hesse más sentidas, personales y
literarias de cuantas han aparecido.
En nuestro tiempo una gran parte del pueblo vive en estado de
insensibilidad y apatía. […] Entiendo que nos falta sobre todo alegría. El
anhelo de una vida superior, la visión de la vida como algo jovial, como una
fiesta, es lo que, en el fondo, nos seduce en el Renacimiento. La
sobreestimación aritmética del tiempo, la prisa como principio y fundamento de
nuestro estilo de vida, es el más peligroso enemigo de la alegría (1901).
Su última esposa, Ninon, también fue pieza clave para que Hesse no cayera
en el olvido, publicando en 1965 el volumen Prosa aus dem Nachlass,
documento imprescindible en el que se daban a conocer textos todavía
desconocidos del genio alemán, pertenecientes a su período más temprano como
escritor, del que hoy el lector hispanohablante puede disfrutar gracias a la
traducción publicada en Alianza Editorial. También fueron
aireados algunos de sus epistolarios más célebres (por ejemplo, la
correspondencia que mantuvo con el ya mencionado Thomas Mann o con Stefan Zweig, ambas publicadas en español); hay que
tener en cuenta que, a día de hoy, se ha contabilizado que el número de cartas
en las que aparece Hesse como emisor o receptor supera el increíble número de
35.000, lo que muestra la voracidad escritural del
autor, quien, además, redactó más de 3.000 reseñas e informes sobre
libros para más de cincuenta publicaciones (revistas y periódicos) en lengua
alemana, donde se contienen numerosas y muy enjundiosas reflexiones de Hesse
para comprender su vida y su postura hacia la política y la sociedad de su
tiempo.
A la vez, la propia Ninon publicó en
1966 una biografía del joven Hesse, Kindheit und Jugend vor 1900,
en la que presenta a un chiquillo que lucha por materializar su vocación a
través de numerosas dificultades, en quien el amor por la naturaleza y la
poesía supusieron sus auténticos motores, junto a los libros y la cultura en
general. A este respecto resulta muy clarificadora la lectura de su primera
novela larga, Peter Camenzind.
Parece ser que todo sufrimiento tiene un límite. A partir del límite, o desaparece
o se transforma, asume el color de la vida; acaso aún duele, pero ya el dolor
es esperanza y vida. Así me ocurrió a mí con la soledad. Ahora no estoy menos
solo que en mi peor época. Pero la soledad es un brebaje que ni me ha
narcotizado ni puede ya dolerme; he bebido de esta copa lo bastante para
haberme inmunizado contra su veneno. Pero en realidad no es veneno… lo fue,
pero se ha transmutado. Veneno es todo aquello que no aceptamos, no amamos, no
somos capaces de saborear con gratitud. Y todo lo que amamos, todo lo que nos
sirve para extraer y sorber vida, es vida y es valor (1918-1919).
A pesar de que Hesse había recibido
el Premio Nobel en 1946, aún en la década de 1950 era bastante desconocido en
las fronteras de Estados Unidos. El año de su muerte, en 1962, el
mismísimo New York Times se hacía eco de
la falta de traducciones al inglés de las obras de Hesse. Sin embargo, con la
llegada de la década de 1960, se produce una suerte de boom literario respecto a su figura y se
convierte, en un breve período de tiempo, en el autor más leído y traducido
de toda Europa. Algo que choca con los iniciales y negativos
testimonios a los que su literatura hubo de exponerse entre 1950 y 1960 por
parte de la crítica literaria. Las tornas cambian, igualmente, en el país
norteamericano, donde se venden, hasta 1973, más de ocho millones de copias de
sus libros más célebres, como Siddharta y El lobo estepario. Otro dato llamativo: las ventas
alcanzan en escasos meses los seis millones… en el lejano Japón.
A día de hoy, y pese a quien pese (si sigue pesando a alguien), las
obras de Hesse se han traducido a más de cincuenta idiomas y éstas siguen
comunicando un conocimiento universal de pacifismo activo, rebeldía
intelectual, contemplación y pasión por la poesía, el arte y la cultura.
La ciencia y la escuela se han esforzado por arrebatarnos la libertad y
la personalidad y por meternos desde la más tierna infancia en una situación de
trajín forzoso y sin una pausa de respiro, y se ha producido una decadencia, un
descrédito y una falta de ejercicio de la ociosidad. […] Pero nosotros, los
artistas, que habitamos una isla con unas posibilidades de vida todavía
soportables en medio de la gran bancarrota cultural, debemos regirnos, como
siempre, por otras leyes. Para nosotros, la personalidad no es un lujo sino una
premisa existencial, es el aire que respiramos, es un capital del que no
podemos prescindir. Entiendo por artistas todos aquellos que tienen la
necesidad de sentirse vivir y crecer a sí mismos, que necesitan ser conscientes
del fundamento de sus propias energías y basarse en él de acuerdo con unas
leyes congénitas…
(El vuelo de la lechuza / 22-9-2017)
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