LA IMAGEN Y SUS SIRTES
En una imagen e Guyau, la
vida está representada por una virgen loca, novia de ilusión de un novio que no
existe y al que ella, a cada aurora, espera alegremente, a cada crepúsculo
llora no haberle visto llegar. En esta imagen, la vida, ella misma, desaparece
y lo que tenemos ante nosotros de una novia loca. Queriendo comunicar mayor
latido visible a la presencia de la vida, Guyau la hace, por el contrario, desaparecer
y nos muestra, en su lugar, otra presencia, otra cosa: una mujer. Porque nadie
negará que una cosa es la vida y otra cosa es la mujer.
Tal suerte corren las
imágenes por sustitución. Ambiguas, híbridas, inorgánicas, falsas, estas
imágenes carecen de virtualidad hipotética. No son creaciones estéticas, sino
penosas y artificiosas articulaciones de dos creaciones naturales. No hay que
olvidar que el injerto no es fenómeno de biología artística. Ni siquiera lo es
la reproducción: en arte, cada forma es un infinito que empieza con ella y
acaba con ella.
El cubismo no ha logrado
eludir este género de imágenes. Ni el dadaísmo. Ni el superrealismo. Menos,
naturalmente, el populismo.
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