domingo

CARTAS SOBRE LA CRUELDAD (4) ANTONIN ARTAUD


CARTAS SOBRE EL LENGUAJE

PRIMERA CARTA (1)

París, 15 de noviembre de 1931
A M. B. C.



Señor.

Afirma usted en un artículo sobre la puesta en escena y el teatro “que si se considera la puesta en escena como un arte autónomo se corre el riesgo de caer en los peores errores”, y: “La presentación, el aspecto espectacular de una obra dramática no ha de ser determinado de un modo totalmente independiente”.

Y agrega usted que esas son verdades elementales.

Tiene usted mil veces razón al considerar la puesta en escena sólo como un arte menor y subsidiario; y aun aquellos que lo emplean con el máximo de independencia le niegan toda originalidad fundamental. Mientras la puesta en escena continúe siendo, hasta en el ánimo de los más libres directores, un simple medio de presentación, un modo accesorio de expresar la obra, una especie de intermediario espectacular sin significado propio, sólo valdrá en tanto logre disimularse detrás de las obras que pretende servir. Y eso seguirá siendo así mientras lo más interesante de una obra sea el texto, mientras en el teatro -arte de representación- la literatura sea más importante que esa representación impropiamente llamada espectáculo, con todo lo que este término implica de peyorativo, accesorio, efímero y exterior.

Eso sí me parece una verdad primera, anterior a cualquier otra: que el teatro, arte independiente y autónomo, hace de acentuar para revivir, o simplemente para vivir, todo aquello que lo diferencia del texto, de la palabra pura, de la literatura y de cualquier otro medio escrito y fijo.

No es imposible seguir concibiendo un teatro basado en la preponderancia del texto, y de un texto cada vez más verbal, difuso y agobiador, al que ha de someterse la estética de la escena.

Pero esta concepción del teatro que consiste en instalar a las gentes en una hilera de sillas o sillones, para que se cuenten cuentos, todo lo maravillosos que se quiera, no es quizá la negación absoluta del teatro, que en nada necesita del movimiento para ser lo que debe ser: es ciertamente su perversión.

Que el teatro se haya transformado en algo esencialmente psicológico, alquimia intelectual de sentimientos, y que la cima del arte en materia dramática sea finalmente un cierto ideal de silencio e inmovilidad, no es sino la perversión en la escena de la idea de concentración.

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